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la venganza

El deseo de venganza es un fenómeno que revela una parte no suficientemente estudiada de la afectividad humana, como ya señaló Nico Frijda, un reputado estudioso de las emociones. Es un acto dirigido a dañar a una persona o a un grupo en respuesta al sentimiento que uno tiene de haber sido dañado por ellos. Un acto que no va encaminado a reparar el daño, ni a impedir que ocurra de nuevo, ni a producir beneficio alguno. En ese sentido es completamente inútil, y solo tiene el carácter de una conducta consumatoria, que apacigua el deseo.

La venganza, en efecto produce un placer especial que en alemán se denomina Schadenfreude: la alegría de ver sufrir al culpable. Un placer que según un tremendo texto de Tertuliano (155-220) sentirán los justos en el cielo al contemplar los tormentos de los malvados, y que los niños experimentan a partir de los seis años.

La universalidad del deseo de venganza

El deseo de venganza “es un patrón universal de conducta y un aspecto no erradicable de nuestra vida emocional” (Bar‐Elli, G., & Heyd, D. (1986). Can revenge be just or otherwise justified? Theoria, 52(1‐2), 68-86). Es posible que forme parte de la herencia evolutiva de nuestra especie, como ha estudiado Nereida Bueno Guerra (Origen evolutivo del sentido de lo injusto y la venganza: estudio comparativo humanos-chimpancés, Tesis doctoral).

En todas las culturas aparece este deseo. “La venganza es mía”, dice Yahvé en la Biblia. Para el Aquiles de Homero, es más dulce que la miel. En la Suma Teológica, Tomás de Aquino considera que la venganza, una virtud que procede de la inclinación de la naturaleza, está a medio camino de dos vicios: la crueldad, por exceso, y el ser demasiado remiso para castigar, por defecto. El castigo debe hacerse privando al pecador de los bienes que ama, mediante la muerte, tormento, talión, cadenas, cárcel, esclavitud, daño, destierro, ignominia y cosas semejantes. Hay una venganza aceptable, cuando busca la justicia, y otra inaceptable, cuando está impulsada por el odio. (Suma Teológica, 2-2-, q. 108).

Shylock, en la obra de Shakespeare, cree que la libra de carne arrancada a su deudor alimentará su venganza. Un hombre de Nueva Guinea, al enterarse de que el asesino de su tío había quedado paralizado por una flecha dijo: “Siento como si me crecieran alas, como si estuviera a punto de emprender el vuelo. Soy muy feliz”. Jerónimo el jefe apache recuerda sus sentimientos mientras se recreaba en la masacre de soldados mexicanos; “No podía hace regresar a los apaches muertos, pero si podía alegrarme con esta venganza. Osama Bin Laden: “Si alguien ha matado a nuestros civiles, tenemos derecho a matar a los suyos” (Más textos en Pinker, S. Los ángeles que llevamos dentro). El éxito que tiene la literatura de venganzas -desde Medea a El conde de Montecristo- muestran la facilidad con que despiertan la emoción del lector.

Desde el Panóptico se constata la repetición de los comportamientos humanos. La venganza de Medea, que mata a sus hijos para vengarse de su marido Jason, es un caso de violencia vicaria, como la que sucede en la actualidad.

Del placer de la venganza a la búsqueda de la justicia

Un ejemplo de la complejidad del campo afectivo que estamos estudiando es la oscilante evaluación moral de la venganza, que nos sirve también para descubrir la presión de las emociones sobre los sistemas normativos. El propósito esencial de la venganza es aliviar el malestar del ofendido (Ho, ForsterLee, ForsterLee, & Crofts, 2002). La venganza está motivada por el deseo de hace sufrir al transgresor. En cambio, el castigo intenta mejorar su conducta futura “(Schumann & Ross, 2010).

Pero el “suave placer de la venganza” puede considerarse también una argucia de la naturaleza para alcanzar un fin justo, la restauración del equilibrio roto por la acción transgresora. Lipovetski ha contado en La era del vacío que para los pueblos primitivos la venganza era un imperativo social independientes de los sentimientos de los individuos o de los grupos, que manifiesta la exigencia de orden y simetría. La venganza es “el contrapeso de las cosas, el restablecimiento de un equilibro provisionalmente roto, la garantía de que el orden del mundo no va a sufrir cambios”. Por ello, Dios podía ser vengativo. Tiene que ver sobre todo con el hecho de saldar una deuda y se convierte por ello en un deber. Robert C. Solomon señala que “la venganza es la pasión originaria por la justicia. En el Antiguo Testamento, la palabra justicia se refiere casi siempre a la venganza. En Kant y en Hegel, el término Gerechtigkeit designa la retribución y a lo largo de buena parte de la historia, el concepto de justicia se ha referido al castigo de los delitos y a la compensación por los males” (Solomon, R.C. Ética emocional, p.160). Incluso el sentimental Adam Smith escribió en su Teoría de los sentimientos morales; “La violación de la justicia es un daño (…) es pues el objeto propio del resentimiento y del castigo, que es la consecuencia natural del resentimiento”. El papel de la venganza en la justicia queda claramente expuesto en la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU en el caso Gregg contra Georgia: “El instinto de retribución forma parte de la naturaleza humana y la canalización de dicho sentimiento en la administración de justicia criminal sirve a un importante propósito al fomentar la estabilidad de una sociedad gobernada por la ley. Cuando la gente empieza a creer que la sociedad organizada no quiere o no puede imponer a los criminales el castigo que “merecen” se siembran las semillas de la anarquía, la gente se toma la justicia por su mano y se recurre al linchamiento”

La necesidad de restablecer el orden y de mantener la cohesión -que ya he comentado al estudiar el honor y la fama ha dado lugar a variadas soluciones, alguna de las cuales nos parece extravagante. Como ocurre continuamente al comparar culturas, los problemas son comunes, pero las soluciones difieren. Entre los moundag, cuando ocurre un homicidio, el clan de la víctima dispone de dos días para matar al asesino o alguno de sus hermanos. Pasado ese plazo hay que recurrir a la adivinación para designar el hombre del clan asesino que será la víctima propiciatoria. Si la venganza no se consuma en los dos días siguientes, el agravio debe zanjarse con un sacrificio ritual y dar paso a una compensación. En algunas sociedades, la costumbre señala los plazos más allá de los cuales la venganza no está permitida. Los georgianos de la montaña tienen tres años de plazo, Entre los osstes, el asesino puede entrar como hijo adoptivo en la familia del que ha matado. Puede ir a la tumba del difunto y consagrarse él mismo al muerto. Entonces es perdonado.

Casi todas las culturas han tenido miedo a su violencia. Para los gamos de Etiopía, la venganza es demasiado peligrosa para correr el riesgo de permitirla. Entre los beduinos de Jordania solo se permite en caso de estupro o de daño grave y voluntario a la integridad física de la persona, y aun en estos casos las partes pueden elegir someterse al arbitraje el wädi. Entre los nyamweri, solo los asesinatos y el robo de ganado la desencadenan automáticamente. Los raptos de mujeres, el adulterio o el robo de objetos domésticos son arreglados por los consejos de familia.

La evolución cultural ha trabajado para poder hacer compatibles esos dos aspectos: la relación de la venganza con la justicia y la relación de la venganza con la desmesura. Nico Frijda considera que la Ley del Talión es un avance de la legalidad, porque limita la intensidad de la venganza (Nico Frijda: Lex talionis: On revenge) Tanto ayer como hoy, es necesario regular la venganza, porque en sí misma es inmoderada y no tiene sistemas internos de frenado. Kaufman piensa que el paso de la venganza privada a un sistema institucionalizado de castigo, es uno de los pasos hacia el mundo moderno más admirables (Kaufman, W. R. (2016). “Revenge as the Dark Double of Retributive Punishment”. Philosophia, 44(2), 317-325). Susan Jacoby la considera una etapa hacia la moralización del comportamiento. En La lucha por la dignidad, María de la Válgoma y yo la estudiamos como el momento es que se introducen límites a los comportamientos emocionales. Es posible que sea anterior al tabú del incesto, uno de los momentos más misteriosos de la humanización.

Las redes de la venganza

La venganza es un deseo de segunda generación, es decir, que deriva de una emoción previa: la furia provocada por un daño no merecido, sea físico o moral. Aristóteles define la furia precisamente como un deseo doloroso de vengarse. (Retorica, 1378 a). La neurobiología confirma esta idea. El deseo de venganza comienza en el circuito de la furia en el eje mesencéfalo – hipotálamo- amígdala. Este circuito activa la ínsula, que detecta los comportamientos injustos sufridos. (Sanfey, A.G. et alt,” The Neural basis of economics decisión-making in the ultimátum game”, Science, nº 300, 2003, pp.1755-1758)

La venganza es un deseo de segunda generación, es decir, que deriva de una emoción previa: la furia provocada por un daño no merecido, sea físico o moral

El léxico ha descrito con gran precisión este campo afectivo. El agravio despierta la ira y está puede definirse como un deseo de venganza. Así lo hace Tomás de Aquino:” La ira es apetito de venganza con incandescencia del cuerpo”. En el diccionario de Alonso de Palencia, se la considera “la pasión destemplada que arrebata el ánimo para luego punir a otro”. Es un sentimiento que inflama al sujeto, que tiene necesidad de desfogarse o desahogarse, es decir, de “exteriorizar violentamente su estado de ánimo”, dice Maria Moliner.

Si la venganza se consuma, el vengador queda satisfecho, el desequilibrio provocado por la agresión desaparece. Hay otros dos modos de conseguirlo: el olvido y el perdón. Con el perdón se quiere evitar que la ofensa enrede al grupo en un intercambio cada vez más asfixiante de sentimientos heridos. Los hawaianos tienen una palabra para esta escalada de la enemistad: hihia. Agravios llaman a agravios. La única solución que encuentran para permitir la reanudación de los lazos afectivos y poderse liberar de ese abrazo infernal es cortarlo (‘oki) mediante el perdón (mihi) mutuo, que libera (kala) a cada parte del terrible círculo de viejas injurias y venganzas interminables.

Pero ¿qué ocurre si ninguna de estas vías es posible? La furia se mantiene y esa permanencia del agravio en la memoria es el resentimiento. El Petit Robert lo define muy bien: “Es el hecho de acordarse con animosidad de los males o daños que se han padecido (como si se los “sintiera” todavía”.  Un sentimiento profundamente analizado por Nietzsche y por Max Scheler, estrechamente relacionado con la venganza. Según Robert Solomon, el resentimiento surge del deseo frustrado de vengar una humillación o una autoestima herida. (Solomon, R. (2007) Ética emocional. Barcelona, Paidós). Para los puristas del análisis filosófico de este sentimiento, añadiré que Nietzsche no lo relaciona con la furia, que considera una pasión noble sino con la debilidad del esclavo, que actúa retorcidamente. (Guy Elgat: Nietzsche Psychology of ressentiment: Revenge and Justice in “On the Genealogy of Morals, Routledge 2017). Weber lo relaciona con la impotencia y la envidia.

Los diccionarios antiguos mostraban una clara relación entre ira, resentimiento y odio. El resentimiento hace que la furia no desaparezca. Se mantiene, envejece, se enrancia, y de “rancio” viene “rencor”, que Luis Vives definía como “ira envejecida”. En el Panléxico, el diccionario universal de Juan Peñalver (1842) leemos: “El rencor es el resentimiento oculto en el corazón del rencoroso hasta que se presente ocasión adecuada para vengarse completamente del que aborrece”. Tal vez la diferencia entre “odio” y “resentimiento” es que este es más memorioso. El odio se centra en el contrario y en su destrucción. No necesita que le haya ofendido. Se le puede odiar por el hecho de que exista. Ningún judío había ofendido al SS que le conducía a la cámara de gas. Podríamos decir que el resentimiento es el odio con la memoria permanente de un agravio.

Resentimiento y venganza a través de la historia

Observada la historia con rayos Gamma se descubre continuamente la presencia del deseo de venganza. Bien consumada inmediatamente mediante la reacción agresiva, bien aplazada y mediada por el resentimiento. Existe un caso híbrido, cuando una venganza explosiva, enloquecida, se ha ido preparando durante años.

Observada la historia con rayos Gamma se descubre continuamente la presencia del deseo de venganza.

Me refiero al amok, término malayo aceptado en psiquiatría. Un buen ejemplo es el caso de un profesor que en 1913 mató a su esposa y a sus cuatro hijos, provocó varios incendios y disparó a todo aquel que se atravesó en su camino. Era, a todas luces, un acto de súbita y espontánea explosión de rabia salvaje que se desató en el lapso de un día. Pero llevaba dos años preparándolo, recogió en un cuaderno la serie de asesinatos que cometería, e incluso llegó a pensar que podría hacerse una película sobre sus asesinatos. (Wolfgang Sofsky: Tiempos de horror. Amok, violencia, guerra. Madrid: Editorial Siglo XXI, 200)

 

Heródoto pensaba que la historia es una sucesión de venganzas. Dodds recordó, en efecto, que los héroes homéricos están movidos por fuerzas que no controlan: Agamenón se justifica de haber robado a Aquiles su favorita, como venganza por el robo semejante de Aquiles: “No fui yo la causa de aquella acción, sino Zeus, y mi destino y la Erinia que anda en la oscuridad. Ellos fueron los que en la asamblea pusieron en mi entendimiento fiera ate el día que arbitrariamente arrebaté a Aquiles su premio, ¿Qué podía yo hacer? La divinidad siempre prevalece” (Dodds, Los griegos y lo irracional,).

En el ensayo sobre las Cruzadas ya mencioné que se predicaron como venganza por las ofensas de los musulmanes. Susanna Throop ha mostrado que la idea de la cruzada como venganza se intensifica durante el siglo XII y principios del XIII. Marcel Elias cree que fueron las cruzadas las que motivaron que la venganza pudiera tener un aspecto bueno, como admitió Tomás de Aquino.”.

Daniel Chirot ha estudiado el papel del resentimiento en las guerras del siglo XX y Fattah y Fierke el resentimiento islámico. Hace muchos años, Gregorio Marañón interpretó la vida del emperador Tiberio como el triunfo del resentimiento, y Arias Maldonado ha hablado del resentimiento y la democracia (La democracia sentimental).  Liah Greenfeld, en Nationalism: Five roads to modernity, Cambridge, Harvard University Press,1992, defiende que el principio que ha regido el nacionalismo en el mundo moderno ha sido el ressentiment, que, según ella, es la senda de Nietzsche.  Consiste en “un estado psicológico fruto de reprimir los sentimientos de envidia y odio (envidia existencial) y a la imposibilidad de satisfacer dichos sentimientos (…15) Kumar en Imperios dice que exagera pero que acierta en el caso francés. Lo que causa el resentimiento francés en los siglos XVIII y XIX hacia Inglaterra son los repetidos éxitos del imperialismo británico. (437)

La historia contemporánea conoce bien la acción del resentimiento. La destrucción de las torres gemelas fue planeada como un acto de venganza, y también las acciones posteriores emprendidas por EUU, como el asesinato de Osama Bin Laden en 2014. La idea de venganza está presente en el vocabulario de los líderes mundiales. “La venganza es inevitable (Putin 17.11.2015). “La venganza divina los rastrará” (Ayahtolla supremo de Irán). “La venganza llegará” (Suleyman Soylu, Ministro del Interior turco después del bombardeo de Estambul).

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