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Un fervor multiculturalista -incentivado en este momento por el movimiento woke- se irrita ante cualquier reconocimiento de universalidad, porque considera que es un ataque contra la dignidad de las cultural. La diversidad se considera un valor irrenunciable. Paul Ekman demostró que al menos las expresiones emocionales eran universales. Todas las sociedades reconocían los gestos de alegría, tristeza, ira, miedo, asco y sorpresa. Cuando expuso sus conclusiones en un congreso de antropología, a finales de los sesenta, uno de los participantes se levantó y le acuso a voz en grito de ser un fascista por mantener esas ideas. Eibl-Eibesfeldt ha comprobado que niños sordociegos tienen las mismas expresiones que los videntes. Algunos antropólogos, como Margaret Mead, sostuvieron la peculiaridad de algunas respuestas emocionales, por ejemplo, la ausencia de restricciones sexuales en la juventud de Samoa. Años después, esta opinión fue desacreditada porque había sido una broma gastada por los jóvenes samoanos.

“Un programa de ordenador convencional es una lista de instrucciones que la máquina ejecuta hasta que llega a la cláusula STOP. La inteligencia humana en cambio precisa de un método más flexible de control”.

Steven Pinker

Steven Pinker en Cómo funciona la mente resume bien el papel de las emociones, comparando el comportamiento humano con un ordenador. “Un programa de ordenador convencional es una lista de instrucciones que la máquina ejecuta hasta que llega a la cláusula STOP. La inteligencia humana en cambio precisa de un método más flexible de control.  Recordemos que la inteligencia es la prosecución de metas enfrentándose y superando obstáculos. Sin metas, el concepto mismo de inteligencia carece de sentido” (…) ¿De dónde proviene la meta máxima, aquella que el resto del programa intenta alcanzar? En el caso de una inteligencia artificial, tiene su origen en el programador. En el caso de los organismos proviene de la selección natural (…) Las metas que se hallan instaladas en el Homo sapiens, esa especie social y resolvedora de problemas, son la alimentación, la lucha, la fuga, la conducta sexual. En lo alto de la lista figuran la comprensión del entorno y garantizar la cooperación con los demás”. (p. 480). Las emociones nos informan de cómo están yendo nuestros deseos en su choque con la realidad y también proponiendo nuevas prioridades. Por ejemplo, aunque la meta en un momento dado sea buscar alimento o pareja, el miedo puede imponer como meta prioritaria la huida.

Así pues, nuestro comportamiento está dirigido por los diseñadores de metas (necesidades, deseos, proyectos) y por las emociones y sentimientos que van informando de los procesos de realización. Un mecanismo de seguridad permite controlar el posible choque de las emociones con las metas. Una persona puede querer ser médico, pero la pereza le incita a no estudiar. En ese caso el sistema ejecutivo (lo que antes de denominaba “voluntad”) tiene que imponerse a la emoción para conseguir sus metas.

Las necesidades básicas parecen universales: alimentarse, huir del dolor, buscar la satisfacción, proteger la propia vida y la de las crías, relacionarse con el grupo, reproducirse. Respecto de las emociones, los especialistas suelen admitir como universales un repertorio muy pequeño. Oatley y Johnson-Laird creen que hay cinco: tristeza, alegría, furia, miedo, asco. Plutchik admite ocho, determinadas por patrones innatos; miedo, furia, alegría, tristeza, amistad, asco, curiosidad, sorpresa. Panksepp identifica cuatro: expectación, furia, miedo, malestar. Schaver, seis: miedo, alegría, tristeza, amor, sorpresa rabia. Ekman también seis, pero sustituye el amor por el asco. (Revisé más opiniones en El laberinto sentimental, p. 254 ss). En este libro llegué a la conclusión de que:

1

Hay deseos y emociones universales
2

Hay modulaciones culturales
3

La universalidad de las emociones básicas procede de la universalidad de las situaciones y problemas humanos

En Diccionario de los sentimientos, comprobé que las distintas lenguas han lexicalizado sentimientos peculiares, que no encuentran traducción en otras. Pero eso no significa que no exista el sentimiento. Un ejemplo: el castellano no existe una palabra sinónima del alemán Schadenfreude, que significa “sentir alegría por el mal ajeno”, pero eso no quiere decir que no exista el sentimiento. Sin duda muchos castellanoparlantes lo sienten.  El desajuste entre la realidad y el léxico que la nombra ha sido bien estudiado en el caso de los colores. Hay lenguas muy primitivas que solo tienen dos palabras para designar todos los colores, pero eso no significa que tengan peor capacidad discriminatoria que nosotros. No es verdad que nuestra experiencia esté limitada por el lenguaje. Más bien ocurre al revés: la experiencia va forzando la creación lingüística.

En conclusión, en El deseo interminable quiero contar como las motivaciones primarias y las emociones básicas han ido creando arborescencias culturales variadas y con flores y frutos sorprendentes.