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La Estupidez Panóptico 40 Destacada

Siempre me ha interesado la estupidez. Puesto que existe una teoría científica de la inteligencia, debería haber otra igualmente científica de la estupidez. Creo, incluso, que enseñarla como asignatura troncal en todos los niveles educativos produciría enormes beneficios sociales. El primero de ellos -me dejaré llevar de mi optimismo-, vacunarnos contra la tontería, profilaxis de urgente necesidad, pues es un morbo del que todos podemos contagiarnos.

Lo que en términos coloquiales llamamos estupidez es en realidad una serie de fracasos de la inteligencia. La inteligencia fracasa cuando es incapaz de ajustarse a la realidad, de comprender lo que pasa o lo que nos pasa, de solucionar los problemas afectivos o sociales o políticos; cuando se equivoca sistemáticamente, emprende metas disparatadas, o se empeña en usar medios ineficaces; cuando desaprovecha las ocasiones; cuando decide amargarse la vida; cuando se despeña por la crueldad o la violencia; cuando se niega a aceptar la evidencia.

No solo fracasa la inteligencia individual, sino la inteligencia colectiva. En estos casos, la propia interacción provoca un abaissement du niveau mental, un empequeñecimiento de las posibilidades.

Las sociedades pueden ser inteligentes y estúpidas según su modo de vida, los valores aceptados, las instituciones o las metas que se propongan.

Cada miembro de la pareja o de la familia o de la empresa o del partido o de la nación puede ser brillante, entusiasta, perspicaz cuando está solo y degradarse sin embargo en compañía.  Hay unas dinámicas de grupo expansivas y otras depresivas. Las sociedades pueden ser inteligentes y estúpidas según su modo de vida, los valores aceptados, las instituciones o las metas que se propongan.

La glorificación de una raza, de una nación, de un partido, el afán de poder, la obnubilación colectiva, esa pedante seriedad, ese engolamiento feroz y ridículo, la cascada del horror, deberían contarse como fracasos de la inteligencia. Necesitamos un Pasteur que descubra la vacuna contra esa rabia festejada, una pedagogía de la inteligencia que evite tales obcecaciones asesinas, o, al menos, que no las condecore.

Lo anterior son fragmentos de mi libro La inteligencia fracasada (2004). Desde que lo escribí no he dejado de dar vueltas sobre el tema. Los fracasos de la inteligencia tienen aspectos parecidos a una enfermedad contagiosa. Hace unos diez años describí una patología comunitaria que denominé “síndrome de inmunodeficiencia social·. Las sociedades, igual que los individuos, tiene un sistema inmunitario que las defiende del ataque de elementos patógenos, por ejemplo, del fanatismo, de la corrupción, del odio. Pero en ocasiones, ese sistema no funciona bien. No reconoce los antígenos y no produce los anticuerpos necesarios. Esa era la enfermedad que detectaba en España. De nuevo soñaba con una vacuna que nos protegiera de ella.

Desde el Panóptico, se ve la necesidad de ampliar el campo y elaborar, junto a la Inmunología biológica, una Inmunología cultural, que se encargaría de reconocer agentes patógenos culturales

Inmunología cultural

El momento ha llegado. Por ello quiero presentarles una nueva ciencia: la inmunología cultural. Como saben, la Inmunología es la ciencia que estudia el sistema inmunitario, un conjunto de procesos que permite a un organismo mantener su equilibro interno (homeostasis) frente a agresiones externas, sean de naturaleza biológica (agentes patógenos), fisicoquímicas (contaminantes o radiaciones) o internas (p.e. células cancerosas). Reconoce lo dañino y reacciona frente ello.

Desde el Panóptico, se ve la necesidad de ampliar el campo y elaborar, junto a la Inmunología biológica (la que conocemos hasta ahora), una Inmunología cultural, que se encargaría de reconocer agentes patógenos culturales (cognitivos, emocionales, morales).  Y protegernos de ellos. Somos híbridos de biología y cultura, y cada uno de esos aspectos tiene sus propios mecanismos de protección. Es interesante que un neurólogo tan respetado como Antonio Damasio considere que también la cultura se ocupa de mantener la homeostasis social, lo que supone admitir antígenos que la agreden.

Los agentes patógenos culturales pueden ser cognitivos, emocionales o morales. Me interesaron primero los afectivos, al leer un texto de Martín Seligman, que fue Presidente de la American Psychological Association. Cuenta que, en una ocasión, el doctor Salk, descubridor de la vacuna contra la poliomielitis, le preguntó si no se podría crear algún tipo de vacuna para problemas como la depresión.” Si en este momento yo fuera un científico joven, -comentó Salk- seguiría dedicándome a la inmunización. Pero en lugar de inmunizar a los niños físicamente, lo haría de otra manera: les inmunizaría psíquicamente. Y comprobaría si esos chicos psíquicamente inmunizados podían luego enfrentarse mejor a la enfermedad mental; y también a la enfermedad física”. Seligman pensó que el mundo se enfrentaba a una epidemia de depresión que, además iría a más, y para bloquearla lanzó junto a sus colaboradores el Programa de Prevención de Pennsylvania: “El programa de inmunización total que el Doctor Salk había imaginado finalmente se había materializado: técnicas cognitivas para que los niños lucharan contra la depresión y técnicas sociales para evitar los rechazos y frustraciones de la pubertad”. (Seligman M., Reivich, K., Jaycox, L., & Gillham, J., 1995 Este programa puede considerarse, en términos generales, como una vacuna, porque desarrolla “fortalezas” en el organismo mental. Lo mismo intentan otros programas, como el de Donald Meichenbaum, que se denomina significativamente “Inoculación del estrés”.

Una vacuna contra la persuasión suscitaría la producción de anticuerpos mentales

Inoculación psicológica

A pesar de la resonancia de estas “vacunas afectivas”, creo que es en el campo de los fracasos cognitivos donde se ha avanzado más, es decir, en el estudio de las ideas, creencias, sesgos que alteran gravemente la vida personal o la convivencia social. En 1960, creció la preocupación en EEUU por la posibilidad de que los militares capturados por el enemigo durante la guerra del Vietnam sufrieran un “lavado de cerebro” por parte del enemigo. Esto llevó a William McGuire, psicólogo social, a investigar el modo como la gente podría aprender a resistir a las técnicas de persuasión.

Una de sus sugerencias fue una “vacuna contra el lavado de cerebro”, en otras palabras, una “inoculación psicológica”. De la misma manera que en las vacunas una dosis pequeña de antígeno dispara la producción de anticuerpos, una vacuna contra la persuasión suscitaría la producción de anticuerpos mentales. El auge en los últimos tiempos de las fake news y de la desinformación durante la pandemia COVID 19 ha atraído la atención de nuevo sobre la posibilidad de esta “vacuna”. Las redes sociales han facilitado la difusión de bulos y de hecho se utiliza el nombre de “viralización” para designarla. Un ejemplo, la viral difusión de QAnon -la idea de que un grupo de adoradores de Satanás pedófilos gobierna la nación. Según el World Economic Forum (2018) la desinformación es una amenaza global. La UNESCO señala que los ciudadanos deben mejorar sus conocimientos, habilidades y actitudes para evaluar la información on-line. Las acciones educativas, las leyes, los filtros introducidos por algunas redes sociales, o los fact-checking, como en España los de Newtral.es, no han dado los resultados apetecidos. Según ‘PolitiFact’, alrededor del 70% de las afirmaciones sobre hechos de Donald Trump durante su primera campaña para la presidencia eran falsas, y eso no importó a sus votantes. Por eso, los investigadores están explorando otros métodos. Aquí aparecen de nuevo las vacunas mentales.

No se llaman así. Se utiliza la palabra pre-bunking, un desenmascaramiento preventivo de los bulos, la propaganda engañosa y los métodos que utilizan los manipuladores. Se pueden comparar a una vacuna porque permiten detectar los antígenos y fortalecen las defensas del individuo contra ellos. Por ejemplo, mostrar cómo se difunde un bulo y como se puede actuar de cortafuegos para evitar su difusión -como hace el gráfico siguiente-  favorece la toma de conciencia y la intervención positiva. Las líneas rojas son las difusoras del virus.

Se ha comprobado la eficacia de juegos diseñados como vacunas. El primero fue Bad News, creado por Roozenbeck y van der  Linden en la Universidad de Cambridge. Los jugadores tienen que expandir lo más posible un bulo utilizando alguna de las seis estrategias comunes utilizadas por los difusores de fake news: suplantación de personalidad; conspiración; polarización; desacreditación de las fuentes; trolear; trolling; provocaciones emocionales. La idea es que descubrir cómo se hace trampas evita que seas víctima de ellas. Le siguió Harmony Square, también promovido por la Universidad de Cambridge, y Go Viral . (Más información en  inoculation.science).

No es el único intento de fortalecer las defensas contra los antígenos cognitivos. Steven Pinker ha dedicado a ello su último libro –Racionalidad- que comento en la sección he leido. Ya había identificado varios “anticuerpos mentales” en otro de sus libros – Los ángeles que llevamos dentroDespués de explicar en quinientas páginas por qué considera que la humanidad ha progresado, identifica unos “ángeles buenos” que lo han facilitado: el Estado, el comercio, la feminización de la sociedad, la expansión de la empatía y la racionalidad. Podrían considerarse eficaces anticuerpos.  Andy Norman ha resumido parte de estas investigaciones en su último libro Mental Immunity: Infectious Ideas, Mind-Parasites, and the Search for a Better Way to Think, del que ya hablaré.

A las patologías y fracasos afectivos y cognitivos, hay que añadir las que afectan a las que afectan a las normas morales. En Biografía de la Inhumanidad, he estudiado como los agentes patógenos debilitan las tres barreras protectoras contra el horror: los sentimientos sociales, las normas morales, y las instituciones.    Por ahora, debo aparcar el tema.

El esquema general de la Inmunología está completo. Esa vacuna que anhelaba al estudiar la estupidez humana parece posible. Ojalá pudiéramos desarrollarla con la misma eficacia y rapidez con la que se ha conseguido la vacuna contra la COVID19. Y que todos aceptáramos recibirla.

Únete 4 Comments

  • Emma Vivas dice:

    Quería transmitirle mi agradecimiento por este blog. Yo no tengo estudios superiores finalizados y no tengo por ello los recursos adecuados para racionalizar información, y aún así me atrevo a hacer un comentario porque hay cosas que me inquietan. Entre ellas está el asombro… no sé si es algo ya muy debatido, descartado, en fin , me faltan lecturas para confirmarlo. El asombro es algo que parece que la sociedad busque con desesperación, y que por ello el arte no busca más que eso, y hasta la información, las Fake News se hacen así más virales, se consume asombro para satisfacer rápidamente el vacío de la comodidad privilegiada, como si desde el romanticismo nos sintiéramos culpables por el privilegio. Espero no haber incomodado con este comentario.

    • jose antonio marina dice:

      Perdona el retraso en contestar. El asombro es una emoción universal que responde a la aparición de algo imprevisto. En los animales es el reflejo de arousal, de ponerse alerta. Lo que se está desarrollando ahora no es tanel el asombro como la «necesidad de estimulacion continua», de esstr recibiendo mensajes. Eso lleva a una especie de «hiperactividad cognitiva» en que cuest trabajo fijar la atención, que debe estar siendo permanentemente atraida por algo. La publicidad contribuye tambien.. Antes consistía en exponer las ventajas del producto, despues en relacionar ese producto con alguna otra aspiracion (estar a la moda, distinguirte, dar envidia, etc.). Ahora, por ejemplo en los digitales, proliferan los anuncios del tipo «La nueva falda de Z que enamora a las influencers», «No te vas a creer como luce fulanita con este collar»,

  • Pablo García dice:

    Muchas gracias, Sr. Marina, por su enorme esfuerzo pleno de talento para identificar causas de tantas tendencias preocupantes que vemos cada día; a pesar de contar con privilegios en términos de comodidad física, educación y acceso al conocimiento como en ninguna otra época.
    Concretamente hay dos puntos que especialmente me llaman la atención:

    1) Anticuerpos ante manipulaciones: es un concepto interesantísimo. Quizás pueda darse algo similar, de forma natural, no planificada científicamente como en una vacuna, cuando sufrimos una de dichas manipulaciones y a través de la catarsis o, simplemente, del acto reflejo, tenemos los ojos más abiertos para la próxima ocasión. Así quizás ocurrió en Europa después de la II Guerra Mundial (no tanto de la primera, curiosamente…) o incluso en España con la Transición. Como en el teatro, la catarsis purifica (y vacuna…). Desgraciadamente no es el método ideal, pero me temo está históricamente demostrada su eficacia, en ocasiones, y sólo durante un tiempo.
    Vamos, una vacuna de bajo nivel…

    2) ¿Cómo des-fanatizar a un fanático…?
    Lo he intentado varias veces, pero salvo por el método catártico me es absolutamente imposible. Al menos de momento. Aunque intuyo que puede haber varios elementos, no sólo de ideas sino de técnicas más ligadas a las emociones, a las categorías mentales automáticas, a la imagen o al sueño que cada persona puede tener de sí misma…
    En definitiva, sólo faltaría la «psico-magia», je je…

    Bueno, no quiero marearle más.

    Muchas gracias y mucha energía para seguir navegando por los canales de la inteligencia. Aunque parezcan secos como los canales marcianos de Bradbury que surcaban veleros alimentados por la luz.

    Un afectuoso saludo.

    Pablo García

    P.d.: aprovecho para felicitar a Emma Vivas por la sinceridad y certeza de su comentario anterior. Efectivamente, hay necesidad de sueños, de ídolos, de ilusiones, referentes, y nuestra credulidad y las RRSS son campo abonado para ello.

    • jose antonio marina dice:

      El fanatismo es dificil de eliminar porque tiene sistemas de autodefensa. Uno de ellos es registrar solo la información que corrobora el prejuicio, y no tener en cuenta la que lo debilita. Las nuevas tecnologias favorecen esta actitud porque pueden crear filtros burbujas que ponen en relación sólo a los correligionarios. Todos repetimos que es preciso fomentar el pensamiento crítico, pero no sabemos bien como hacerlo. Es uno de los objetivos del Panoptico. Desamar al fanatismo debe ser una tarea social, emprendida desde muchos flancos: proporcionar mejor información; desacreditar a los fanáticos, erosionar «los bordes», no la creencia central; ridiculizarlos; llevar a sus ultimas consecuencias lo que dicen, etc.
      Primero hay que ponerse de acuerdo sobre alguna base de discusión. Si uno dice que sabe algo por revelación divina, va a ser difícil convencerle de nada. Lo unico que se puede hacer es preguntarle por qué sabe que es una revelación divina. Me recuerda a un chiste judio: «Mi rabino habla todos los dias con Dios», dice un judio. «¿Y tu como lo sabes?». «Me lo ha dicho él». ¿Y como sabes que no te engaña». «¡Pero como me va a engañar una persona que habla todos los dias con DIos».

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