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Debemos estar prevenidos sobre nuestros posibles sesgos cognitivos y emocionales y escuchar a don Antonio Machado:

En mi soledad
He visto cosas muy claras
Que no son verdad

Dicho en tono más prosaico, quien tiene un martillo empieza a ver clavos por todas partes. ¿Me estará pasando lo mismo? Desde que decidí titular el libro “El deseo interminable”, el tema del deseo me aparece por todas partes.  La filosofía francesa de los sesenta del pasado siglo puso de moda la consideración del ser humano como “máquina productora de deseos”. O más bien, ”productora de objetos de deseo”.  Esa máquina podía ser subjetiva (el inconsciente) o podía ser externa al sujeto: los sistemas de publicidad de la sociedad de consumo. ¿Me equivoco al pensar que todos los deseos son concreciones de ese impulso vago a la felicidad?

La sociedad de consumo se nutre de una “economía libidinal”, de la producción continua de deseos.

Émile Zola acertó al escribir Para la felicidad de las damas (Au bonheur des dames), una novela en la que critica la aparición de los grandes almacenes como “traficantes de deseos”. Los deseos concretos reciben su urgencia de que aparecen como la figura efímera pero ineludible de la felicidad. Da igual que el objeto de deseo sea un cigarrillo, un chute de heroína, o el amor de otra persona. El deseo es difícil de resistir por esa engañosa promesa de felicidad. La sociedad de consumo se nutre de una “economía libidinal”, de la producción continua de deseos. Lyotard uno de los creadores de la filosofía posmoderna escribió dos libros significativos: Dispositivos pulsionales y Economía libidinal. El ámbito posmoderno ha abierto el campo al pensamiento queer, con una teoría ampliada del deseo sexual y con una asunción dogmática: El deseo es fuente de derechos. Se impone la “personalidad deseante” como paradigma, una personalidad que como afirmó Remo Bodei, busca compromisos sin vínculos (non binding commitment), y de esto resulta “una personalidad incontinente en cuanto se basta con sus propios deseos, versátil en la renovación de las identidades, hábil en la elección de afiliaciones, pero libre de lazos” (Geometría de las pasiones, 11995, p.31).

Es muy probable que la humanidad naciera con unos deseos básicos, que han ido hibridándose, expandiéndose, modulándose a través de la historia.

Todo esto convierte el Proyecto Gamma en una crónica de la “evolución de los deseos”, en una “historia de los sujetos deseantes”, y en un catálogo de “objetos de deseo”. Pero, para dar coherencia al relato, debo también estudiar los mecanismos psicológicos de ampliación del deseo. Es muy probable que la humanidad naciera con unos deseos básicos, que han ido hibridándose, expandiéndose, modulándose a través de la historia. Los deseos crean cultura y la cultura crea deseos. Como ejemplo de esta expansión, voy a estudiar uno de los deseos aparentemente más naturales, el sexual. ¿Cómo ha dado lugar a tantas variaciones? Desde el instinto hasta la teoría queer hay una evolución fascinante y compleja. Parte de ella la han estudiado José Errasti y Marino Pérez Alvarez en su libro Nadie nace en un cuerpo equivocado (Deusto 2022), que comentaré pronto.

¿Cabrá todo esto en un libro?

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