Me gustaría poder medir la “felicidad pública” a lo largo de la historia. Creo que intentar medir la felicidad subjetiva es inútil, pero que, en cambio es posible hacerlo con la “felicidad objetiva”, lo que los ilustrados llamaban “felicidad pública” o “felicidad política”.
El mundo occidental está construido sobre el principio de “juego de suma positiva”: en cada transacción todo el mundo debe ganar algo, aunque sea posible que unos ganen más que otros. Los rusos practican el “juego de suma negativa”. Incluso si sufren, están contentos si sufren menos que los otros”
¿Seremos capaces de utilizar bien la inteligencia, es decir, de convertirla en talento? Y puesto que esa es la función de la educación, ¿seremos capaces de organizar un sistema educativo capaz de producir el talento necesario?
Desde el Panóptico todas las aventuras y desventuras de los humanos pueden interpretarse como una tanteante búsqueda de la felicidad.
¿Por qué considero el derecho a las vacaciones un ejemplo de “felicidad política”? ¿De dónde venimos? ¿Dónde vamos? Estas son dos de las grandes preguntas que se ha hecho el hombre, pero hay otra más importante aún: ¿Cómo podemos vivir felices?
Desde el Panóptico se constata que el concepto “capital social” (en castellano debería ser “capital comunitario”, para evitar confundirlo con el “capital social de una empresa”) aparece una y otra vez en la literatura sociológica, política y económica, sin aceptarse del todo, pero sin desaparecer.