Le Point ha publicado una entrevista con el filósofo ucraniano Volodomyr Yermolenko, de la que cito un párrafo: “Los rusos no pueden ver el mundo según las relaciones horizontales, de asociación, y de cooperación. Para ellos, todo es vertical: usted es dominador o dominado. Cuando han comprendido que ya no dominaban el mundo han sacado la conclusión de que están siendo dominados, por lo tanto, en peligro, y que la solución era amenazar a los otros. En cambio, el mundo occidental está construido sobre el principio de “juego de suma positiva”: en cada transacción todo el mundo debe ganar algo, aunque sea posible que unos ganen más que otros. Los rusos practican el “juego de suma negativa”. Incluso si sufren, están contentos si sufren menos que los otros”.
Creo que es demasiado optimista al juzgar a Occidente. En 2007, Donald Trump dijo: ” Mucha gente dice que un buen acuerdo es ese en que los dos lados salen ganando, Eso es una patraña, En un buen acuerdo sales ganando tú, no el otro lado, Se trata de aplastar al ponente y de sacar partido para nosotros”.
El tema de los juegos de suma positiva es central para el argumento de El deseo interminable. ¿Será la mejor solución para encontrar la felicidad política? ¿Es posible mantenerlos siempre?
”El odio y la envidia tienden a juegos de suma negativa como en la historia de los dos enemigos a quien el sultán quiere premiar.
Un juego de suma cero es aquél en el que las ganancias de un lado suponen las pérdidas del otro. Si un equipo de fútbol gana, el otro pierde. Un juego de suma positiva es aquél en que ambas partes sacan algún provecho, como un negocio justo de compraventa. Y un juego de suma negativa es aquel en que todos pierden, como la guerra de Ucrania. El odio y la envidia tienden a juegos de suma negativa como en la historia de los dos enemigos a quien el sultán quiere premiar. Te daré lo que me pidas, pero a tu enemigo le daré el doble. “Quiero que me saquen un ojo”, respondió el envidioso. Por eso, el racionalista John Rawls, que pensaba que la justicia podía encontrarse si todos se comportaban racionalmente, llegó a la conclusión de que la envidia era un gran obstáculo. En efecto, es una pasión destructiva.
”La política ancestral se ha basado casi siempre en juegos terribles de suma cero: invasiones, guerras, exterminios. Una y otra vez, como en Ucrania, emergen las pasiones ancestrales.
Robert Wright ha defendido que la evolución de las culturas es una búsqueda continua de soluciones de suma positiva a los inevitables problemas que surgen de la convivencia. El talento político consiste en encontrar soluciones win-win, de suma positiva, en la que todos los participantes logren satisfacer parte de sus aspiraciones legítimas. Ha dedicado un libro a demostrar esa visión optimista: Nadie pierde. La teoría de juegos y la lógica del destino humano. La política ancestral se ha basado casi siempre en juegos terribles de suma cero: invasiones, guerras, exterminios. Su esquema central, como señaló Schmitt, es la oposición amigo-enemigo. Frente a esa política se ha ido construyendo lo que llamo “política ilustrada”, que no se centra en el enfrentamiento amigo-enemigo, ni en la dialéctica de la fuerza, ni en juegos de suma cero, sino en el afán de transformar el conflicto entre dos fuerzas en un problema común a resolver. La dialéctica victoria-derrota es sustituida por la dialéctica solución buena-solución mala. Es buscarse sistemáticamente soluciones de suma positiva. Es un salto de nivel que supone una reformulación de la política, que no acaba de cuajar. ¿Por qué?
El estudio de las pasiones humanas nos da alguna pista sobre esta dificultad. Hablamos antes de la envidia, pero, además, una de las grandes motivaciones humanas es el deseo de dominar. Sabemos que tenemos necesidad de cooperar, pero al mismo tiempo tenemos un componente competitivo y nos gusta ganar. Y esto es un enorme obstáculo para conseguir una sociedad basada en la política ilustrada. Una y otra vez, como en Ucrania, emergen las pasiones ancestrales.
Mucha gente piensa que no siempre se puede conseguir una solución win-win. El violador y la persona amenazada no pueden llegar a un acuerdo en que ambos consigan algo. En efecto. Pero las cosas cambian si se amplía el foco. El violador tendrá que reprimirse para respetar los derechos de la víctima. El respeto de los derechos en ese caso parece jugar en contra de sus intereses. Pero, los familiares de la persona amenazada pueden pensar que es bueno castrarle, y en ese caso el respeto a los derechos jugará a su favor.
La “Ciencia de la evolución de las culturas” nos permitirá saber si Robert Wright tiene razón. Si buscar sistemáticamente las soluciones win-win podría ser uno de los componentes de la “vacuna contra la estupidez” que buscamos.
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