Dos estudios leídos estos días me confirman el interés de El Panóptico, y la necesidad de apelar a la historia para comprender el presente.
Científicos de Princeton y del MIT han creado el “Network Contagion Research Institute”, para estudiar las epidemias de desinformación facilitadas por las redes. Richard Dawkin, en “Viruses of the Mind” sostenía que muchos fenómenos culturales temibles podían ser modelados como epidemias.
Cuando desde el Panóptico se estudia la evolución de las ciudades se comprueba que tiene su origen en la confusa búsqueda de la felicidad que ha movido siempre a los humanos, y que se concreta en tres objetivos: la comodidad, la calidad de las relaciones, el aumento de posibilidades.
Desde el Panóptico, se ve con claridad que uno de los hilos que forma el trenzado de la historia es la energía, su uso y su distribución. Hace ya setenta años Leslie White afirmó que la energía disponible era el fundamento del desarrollo social. La cultura entera dependía de ella.
El estudioso de la Historia pretende conocer y comprender el pasado. Su trabajo no consiste en emitir juicios morales sobre lo sucedido. En cambio, la Panóptica aspira a aprender de la Historia, servirse de ella para conocer mejor las conductas humanas.
Es difícil saber la duración, la profundidad, el impacto social de las modas o las corrientes de pensamiento. Lo que en un momento dado parece transcendente, puede resultar efímero. ¿Qué pasará con el movimiento woke?
Desde el Panóptico se divisa un fenómeno histórico complejo y dramático, al que he denominado “tobogán político”. Es una dinámica acelerada, a veces no querida por nadie, que puede impulsar a las sociedades hacia la tragedia.