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Desde que comencé el Proyecto Gamma he leído una documentación muy variada y he hecho tanteos temáticos sobre la primera Cruzada, la influencia motivadora del honor y la gloria, la venganza como paso de una violenta emoción a una institución social, y la evolución de la sexualidad. He repasado el tema de las religiones y de las estrategias del poder. Mi objetivo era dar a mi “memoria productora de ocurrencias” material para que organizara el proyecto. Esta confianza en la “memoria creadora” no es una extravagancia mía. Creo que resume lo más avanzado en ciencias cognitivas. La estrategia comienza a dar sus frutos y ha llegado el momento de forzarla a que se exprese. Los niños son muy sabios cuando dicen: Tómame la lección para ver si me la sé. En efecto, hasta que no me ponga a escribir no sabré si sé lo suficiente para escribirlo.

El libro comenzará con una breve introducción para explicar el proyecto: la historia es el sedimento de los actos humanos, los actos humanos están impulsados por deseos y emociones, luego para entender la historia tenemos que conocer los afectos que están en su origen. El primer capítulo se titulará posiblemente:

NOCIONES DE PSICOLOGÍA NECESARIAS PARA COMPRENDER LA HISTORIA.

Después de investigar tanto sobre deseos, sentimientos y motivaciones, la dificultad está en desechar.

¿Qué diferencia hay entre pasiones, emociones, sentimientos, deseos, motivaciones, afectos?

Todo creador sabe que el momento de la selección es clave. Este capítulo me parece importante porque, a pesar del interés despertado en los últimos años por la historia de las emociones, el territorio continua lleno de confusiones. La primera de ellas, terminológica. ¿Qué diferencia hay entre pasiones, emociones, sentimientos, deseos, motivaciones, afectos? Tradicionalmente el término “pasión” era el más genérico, porque incluía todas las experiencias afectivas, precisamente porque afectaban al sujeto, que se sentía “pasivo” ante su influjo. En la actualidad, en cambio, significa un deseo o una emoción intensa que tiene un efecto poderoso a veces tiránico sobre la conducta de una persona. Su significado mas general lo ocupa ahora la palabra “afecto” o la expresión “mundo afectivo”.

Las experiencias afectivas ayudan a la inteligencia en su función principal: dirigir el comportamiento. Para ello necesita manejar información y percibir valores. De esto se encargan los deseos, las emociones y los sentimientos, sin los cuales el sujeto se paralizaría, como demostró Antonio Damasio. La relación entre creencias y afectos va a tener mucha importancia en nuestra historia.

El mundo afectivo se divide en dos grandes territorios, cosa que olvidan las Historias de la emoción que he revisado. Por una parte, está el nivel impulsivo, conativo, motivacional, que incita a la acción. Por otra parte, el nivel emocional/sentimental, que ayuda a dirigir la conducta, evaluando los resultados, y reorganizando las prioridades. Ambos niveles suelen confundirse porque muchas emociones y sentimientos despiertan motivaciones, pero son de “segunda generación”.  Por ejemplo, el miedo surge cuando la aparición de un peligro amenaza la realización de un deseo. A su vez, el miedo puede motivar en el mundo animal cuatro respuestas diferentes: huir, atacar, someterse o hacerse el muerto.

Las experiencias afectivas ayudan a la inteligencia en su función principal: dirigir el comportamiento.

Otro ejemplo. Cuando publiqué El laberinto sentimental tuve que explicar que el “amor” no es un sentimiento, sino un deseo acompañado de variados sentimientos, a veces contradictorios.  Pueden ser positivos (alegría, felicidad, ternura, plenitud) o negativos (inquietud, miedo, celos, dependencia).

Tal vez no deba dedicar un espacio que no tengo a estas explicaciones, y hablar sin mas precisiones de los deseos, advirtiendo solamente que son la experiencia consciente de una necesidad o la anticipación de un premio. El hambre es lo primero, el deseo de beber una cerveza, lo segundo. Me interesa ver como los deseos humanos emergen de los deseos animales, y también como la inteligencia expande formidablemente el repertorio de nuestras apetencias.

La hipótesis con la que voy a trabajar sostiene que unos deseos básicos se van expandiendo e hibridando y dan lugar a invenciones, modos de vida o instituciones. Un caso especialmente interesante es el “amor de pareja”, una creación humana. Un impulso sexual genérico -un macho con una hembra- se convierte en amor a una persona archiindividualizada. ¿Se ha dado en todas las culturas y en todos los tiempos? Voy a tantear el tema en una monografía exprés.