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La Ciencia de la evolución de las culturas puede utilizar un doble método: genético y genealógico. El genético sigue el orden cronológico en que han ido generándose los sucesos. El genealógico parte de los hechos para remontarse hasta su origen. Es lo que hace la “ingeniería inversa” en el campo técnico. A partir de una máquina ya hecha intenta averiguar la función para la que fue diseñada. La ingeniería inversa nació en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial cuando los ejércitos incautaban aviones u otra maquinaria de guerra el enemigo y les interesaba conocer cómo funcionaban y como habían sido fabricadas. Es posible hacer una “psicología inversa”. Fue la obra de Freud y lo que intentó Steven Pinker en Cómo funciona la mente. Hay también una “historia inversa”, e incluso se ha defendido la conveniencia de utilizar este método (hystory in reverse) para enseñar Historia, ya que despierta más interés en el alumno. Comienza estudiando un hecho actual y remontándose cronológicamente para conocer su genealogía y de paso aprender Historia.  Colin Renfrew ha propuesto una “arqueología cognitiva”, para intentar inferir el modo de pensar de nuestros antepasados prehistóricos a partir de los útiles que produjeron. (Toward an Archeology of Mind, Cambridge University Press, 1983).

Es fácil justificar el interés del pensamiento genealógico para comprender el presente y tomar mejores decisiones. Gran parte de la política americana para llevar las instituciones democráticas a Afganistán o Irak fracasó por no tener en cuenta las condiciones sociales y culturales necesarias para que esa transferencia fuera posible. Para comprender el sentimiento que muchos estadounidenses tienen sobre su responsabilidad por el bien de la Humanidad hay que recordar la idea transmitida desde los primeros inmigrantes de que América era el nuevo Paraíso, que ellos eran el pueblo elegido por Dios. Como escribe Chateaubriand: “El Eterno reveló a su hijo bien amado su designio sobre América: en esta parte del mundo preparaba una renovación de la existencia humana. El hombre, iluminado por luces crecientes y nunca perdidas, debía recuperar la sublimidad primera que había perdido con el pecado orinal” (Delumeau, J. Une historie du paradis, II,268).

Para comprender el presente necesitamos conocer su genealogía, pero para comprender la historia necesitamos conocer el presente.

En Biografía de la Humanidad, Javier Rambaud y yo elegimos un método cronológico, genético. En cambio, en Biografía de la Inhumanidad preferí el método genealógico. Partí de las atrocidades del siglo XX e intenté descubrir los mecanismos que conducen al horror.  En El Deseo Interminable utilizaré un método híbrido. Fundamentalmente va a ser una historia cronológica, pero escrita teniendo en cuenta nuestra situación actual. Para comprender el presente necesitamos conocer su genealogía, pero para comprender la historia necesitamos conocer el presente. Lo que me preocupa es que en este vaivén podemos hacer trampas con facilidad, y pensar que estamos encontrando en el pasado lo que estamos proyectando en él. Tendré que ir con cuidado.