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22.2.2022.- ¿De qué deberíamos hablar?

Por 22 de febrero de 2022febrero 24th, 2022Diario de un investigador privado, PANÓPTICO

Mañana participo en “Las tres puertas”, un programa de “conversación serena” dirigido por María Casado en La1 de RTVE. En este momento se insiste en la necesidad de enriquecer el espacio público introduciendo los temas verdaderamente importantes en la “conversación política”. Pero ¿cuáles son esos temas? Por debajo de la espuma de la actualidad, hay olas de fondo que solo se manifiestan cuando ya nos están arrastrando. ¿Cuáles son las que me preocupan? En primer lugar, la expansión de una democracia perezosa y crédula, refugiada en filtros burbujas que seleccionan la información, lo que fortalece el tribalismo. A esto se añade la aceptación de la emoción como criterio político, y el descrédito de la verdad y de los argumentos. Mal coctel. En segundo lugar, que no estamos fortaleciendo las presas que nos protegen de la atrocidad: los sentimientos compasivos, los sistemas éticos, y las instituciones eficaces y justas. Añadiré el desinterés creciente por la libertad positiva y el auge de las democracias no liberales. Creo que este asunto se relaciona con la aparición de China como potencia ideológica con un mensaje centrado en que Occidente se ha equivocado en situar la libertad por encima de otros valores, como la justicia, la armonía o la cooperación.

Para terminar, dos temas que tienen que ver con la educación. Ante la invasión de potentísimos sistemas de Inteligencia Artificial, incluido el Metaverso, necesitamos diseñar una inteligencia individual capaz de manejar esos avances, posiblemente los más poderosos después de la invención de la escritura. He intentado esbozar una salida en el Proyecto Centauro, sin ningún éxito. Como continuación de esa urgencia educativa, deberíamos tomarnos en serio el ”aprendizaje político”. Las sociedades tienen necesidad de aprender con rapidez, porque se rigen por la implacable “Ley universal del aprendizaje”, que dice: “Toda persona toda institución y toda sociedad para sobrevivir necesita aprender al menos a la misma velocidad con que cambia el entorno. Y si quiere progresar, deberá hacerlo a más velocidad”. No lo estamos haciendo, y no nos estamos ocupando de temas explosivos como el cambio climático o la desigualdad. Tampoco nos preocupamos de sustituir la política ancestral, basada en el conflicto, la fuerza y la relación amigo-enemigo, por una política ilustrada, fundada en la resolución de problemas, y en la búsqueda de soluciones de suma positiva. Pienso con frecuencia que tal vez la gran tarea a la que deberíamos dedicarnos es a elaborar una “vacuna contra la estupidez” con la misma tenacidad y talento con que hemos trabajado en la vacuna contra la Covid-19.