Quienes sigan EL PANÓPTICO sabrán que “comprender” es uno de mis grandes objetivos. Necesitamos comprender para tomar buenas decisiones, pero como ha advertido Daniel Dennet, cada vez se considera menos importante hacerlo (Dennet. D., De las bacterias a Bach, Pasado y presente, 2017). Este desdén puede deberse a dos factores. Por una parte, puede hacernos desistir de intentarlo la dificultad de entender un mundo cada vez más complejo y acelerado, sobre el que tenemos más información de la que podemos asimilar. Por otra, las redes sociales nos ofrecen una impresión de facilidad, al ayudarnos a tomar decisiones sin necesidad de comprender.
La idea que tenían los antiguos lógicos de que antes de debatir convenía definir los términos que iban a usarse sigue vigente. ¿Qué es comprender? Integrar significados parciales en un significado total. Antes de comprender una frase, solo comprendo el significado de cada una de las palabras que la componen. Antes de comprender el comportamiento de una persona, solo percibo actos inconexos. La inteligencia humana anda siempre buscando un significado, soporta mal la incoherencia o incluso la disonancia. Intenta entenderlas buscando una causa que las explique. Los teólogos, por ejemplo, tuvieron que aguzar el ingenio para explicar la contradicción entre la omnipotencia y la bondad de Dios. Si es omnipotente y no elimina el sufrimiento, es que no es bueno. Si es bueno y no lo hace es porque no puede, no es omnipotente. Los físicos se encuentran con la incoherencia de que la luz tiene propiedades de onda y propiedades de corpúsculo. Y se han esforzado en explicarlo.
Comprender es un fenómeno cognitivo que no depende de nuestra voluntad. Leo una demostración matemática y no acabo de captar el lazo que une unos términos con otros. Quiero comprender, pero no lo consigo. ¿Qué puedo hacer? Compruebo si me falta alguna información imprescindible, reviso el argumento, busco en mi memoria, ensayo posibles salidas, intento formular la demostración en término diferentes. Las pruebas de laboratorio muestran que durante ese proceso nuestros ojos saltan de un lado a otro de la demostración. Están buscando. De repente la luz se hace. La demostración sigue siendo la misma. Lo que ha cambiado es el modo como mi cerebro ha organizado la información que recibía. Lo que he hecho en el trabajo previo es ir moviendo la información en mi memoria para conseguir que una de esas variaciones disparara la comprensión. Los psicólogos de la Gestalt llamaban a este fenómeno “insight”, y lo explicaban por la aparición de una forma (Gestalt) que unificaba los elementos, pero sin ser una suma de ellos. Una melodía no es una mera agregación de notas. Es algo superior a ellas.
Vuelvo a tratar este tema porque aparece en los textos de resolución de problemas, que reviso ahora para escribir la Historia universal de las soluciones. Hay problemas que se resuelven por un proceso que progresivamente va acercándonos a la solución y otros que después de un largo trabajo nos llevan a un callejón sin aparente salida, que bloquea el paso. Sin embargo, tras un periodo de parálisis, la solución aparece de repente, –pops into mind-, es la expresión que se repite en la literatura psicológica. En castellano es el “ahora caigo”, el “momento Eureka”, que proporciona certeza y satisfacción.
Lo que tienen en común los fenómenos instantáneos de la comprensión, la intuición y la resolución instantánea de problemas es que no son actos de magia, no vienen desde fuera del sujeto que los experimenta. Son producto de una reestructuración de la información que había en la memoria, es un efecto caleidoscopio. Como en el juguete infantil un pequeño movimiento reorganiza una figura diferente, con los mismos elementos. Michael Polanyi, en un famoso libro titulado Tacit Knowldge, explica que incluso en un terreno tan objetivamente evaluable como es la ciencia, en que parece que el método y la búsqueda de la objetividad impone las soluciones, son las creencias y sentimientos previos a veces no fundados los que permiten la creatividad de los científicos. Los datos sobre los que Max Planck fundó su teoría de los quanta estaban al alcance de todos, pero solo él supo descubrir un modo nuevo de resolver los problemas físicos. Las grandes innovaciones científicas se hacen a partir de lo conocido. Lo mismo sucede con las grandes revoluciones artísticas. Sólo tienen consistencia las que no pretenden surgir de la nada, sino que proceden de una profunda comprensión de lo que ha sido la experiencia artística a lo largo del tiempo. La última pintura de Picasso es fruto de un conocimiento de la historia de la pintura desde dentro. El adolescente que a los 15 años pintó el cuadro Ciencia y caridad dominaba la técnica de la pintura de su tiempo. Solo a partir de ella pudo evolucionar.
La Historia Universal de las soluciones -que incluye la historia de los problemas, las preguntas y los proyectos- permite cumplir tres objetivos:
(1) comprender como funciona la inteligencia humana,
(2) entender mejor el dinamismo de la historia,
(3) estar en mejores condiciones para resolver los nuevos problemas con que nos enfrentamos y nos enfrentaremos.
No se trata de aplicar soluciones ya utilizadas, sino aplicar ese conocimiento a la búsqueda de nuevas soluciones. En el libro quiero analizar ejemplos concretos. La instauración de la República española en 1931 fue pacífica. ¿Por qué no fue posible resolver los problemas que un cambio tan radical planteaba? Una respuesta elemental es que se planteó en formato de “conflicto político”, en que las fuerzas enfrentadas no querían convivir sino vencer. Pudo haber sido una República moderada, pero conservadores e izquierdistas radicales la obstaculizaron hasta hacerla inviable. Los dos presidentes de la república -Alcalá Zamora y Manuel Azaña son dos representantes de la moderación republicana, desbordada por ambos flancos. La diferencia con la transición a la democracia -un cambio de régimen también radical- es que en este caso las fuerzas políticas y la sociedad española plantearon la situación en formato “problema”, y todas ella se esforzaron por resolverlo.
Henry Kissinger plantea de la misma manera su historia del liderazgo. La Primera guerra mundial estalló por falta de talento político de los gobernantes de aquel momento (Diario de un investigador. “Henry Kissinger y la Realpolitik”). Considera que los políticos actuales leen poco, conocen mal la historia y por eso no encuentran la manera de resolver creativamente los enfrentamientos.
Que placer escuchar a José Antonio Marina matizando, profundizando y entrando en la complejidad de la realidad.
Felicidades. Enhorabuena.