Quienes sigan EL PANÓPTICO sabrán que “comprender” es uno de mis grandes objetivos. Necesitamos comprender para tomar buenas decisiones, pero como ha advertido Daniel Dennet, cada…
Durante seis meses he llevado un diario de trabajo. Algo parecido al “cuaderno de campo” de un naturalista o a los diarios que se redactan en los laboratorios durante un experimento. Es una ayuda para mi investigación. En este momento me ocupan dos proyectos.
Lo cierto es que ayer descubrí en mi biblioteca un libro que había olvidado: Recherches sur le développement de la pensée juridique et morale en Grèce, de Louis Gernet. No lo había leído, porque subrayo todos los libros míos que leo y este no lo estaba. ¿Por qué me di cuenta de su existencia en el momento en que tengo que escribir un capítulo sobre la evolución de los sistemas normativos? ¿Recordaba sin saberlo el lugar donde estaba en una biblioteca grande y desordenada? No lo sé.
Hay guerras porque personas concretas -que pueden ser una, varias o muchas- encuentran en ella su vía a la felicidad. Por muy chocante que pueda parecer. La fascinación por la guerra hace que no tengamos -o al menos yo no conozco- una “Historia de la paz”, es decir, de los esfuerzos, inventos, operaciones, que los humanos han hecho por mantener la paz o por restaurarla. ¿Por qué nos ha interesado tan poco?
Parece que el deseo de paz es una constante universal, y que de hecho se ha buscado continuamente, hasta el punto de que necesitaríamos escribir la historia de los esfuerzos por la paz, cosa que no se ha hecho a pesar de tener tantas historias de la guerra. ¿Por qué no hemos sido capaces de mantenerla? ¿Es falso ese deseo? ¿Deseamos la paz, pero al mismo tiempo deseamos la guerra, de la misma manera que deseamos la serenidad, pero también la excitación?
El “deseo de conocer” es la expansión humana de la curiosidad, que es una pulsión que lleva a muchos animales a disfrutar explorando o teniendo estímulos nuevos.
Ocurre pues que nuestras ocurrencias son nuestras, pero aparecen en nuestra conciencia sin que seamos conscientes de ser sus autores, aunque nuestros cerebros lo sean. Las operaciones de la inteligencia generadora que las producen no son conscientes.
La religión emerge al mismo tiempo que el pensamiento simbólico, y -como este es el principio de toda cultura-, la religión está presente en ese inicio como matriz. Dicho con una expresión que puede sonar demasiado aparatosa: toda cultura tiene una matriz religiosa.¿En qué me baso para hacer tal afirmación?
El estudio de la historia me lleva a pensar que la voluntad de poder es una manifestación de un deseo más amplio, que se manifiesta de muchas maneras, y al que denomino pulsión expansiva. Se manifiesta en el afán expansionista de las naciones, de las empresas, de las religiones, en el deseo del alpinista por subir a la cumbre más alta, del deportista por batir una marca, del creador por conseguir una gran obra o del yogui por alcanza la liberación.