El resentimiento y el tiempo. El odio es la ira envejecida, enranciada. El resentimiento insiste más en esa referencia temporal. Es una emoción que muestra…
Llegará un día en que nuestros descendientes, indignados, queden estupefactos ante la lectura de nuestra historia y den a esta inconcebible demencia el nombre que…
Un archivo tan amplio y dilatado en el tiempo como el mío, guarda relaciones y nexos que he olvidado. Posiblemente sería más exacto decir “que…
En una entrevista en La Sexta, Mario Conde habló hace unos días del poder que tuvo en sus manos, y de cómo en aquel momento…
De los años en que me dediqué a la lingüística para escribir La selva del lenguaje y Diccionario de los sentimientos me ha quedado un…
El estudio de la historia me lleva a pensar que la voluntad de poder es una manifestación de un deseo más amplio, que se manifiesta de muchas maneras, y al que denomino pulsión expansiva. Se manifiesta en el afán expansionista de las naciones, de las empresas, de las religiones, en el deseo del alpinista por subir a la cumbre más alta, del deportista por batir una marca, del creador por conseguir una gran obra o del yogui por alcanza la liberación.
Con motivo de la guerra de Ucrania se habla mucho de los oligarcas rusos, un grupo de personas económicamente poderosas gracias a los favores que les ha hecho Putin. La palabra está bien elegida. Platón, al estudiar los regímenes políticos, incluye la “oligarquía”, que etimológicamente significa el gobierno de unos pocos, pero que a su juicio es un régimen basado en la riqueza, en el poder económico.
¿Tenían razón los economistas ilustrados? La idea de que los intereses económicos pacificarían el mundo estaba vigente al comienzo del siglo XX. Cundía la idea de que la interdependencia financiera y económica de las naciones hacía imposible la guerra, pero estalló. Las pasiones se impusieron a los intereses. O tal vez haya que pensar que el interés económico puede convertirse en una pasión arrolladora, convertida en una versión de la “voluntad de poder”.
La guerra de Ucrania refuerza mi convicción de que el cerebro humano puede sufrir regresiones. Toda su arquitectura parece dirigida a aprovechar el impulso pasional para dirigirlo a metas inteligentes.