¿Puedo reducir la historia de la búsqueda de la felicidad a una historia del consumo? Creo que no, pero tendré que asegurarme.
Mi propósito al escribir El deseo interminable es contar la historia de la humanidad iluminada con rayos gamma, es decir, atendiendo a las fuerzas psicológicas que la originan. Daniel Lord Smail, historiador de Harvard, defiende una tesis parecida. Aspira a hacer una “Deep history”, aprovechando los conocimientos de las neurociencias. En vez de hablar de “rayos gamma” habla de “visión psicotrópica de la historia”.
Todos los deseos están dirigidos a un fin, e introducen la teleología en la historia humana. No porque la historia tenga un fin, sino porque las miríadas de acciones que la constituyen sí lo tienen.
La Semana Santa me ha sorprendido redactando El deseo interminable, una historia de la evolución de las culturas interpretada como historia de la búsqueda de la felicidad. Era inevitable relacionar ambos hechos. Las religiones tienen una especial relación con la búsqueda de la felicidad.
Nuestro comportamiento está dirigido por los diseñadores de metas (necesidades, deseos, proyectos) y por las emociones y sentimientos que van informando de los procesos de realización.
En la entrada de ayer sostuve que del estudio de la evolución de las culturas emerge un sistema de filosofía. También permite una nueva manera…
Estoy redactando el primer capítulo de El deseo interminable, titulado “Cuestiones de método”. Empieza así: “Los humanos obran siempre tendiendo a un fin”, advirtió Aristóteles….
En este momento trabajo mucho para escribir una historia de los deseos humanos, de nuestra permanente búsqueda de la felicidad, que ha ido produciendo a lo largo de la evolución esas colosales creaciones que llamamos “culturas”. ¿Hemos tenido siempre los mismos deseos?