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20.4.2022.- ¿Quién educa a nuestros jóvenes?

Un estudio de la Finnish National Agency for Education señala que el 70% del aprendizaje de nuestros alumnos se da a través de cauces informales, el 20 por ciento a través de canales formales y solo un diez por ciento a través de los programas escolares formales. Tal vez esta terminología resulte extraña al lector. Se entiende por enseñanza formal la que se hace con una finalidad educativa y con programas diseñados y estructurados para ese fin. El paradigma es la escuela. Enseñanza no formal es la que tiene un propósito educativo, pero no utiliza programas formalmente estructurados. El ejemplo típico sería la educación familiar. Enseñanza informal es la que no tiene una finalidad educativa. La influencia del entorno.

Todo aprendizaje forma, pero no todo aprendizaje es educativo. Definimos “educar” como el aprendizaje dirigido intencionalmente a un fin. La encuesta finlandesa nos dice que el 70% de la información o formación que reciben nuestros niños y jóvenes no es educativa. Es aleatoria, casual, orientada por otros intereses. Esto introduce un margen de incertidumbre en su futuro. Nuestros jóvenes están continuamente aprendiendo, pero no sabemos qué. El contexto, el ambiente social, el entorno cultural tienen un poder determinante. Si no colaboran con la escuela, el poder educativo de esta disminuye estrepitosamente.  Lo que ha cambiado en los últimos decenios es que antes se vivía en una sociedad más homogénea, en la que había un consenso básico en ciertos valores. Eso ha desaparecido por causas variadas, lo que ha producido efectos buenos y también consecuencias educativas no deseables. Los profesionales de la educación se sienten impotentes ante las poderosas fuerzas formativas de la sociedad, las nuevas tecnologías, la propaganda, las ideologías.

Tener un buen nivel educativo es imprescindible para que una nación sea próspera, cordial y justa. Pero esto es algo más que tener un buen nivel escolar. Como he repetido muchas veces, “Para educar a un niño hace falta la tribu entera. Y para educar bien a un niño, hace falta una buena tribu”. Por eso sería importante elaborar una “Carta de los deberes educativos de la sociedad”, con la idea clara de que el beneficiario no es el alumno, es la comunidad entera.

Con esa finalidad he intentado a lo largo de mi vida diferentes iniciativas, que no acabaron de cuajar. La primera fue llamar a una Movilización educativa de la sociedad, para que todos los ciudadanos fuéramos conscientes de que influimos con intención o sin ella.

Ley Universal del aprendizaje:

“Toda persona, organización, empresa, o sociedad, para sobrevivir deberá aprender al menos a la misma velocidad a la que cambia el entorno; y si quiere progresar, a más velocidad”.

Después, intenté ayudar a las familias con la Universidad de Padres. Y, por último, con el programa Ciudades con talento, que señalaba a los municipios como agentes educativos de elección para enfrentarse a ciertos problemas educativos de gran envergadura, como el fracaso escolar, las conductas violentas, el consumo de drogas, o el paro juvenil. Ninguna de ellas tuvo éxito, pero vuelvo a la carga. Creo que hemos entrado en la “Sociedad del aprendizaje”, que se rige por una implacable “Ley Universal del aprendizaje” que dice así: “Toda persona, organización, empresa, o sociedad, para sobrevivir deberá aprender al menos a la misma velocidad a la que cambia el entorno; y si quiere progresar, a más velocidad”. La orientación de nuestro futuro depende de que elijamos bien como debe ser ese aprendizaje.

Trato este tema porque hoy he estado grabando un podcast sobre educación con Juan Ramón Lucas y Sonia Díez, para un programa de “activismo” educativo. Les deseo éxito.