Me gustan los mapas. Comprendo que en el siglo XVII los holandeses decoraran con ellos sus casas. Así se ve en los cuadros de Vermeer “Soldado y muchacha sonriente”, “El arte de la pintura”, “Mujer leyendo una carta”, o en “Los músicos” de Jacob Ochtervelt. (Tomo los datos del brillantísimo libro de Svetlana Alpers El arte de describir. El arte holandés en el siglo XVII.)
Pero no solo me interesan los geográficos, sino también los históricos o los maravillosos mapas del cerebro que se están diseñando.
Los mapas son estáticos, por lo que deben ser completados por “diagramas de flujo”, que indican el movimiento de un proceso. Las nuevas tecnologías nos permiten unir ambas técnicas y elaborar una cartografía dinámica. Podemos ver en una secuencia temporal abreviadísima la evolución de una ciudad o de un paisaje. Lo mismo sucede con los mapas históricos. Pueden representar los movimientos políticos, bélicos o sociales. Esto enlaza con ese Panóptico. Trabajo en este momento en una historia de la humanidad vista con rayos gamma, es decir, atendiendo a las fuerzas emocionales que la han movido. Es la historia vista desde el Panóptico. La cartografía nos es de gran utilidad para viajar por un territorio, y he pensado que una cartografía dinámica puede ser útil para viajar por el tiempo histórico.
Hoy presentamos el inicio del mapa. Todos nuestros avatares históricos comienzan tras un proceso evolutivo que duró millones de años. Para no remontarnos mas allá de lo necesario, vamos a elegir como punto de partida la aparición de los primates, un orden de mamíferos del que emergieron los homínidos y al final los sapiens. Nosotros. La evolución es una energía flexible y adaptativa que obliga a los animales a actuar para sobrevivir. El Proyecto Gamma de El Panóptico quiere estudiar las variadas maneras como una fuente de energía -el sapiens- va adaptándose al entorno, cambiándolo, cambiándose a sí misma, creando la historia humana.
El mapa básico que hoy presentamos comienza, pues, en los primates y en las fuerzas que los incitan a actuar. El esquema básico es sencillo: son organismos vivos determinados por sus necesidades (sobrevivir y reproducirse), que para satisfacerlas nacen provistos de un eficiente sistema de impulso y de dirección. Nada de lo que hacen lo hacen sabiendo lo que hacen. Nosotros decimos que cuando comen están apropiándose de la energía suficiente para mantener su homeostasis. Ellos responden automáticamente a una pulsión. Nosotros decimos que cuando se aparean están transmitiendo sus genes y preservando la especie. Pero nada de eso saben los protagonistas. Incluso los humanos tardaron mucho en relacionar el coito con la reproducción.
Las conductas necesarias para satisfacer esas necesidades básicas están dirigidas por dos mecanismos. En primer lugar, por programas instintivos que se desarrollan automáticamente (nutrirse, integrarse en un grupo, cooperar, relacionarse sexualmente, cuidar de las crías). El recién nacido viene preparado para mover la cabeza hasta que encuentra el pezón de la madre y entonces mamar. En segundo lugar, vienen provistos de un sistema de orientación perceptivo y emocional, que adapta esos programas automáticos a la situación presente. Captan información y la evalúan. Cuando el conejo busca comida, procesa la información que le permite encontrarla, pero si entre esa información detecta una sombra moviéndose en el aire, se esconde. Nosotros decimos que tiene miedo al depredador. El conejo no sabe por qué lo hace.
Me interesa sobre todo estudiar la orientación emocional y su relación con los impulsos y deseos. Todo el mundo tiene necesidad de respirar, y sentimos una emoción –la angustia– cuando nos estamos ahogando. Es tan desagradable que nos impulsa a buscar desesperadamente aire. Si no sintiéramos esa emoción nos dejaríamos morir, como sucede en la “muerte dulce” producida por la intoxicación por monóxido de carbono. La victima no siente ninguna angustia y, por lo tanto, no intenta satisfacer su necesidad de oxígeno. El deseo sexual puede quedar aparcado por la emoción de miedo, que impone una meta mas urgente: huir. La furia tras una agresión puede bloquear el hambre. Los neurólogos nos dicen que en situaciones de alerta entra en juego el sistema nervioso simpático de reacción rápida, que prepara para la respuesta a un peligro mandando más sangre al cerebro y al sistema muscular, y paralizando el sistema digestivo y sexual, actividades lujosas en ese momento.
”Esa gran transformación estuvo protagonizada por la aparición de la capacidad ejecutiva, hecha posible por los cambios en los lóbulos frontales.
Como primates que somos, hemos heredado estas herramientas para sobrevivir, pero a lo largo de la evolución se han visto alteradas por la “gran transformación” que hace dos millones y medio de años dio lugar a la aparición del género homo, que a su vez evolucionó hasta que hace unos doscientos mil años aparecimos nosotros, homo sapiens.
Esa gran transformación estuvo protagonizada por la aparición de la capacidad ejecutiva, hecha posible por los cambios en los lóbulos frontales. Las capacidades animales se transformaron, porque se liberaron de la tiranía del estímulo. Hasta ese momento el circuito de la acción era muy simple: estímulo-respuesta.
Con la aparición de las funciones ejecutivas (una de las cuales es la inhibición de la respuesta) se abrió un hiato, entre el estímulo y la respuesta, un hueco que fue ocupado por mediadores simbólicos. El impulso de asaltar a la primera hembra en celo que apareciera quedó bloqueado por una serie de frenos no físicos, sino simbólicos. El pensamiento es el gran intermediario. Nos permite anticipar el futuro, prever las consecuencias, obedecer normas, etc. La capacidad ejecutiva permitió que el individuo pudiera manejar las “representaciones de las cosas” sin necesidad de manipular las cosas mismas. Manejamos los símbolos para ahorrarnos tener que manejar las realidades.
Estas fantásticas facultades no se crearon de la nada. Tardaron cientos de miles de años en perfeccionarse. La evolución es abrumadoramente laboriosa y lenta. Las capacidades ejecutivas y el pensamiento simbólico emergieron a partir de la inteligencia heredada y reobraron sobre ella. Surge así el sapiens como una especie híbrida de naturaleza y cultura, dotada de unas herramientas animales transformadas simbólica y ejecutivamente. Esto supuso una explosión de creatividad. Gracias a ellas el sapiens comenzó a producir muchas cosas: utensilios, costumbres, más herramientas, normas, técnicas, y se las transmitió a sus crías desencadenando así un proceso cultural acumulativo. Apareció la evolución cultural que, al contrario de la biológica, es rapidísima. Para enfatizar, tal vez estrepitosamente, la novedad que supone el homo sapiens, me gusta hablar de animales espirituales, que son aquellos que viven en una realidad natural transformada simbólicamente; que no se mueven solo por estímulos sentidos, sino por objetivos pensados, imaginados, soñados; que viven a la vez en el bosque físico y en el bosque simbólico.
Esta es la cartografía dinámica de la constitución de nuestra especie. A partir de ahí comienza la historia de cómo esas necesidades, deseos, emociones transformadas han dado lugar a la diversidad de nuestras historias. Al compás de la evolución de las culturas veremos como los deseos y emociones básicas se diversifican, comunican, varían, se separan, dejan sedimentos que cambian el curso. Aparece el gran sistema fluvial afectivo que vamos a cartografiar. Todos aspiran a desembocar en la felicidad, pero no todos lo consiguen.
Una cartografía a distintas escalas de profundidad
Las nuevas tecnologías permitirán, cuando el mapa esté terminado bucear en cada uno de los conceptos, estudiándolo a distintos niveles de profundidad conceptual e histórica. Como anticipo, voy a ampliar la noción “pensamiento simbólico”.
”Pensar es organizar la información para dirigir la acción hacia un objetivo.
¿Qué significa “pensamiento simbólico”?
Un pensamiento animal ejecutivamente transformado. La expresión resultará doblemente chocante. ¿Es que los animales piensan? ¿Qué es eso de “ejecutivamente transformado”? Sí: los animales piensan. Pensar es organizar la información para dirigir la acción hacia un objetivo. El cerebro del águila computa muchísima información cuando emprende el vuelo para cazar. El nuestro también lo hace cuando realizamos actividades automáticas. Pero, además, podemos dirigir esos mecanismos para alcanzar objetivos decididos por nosotros. Yo no se lo que mi cerebro está haciendo mientras escribo estas líneas. No se por qué se me han ocurrido estas y no otras. He dado una orden a mi cerebro, que va produciendo frases que yo acepto o rechazo. Esto es lo que llamamos “pensamiento transformado ejecutivamente”. Maneja representaciones con independencia de los estímulos que las produjeron. Nos permite organizar la información guardada en la memoria de acuerdo con nuestros intereses. Nos permite por ello vivir en un mundo real y simbólico. Se trata de una capacidad extraordinaria porque nos faculta para manejar la realidad mediante irrealidades. Un ingeniero cuando diseña un puente está utilizando irrealidades -el proyecto, los cálculos matemáticos- para hacer real el puente.
Los “arqueólogos de la mente” coinciden en identificar este uso de las representaciones como la gran herramienta creadora de la inteligencia humana. Jean-François Dortier mantiene en su libro L´homme cet étrange animal, que el factor esencial en la evolución de la inteligencia humana fue la imaginación, pero la definición que da de ella –capacidad de manejar representaciones separadas (detachées) – es análoga a lo que denominamos “función simbólica”. Su peculiaridad es que ya no están determinadas por el estímulo, sino que pueden estar suscitadas por el propio sujeto. Puedo representarme el mar sin que el mar esté presente. Por eso, Merlin Donald considera que el manejo voluntario de la memoria fue el punto de despegue de nuestra inteligencia. Al evocar una imagen en ausencia del objeto a que corresponde, convierto esa imagen en signo/representación/símbolo suyo. Y a partir de ahí, puede nombrar esa imagen con una palabra y comenzar a operar con palabras, que son signos de superior nivel, y así ir ampliando su capacidad de pensar, de decidir y de actuar. (Donald, M. “An Evolutionary Approach to Culture” en Bellah, R.N. y Joas, H. (eds) The Axial Age and Its Consequences). Lo mismo piensa Peter Gärdenfors, en How Homo became sapiens.
”Con la función simbólica el cerebro humano se convierte en una admirable máquina de producir ficciones.
Al estudiar la evolución de las culturas, asistiremos a la aparición de esas capacidades, las contemplaremos in statu nascendi. Sperber proponía una idea parecida con su “módulo de meta representaciones”, cuya evolución producía nada menos que una “explosión cultural”. Karmiloff habla de que podemos “reescribir” las representaciones, en otro formato, lo que permite vínculos representativos entre diferentes áreas, la “configuración de mapas transversales” de la que hablan Susan Carey y Elizabeth Spelken. Steven Mithen, otro “arqueólogo de la mente” considera que es esta fluidez la que permite la aparición del arte y de la religión. Todos estos autores apuntan a una misma idea: con la función simbólica el cerebro humano deja de estar enganchado en la naturaleza, y se convierte en una admirable máquina de producir ficciones. También de producir engaños. Richard Byrne y Naia Corp estudiaron dieciocho especies de primates y compararon el tamaño del neo córtex con la cantidad de engaños que practicaba cada especie. Establecieron una correlación entre el tamaño del cerebro y la inteligencia social en general, incluida la capacidad para colaborar y controlar conflictos, así como la habilidad para el embuste y el engaño.
Esta idea de “pensamiento simbólico” se enmarca dentro de la Teoría de la inteligencia dual, que distingue en ella dos niveles: el nivel automático, generador, o consciente, veloz pero poco de fiar, y el nivel ejecutivo, dirigido, supervisado atentamente, reflexivo, más fiable, pero muy lento. El premio Nobel Daniel Kahneman los denominó
Sistema 1
Sistema 2
La evolución de las culturas va a ser, en parte, la historia de cómo estos dos sistemas interactúan y se influyen mutuamente, y como las creaciones culturales intentan dirigir esta interacción creando, por ejemplo, sistemas normativos.
Genial!!!
Gracias por el esfuerzo pedagógico en algo cuya importancia, como usted gusta expresar, me emociona. Me interesa continuar leyendo su cartografía con claridad de ideas y conceptos por lo que, para contrastar mis presupuestos necesito preguntar ¿ podemos considerar que la continuada actividad ejecutiva del sistema 2, en una determinada forma para lograr una meta o tipo de meta, acaba por incorporar al sistema 1 un nuevo automatismo que, sin pensarlo mucho, usamos en circunstancias similares para lograr metas similares? ¿ podemos considerar que un deseo es una concreción sobre el cómo satisfacer una necesidad básica ? gracias!