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La idea fuerza que moviliza la argumentación de mi futuro libro es que toda la historia de la humanidad puede contemplarse como un esfuerzo por encontrar la felicidad, aunque no se piense explícitamente en la felicidad. Pienso que esa búsqueda está presente en todo deseo que busca satisfacerse. Preparando el artículo sobre las religiones y Dios, he vuelto a un libro de Gustavo Bueno -quien trató repetidamente el tema- La fe del ateo, una especie de filosofía de las religiones. En él cita una frase de uno de mis libros: “Los seres humanos en nuestra búsqueda de la felicidad hemos luchado por la abolición de la esclavitud”. Y comenta: “Es difícil ponerse en el pellejo de un autor veterano que es capaz de expresar semejante majadería sin la menor sombra de autocrítica. ¿Qué tiene que ver la búsqueda de la felicidad con la abolición de la esclavitud? ¿Acaso la abolición de la esclavitud no tuvo lugar al margen enteramente de semejante lucha, e incluso llevaba consigo a la infelicidad a tantos patricios y empresarios esclavistas, que llegaron hasta perder su vida?” (180). Gustavo Bueno, a pesar de su actitud de basilisco (así se llamaba su revista) era un pensador serio. ¿Tendría razón? ¿Debo cambiar mi proyecto? No. Cuando Bueno y yo hablamos de felicidad estamos hablando de cosas diferentes. Bueno, de la felicidad subjetiva; yo de cómo la búsqueda de la felicidad subjetiva conduce a la búsqueda de una felicidad pública, política, que es, por supuesto, incompatible con algunos tipos de felicidad privada, por ejemplo, la de los esclavistas. Me quedo tranquilo y puedo seguir con mi trabajo.

1

¿Podemos saber algo seguro sobre la existencia de Dios?

2

Si no existiera la palabra “Dios”, ¿tendríamos necesidad de inventarla?

3

¿Es inteligente a estas alturas ser religioso?

En el número 43 de El Panóptico intento contestarlas.

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