Buscando información sobre el modo en que los humanos han pensado la felicidad, he dedicado estos últimos días documentándome sobre el modo como han entendido la felicidad perfecta, es decir, la vida en el Paraíso o en el Cielo.
La teología ha intentado responder a las preguntas ¿qué experimentaran los cristianos tras la muerte? La variedad de respuestas, dicen, son decepcionantes para un teólogo, pero interesantísimas para un historiador.
No podemos inventar una palabra para cada uno de los dos millones de matices de color que podemos percibir, ni tampoco para cada uno de los sentimientos o emociones. La experiencia afectiva integra muchísimos elementos, que no sabemos identificar.
¿Puedo reducir la historia de la búsqueda de la felicidad a una historia del consumo? Creo que no, pero tendré que asegurarme.
Me gustan los mapas. Comprendo que en el siglo XVII los holandeses decoraran con ellos sus casas. Así se ve en los cuadros de Vermeer “Soldado y muchacha sonriente”, “El arte de la pintura”, “Mujer leyendo una carta”, o en “Los músicos” de Jacob Ochtervelt.
Los colegiales de mi tiempo sabíamos de memoria el comienzo de algunas obras literarias: “En un lugar de la Mancha…”, “Oigo Patria tu aflicción…”, “Con…
¿Seremos capaces de utilizar bien la inteligencia, es decir, de convertirla en talento? Y puesto que esa es la función de la educación, ¿seremos capaces de organizar un sistema educativo capaz de producir el talento necesario?
El estudio del adiestramiento de animales nos permite aclarar este sorprendente hecho. Amaestrarlos significa aprovechar su capacidad de aprendizaje para someter su conducta a pautas impuestas desde fuera por un cerebro mas desarrollado.