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21.4.2022.- La Historia como experimento

La guerra de Ucrania refuerza mi convicción de que el cerebro humano puede sufrir regresiones. Toda su arquitectura parece dirigida a aprovechar el impulso pasional para dirigirlo a metas inteligentes. En este sentido la evolución humana puede entenderse como un aumento de la capacidad de controlar el propio funcionamiento mental y, mediante ello, desarrollar la facultad de pensar y tomar buenas decisiones. El cerebro es una maravillosa máquina de aprender, pero muy heterogénea. Las zonas más antiguas, sede de los impulsos básicos y de las emociones, aprenden muy lentamente. La corteza cognitiva lo hace con mucha rapidez. Eso quiere decir que podemos avanzar mucho en el conocimiento, y no avanzar nada en nuestras emociones. Una guerra puede interpretarse como la imposición del mundo pasional sobre el freno cognitivo.

Todas las sociedades han intentado introducir mecanismos para mantener la paz, que siempre ha sido una de las imágenes más consistentes de la felicidad. Y lo han hecho construyendo tres diques para encauzar el torrente pasional. Lo he explicado con detenimiento en Biografía de la inhumanidad. Hay un dique afectivo, que intenta fomentar los sentimientos de compasión, solidaridad, cooperación, ayuda. Por si ese falla, hay un segundo dique que son las normas morales interiorizadas, la voz de la conciencia, podríamos decir. Y temiendo que este también se desplome, un tercer dique son las instituciones jurídicas y políticas. En el caso de las guerras, se derrumban todos.

La continua presencia de la guerra en nuestro mundo indica que no hemos construido esos diques con la suficiente fortaleza. En todo caso algunas sociedades lo han hecho a escala nacional, por lo que la guerra civil se hace muy difícil. Pero carecemos de esas barreras a escala mundial. La ONU, que debería ser el dique institucional, no funciona. El proyecto europeo lo ha hecho en nuestro continente, y es un logro ejemplar, pero las tensiones que sufre manifiestan su dificultad.

Si cambiar nuestra estructura pasional, – el afán de poder, la belicosidad, la llamada de la tribu- es tan difícil, ¿tenemos alguna solución para librarnos del horror? Un primer paso sería conocer bien los automatismos pasionales, que funcionan tan inevitablemente como las ilusiones ópticas.

En la imagen, yo no puedo dejar de ver una mesa más larga que la otra, aunque sepa que son iguales. Actuaré inteligentemente si en el momento de toma decisiones me guio por lo que sé y no por lo que veo. Pues lo mismo sucede con las emociones profundas. Explicar esas ilusiones pasionales y lo que sucede cuando se imponen es una de las tareas de la Ciencia de la evolución de las culturas. Es también uno de los factores de la vacuna contra la estupidez.

He vuelto a leer El tercer chimpancé, de Jared Diamond, un interesante científico interdisciplinar. Este autor me interesa mucho por su empeño en que aprendamos de la historia. En Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen (2006), estudió la causa de que algunas sociedades tomen decisiones desastrosas, que acaban destruyéndolas. En El mundo hasta ayer (2012), se pregunta qué puede aprender el mundo occidental de las sociedades tradicionales. Examina 39 sociedades tradicionales de agricultores y cazadores-recolectores en pequeña escala con respecto a cómo se enfrentan a los problemas humanos universales.

Estudiar como las naciones se han enfrentado a serias crisis, y si pueden aprender de ellas de la misma manera que lo hacen las personas es el tema de Crisis (2012). Especialmente interesante me parece el libro que dirigió con James Robinson, Natural Experiments of History. Parten de la idea de que no es posible estudiar la historia mediante el método científico de hacer experimentos controlados, pero que pueden usarse como tales sucesos históricos similares en muchos aspectos, pero que difieren en otros. Es una apuesta arriesgada, pero fascinante.

He vuelto a leer a la carrera El tercer chimpancé, porque quería recordar lo que dice sobre la tendencia humana al genocidio. Pero ya no puedo comentar su opinión.

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