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20.5.2022.- ¿Podemos experimentar una emoción que no tiene nombre?

Los psicólogos que creen que no hay emociones universales porque todas están construidas socialmente, suelen referirse a las diferencias léxicas entre unas culturas y otras. En este momento redacto una Monografía sobre la ira, una emoción omnipresente en el comportamiento humano y, por lo tanto, en la historia. Por ello he vuelto a revisar la documentación que manejé al escribir el Diccionario de los sentimientos y me he reencontrado con Anne Wierzbicka, una lingüista cuya obra me fascinó.  Cree que si tomamos como tema una emoción tal como es designada en una lengua – en este caso anger o furia, por ejemploignoramos que esas palabras designan sólo una emoción inglesa o española. Pone como ejemplo que el término ilongot liget estudiado por Rosaldo y el ifaluk song, estudiado por Catherine Lutz, no significan esencialmente lo mismo que anger o furia, aunque estas palabras las traduzcan aproximadamente. Liget tiene un carácter competitivo relacionado con la envidia y la ambición. Y la palabra ifaluk song designa un sentimiento que responde a la mala conducta de alguien. El ofendido la manifiesta con el fin de cambiar la conducta del ofensor. Puede dejar de comer o incluso intentar suicidarse para conseguir que el culpable se dé cuenta de la maldad de su acción (Rosaldo, M. Knowledge and Passion, Ilongot Notion of Self ans Social Life, Cambridge University Press, 1980; Lutz, C. Unnatural Emotions, University of Chicago Press, 1988). (Wierzbicka, A., Semantics, Culture and Cognition, Oxford University Press,1992, pp.119-134).

Wierzbicka tiene razón al decir que todas esas palabras son variantes de una emoción más general, que no podemos nombrar en un idioma concreto. Su propuesta es que puede definirse en un lenguaje universal construido a partir de unos pocos universales semánticos. Pero esta es una cuestión técnica en la que no quiero entrar.

El tema de la relación del lenguaje con la realidad es filosóficamente importante porque, al menos desde Wittgenstein, se repite que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi pensamiento”. En este caso, significaría que no puedo sentir una emoción si no tengo una palabra para designarla. Y esto es falso. El pensamiento puede ir más allá del léxico. Por ejemplo, cada idioma segmenta los colores de una manera determinada. Según el inventario de Angela Bidu-Vrăncenau, en francés están lexicalizados 126 colores. En cambio, la tribu de los dani solo dispone de dos palabras para designar todos los colores, algo así como fríos y cálidos. ¿Quiere eso decir que los franceses ven más colores que los dani? Eleanor Rosch mostró que no es así, que, a pesar de la pobreza de su vocabulario, los dani reconocían los colores de un modo muy similar a como lo hacen los occidentales.

Con los sentimientos ocurre lo mismo. Podemos sentirlos, aunque no tengamos palabras para nombrarlos. La palabra nostalgiala tristeza del que está lejos del hogar- apareció recientemente. Aunque Corominas la fecha en 1884, la he encontrado en el diccionario de Nuñez de Taboada de 1825. Sin embargo, estoy seguro de que esa emoción se ha sentido siempre, aunque no se la nombrara. En castellano no existe una palabra que traduzca el alemán Schadenfreude, que es la alegría ante el mal ajeno, y, por supuesto, los españoles también la sentimos.

John Koenig, en una curiosa webThe dictionary of obscure sorrows” recoge sentimientos comunes innominados, para los que inventa las palabras correspondientes. Doy algunos ejemplos:

Lilo

Recuperar una antigua amistad y sentir como si no hubiera pasado el tiempo.

Pâro

El sentimiento de que hagas lo que hagas siempre hay algo que está mal.

Opia

Sensación ambigua de alta intensidad al mirar a alguien directamente a los ojos y sentir que es un acto invasivo que a la vez nos hace vulnerables.

Kairosclerosis

La sensación que experimentamos cuando nos damos cuenta de que somos felices en un momento concreto y tratamos de disfrutarlo, lo que reduce dicha felicidad.

Chrysalism

La sensación de seguridad y tranquilidad al mirar una tormenta por la ventana de nuestra casa.

He organizado los deseos en tres campos desiderativos, y para organizar las emociones utilicé en el Diccionario el concepto de campo afectivo

No podemos inventar una palabra para cada uno de los dos millones de matices de color que podemos percibir, ni tampoco para cada uno de los sentimientos o emociones. La experiencia afectiva integra muchísimos elementos, que no sabemos identificar. Mucha gente piensa que no sabe lo que siente, porque no encuentra una palabra con que etiquetarla. Siguiendo un sistema parecido al de Wierzbicka he organizado los deseos en tres campos desiderativos, y para organizar las emociones utilicé en el Diccionario el concepto de campo afectivo. Una de las tareas de la historia de los sentimientos es ir desbrozando esta tupida maleza sentimental. Por eso sostengo que puede ayudar a crear una Psicología más profunda.  En una próxima entrada pondré como ejemplo la evolución de la sexualidad y el amor.

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