”Ha venido un amigo mío de París con la noticia de que Dios no existe, cosa que saben allí de muy buena tinta.
Mariano José de Larra
Ahora nos llega, también de París, la noticia de que sí existe y de que la ciencia lo corrobora.
Eso al menos afirma el libro Dieu.La science. Les preuves, escrito por Michel-Yves Bolloré , Olivier Bonnassies. El éxito que ha tenido en Francia me ha animado a leerlo. El tema de Dios sigue interesando mucho, contra todo lo previsible, puesto que en 1882 Nietzsche había comunicado la muerte de Dios, y el 15 de mayo de 1932 Stalin había decretado un “plan quinquenal de ateísmo”, con el eslogan:
“No habrá Dios en 1937”. Ninguna de las previsiones se cumplió y la idea de Dios sigue presente en nuestros días. Y respecto de ella sigue habiendo cuatro posturas:
El libro que comento defiende la segunda postura tajantemente: hay un Dios Creador. Tiene dos partes. La primera dedicada a las “pruebas científicas” de la existencia de Dios, y la segunda a las “pruebas no científicas”. Las científicas plantean problemas que la ciencia no sabe solucionar y que según los autores solo pueden resolverse admitiendo un Dios creador. Son los siguientes:
- El hecho de que el universo ha tenido un comienzo (Big Bang) y tendrá un fin (la muerte térmica).
- El principio antrópico: las condiciones necesarias para que el ser humano apareciera son tan exigentes y archiprecisas que no se pueden explicar sin un diseño inteligente.
- Explicar la aparición de la vida y de las complejidades del organismo solo por el azar va en contra del cálculo de probabilidades.
No ha habido tiempo, a pesar de los 13 mil millones de años del universo para ensayar tantas combinaciones.
La segunda parte -las “pruebas no científicas”- es un amontonamiento de argumentos de todo tipo que ya no se refieren a Dios, sino al Dios cristiano:
- Las “verdades” expuestas en la Biblia, que han tenido que ser reveladas.
- La extraordinaria historia del pueblo judío, que solo puede explicarse si es el pueblo elegido.
- Los milagros (por ejemplo, uno de Fátima que estudian con detalle)
- La figura de Jesús y el inexplicable éxito del cristianismo.
Añade, de pasada, la referencia a las demostraciones filosóficas que consideran válidas, pero que por su dificultad interesan menos a los autores, que quieren hacer una tarea divulgadora. En realidad, los verdaderos creyentes nunca han creído necesarias esas pruebas. Por eso, Tomás de Aquino, al comienzo de la Suma contra los gentiles, advierte, a los que creen que no es necesario demostrar la existencia de Dios, que su certeza se debe a que lo que se nos ha enseñado desde niños nos parece evidente. Esta segunda parte es superficial y me ha interesado muy poco.
La primera, en cambio, plantea una serie de problemas que la ciencia tiene realmente, pero que los autores se apresuran a resolver apelando a la existencia de Dios. De aceptar el Big Bang a deducir de ello la existencia de un Dios Creador hay un salto demasiado grande. Los autores intentan un rápido concordismo entre ciencia y religión, que no parece viable. No es que la ciencia haya acabado incluyendo el concepto de Dios al final de una teoría, sino que personas religiosas creen que la ciencia debería dar ese paso e intentan convencer a los científicos de que tienen que hacerlo si quieren ser coherentes. Intentan salvar la distancia entre dos campos que se definen de distinta manera y utilizan principios y métodos diferentes, por lo que su delimitación debe quedar clara. Ciencia y religión son creaciones distintas de la inteligencia humana. Solo entran en conflicto cuando la religión hace afirmaciones que afectan al campo científico (la creación en siete días), o la ciencia entra en el campo religioso, por ejemplo, negando la existencia de Dios. El 25 de agosto de 1981, el Consejo de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU publicó una resolución muy sensata:” La religión y la ciencia son ámbitos separados y excluyentes del pensamiento humano, y su presentación conjunta en el mismo contexto da lugar a que se comprendan equivocadamente tanto las teorías científicas como las creencias religiosas”.
Sin embargo, desde el Panóptico se ven ambos mundos, lo que voy a llamar “círculo sagrado” (el mundo de las religiones) y “círculo profano” (el mundo de la ciencia) y desde el distanciamiento de su observatorio se pueden describir sus relaciones de ambos. Me gusta ejemplificarlas con una metáfora. Un grupo de turistas visita la catedral de León. Una parte entra y la otra se queda fuera. Se comunican con un móvil. “¿Qué veis?” preguntan los de afuera. “Unas vidrieras de colores maravillosos” ¿Y vosotros?” “Unas vidrieras grises”. ¿Tendrán ambos razón? La única forma de comprobarlo es que los de dentro salgan, y los de fuera entren a comprobarlo. Si consideramos que el interior es el “circulo sagrado” y el exterior el “círculo profano”, el problema está en que salir de aquel es fácil, pero entrar no lo es. Precisamente por ello son necesarios tantos intentos de demostración.
El asunto es tan interesante -y afecta tanto al proyecto GAMMA- que voy a detenerme en él. ¿Cómo se constituyen ambos círculos? Ambos se basan en un tipo de experiencia. Pero aquí aparece la distinción. El “circulo sagrado” se basa en la “experiencia religiosa”, un tipo de vivencia sentida desde que tenemos noticias históricas, que puede compararse con la “experiencia estética”, y de hecho en ocasiones se confunden. Hans Urs von Balthasar, uno de los teólogos católicos más famosos del siglo pasado, dedicó los ¡siete tomos! de su obra Gloria, a elaborar una teoría de la revelación basada en la experiencia de la belleza. El mundo profano se inicia con la percepción sensible. Esta afirmación es muy tradicional. La hace ya Tomás de Aquino al distinguir la teología, basada en la fe, y la ciencia.
En términos generales la “experiencia religiosa” admite dos planos de realidad: la realidad visible y la realidad transcendente, aunque cambia el contenido y la articulación entre ambas. Un tipo de experiencia religiosa más afinada, y que se da en todas las religiones, es la “experiencia mística”. Quienes la experimentan afirman haber tenido contacto directo con la divinidad. A partir de ahí, unas religiones se configuran alrededor de la figura de uno o varios dioses, y otras alrededor de un Absoluto transcendente, como el Atman hindú o el Tao chino. Cada una de esas experiencias se impone al sujeto como algo verdadero. Llamamos “evidencia” a esa fuerza impositiva. Para quienes sienten la experiencia religiosa, la existencia de Dios o de la Transcendencia es evidente.
”Las evidencias que dan lugar a la ciencia deben ser universales, es decir, deben poder ser comprobadas por cualquiera, mientras que las evidencias religiosas son privadas. No se pueden universalizar
El comienzo de la vía que conduce al “circulo profano” es diferente. Se basa en la percepción sensible, tiene sus propias evidencias, que se perfeccionan, elaboran y seleccionan mediante el método científico. Aquí aparece la diferencia. Las evidencias que dan lugar a la ciencia deben ser universales, es decir, deben poder ser comprobadas por cualquiera, mientras que las evidencias religiosas son privadas. No se pueden universalizar. No puedo saber si las experiencias místicas de Santa Teresa o de Eckart son verdaderas, ¿Quiere eso decir que son falsas? No. Quiere decir que son íntimas. Si siento amor por una persona, esa es una experiencia íntima, no universalizable. El que nadie pueda comprobar su verdad desde fuera no quiere decir que sea falsa.
La evolución de las culturas muestra que una persona puede regir su conducta privada basándose en sus verdades privadas, pero que en aquellas cosas que afecten a los demás, las verdades universales deben prevalecer sobre las verdades privadas. Por ello, no puedo decir a un musulmán que no crea en Alá, sino solo que no puede imponer a otra persona lo que su fe le indique. Una persona puede inmolarse por sus creencias, pero no inmolar a otro. Y esto es válido para todas las religiones. Se trata de una conclusión inductiva: cada vez que las certezas privadas se imponen a las universales, aparece el horror antes o después. Respecto a la ciencia, parece que casi todo el mundo está de acuerdo en que sus verdades son mas poderosas que las privadas. Cuando a un científico se le ocurre una teoría, es una “verdad privada” hasta que no consigue una demostración científica suficiente. Lo que a mí me interesa, y lo que he intentado justificar a lo largo de mi obra, es que la ética -por oposición a las morales religiosas- se basa también en verdades universales, por lo que, en lo que afecta a otras personas, la ética universal debe estar por encima de las morales particulares. Eso ilegitima cualquier tipo de guerra santa o de inquisición.
Me queda por comentar un último aspecto. Tenemos dos círculos. Recuerden la metáfora de la catedral. ¿Podemos pasar de un circulo a otro? Desde el sagrado al profano es fácil, porque incluso los creyentes más separados de la realidad mundana viven también en el circulo profano. Hasta el místico más espiritual necesita ir al retrete. En los años setenta, hubo un intento de naturalizar el círculo sagrado defendiendo una “religión sin Dios”. Alguno de mis lectores recordará el revuelo que produjeron libros como el de Van Buren, El significado secular del evangelio, o del obispo Robinson Honest to God. Pero el intento de elaborar una teología de la muerte de Dios, no dio mucho de sí.
El paso del círculo profano al circulo sagrado es más difícil. Se han intentado varios procedimientos, que indico en al gráfico de Marcus Carús. Uno, que tiene especial interés, es la conversión. Inopinadamente una persona atea tiene una revelación. He estudiado algunos casos notables que los mismos protagonistas han contado: el de Jacques y Raissa Maritain (narrado en Les grandes amitiés), el de Edith Stein, discípula predilecta de Husserl, y el del filósofo Manuel García Morente (que lo describió en El hecho extraordinario). Hay muchos otros conocidos: Pablo de Tarso, San Agustín, Pascal, Claudel. Registro sus confesiones, y no tengo nada que decir sobre esas experiencias íntimas.
Las demás vías para pasar del mundo profano al religioso son el adoctrinamiento (el más frecuente), la apologética y las demostraciones filosóficas de la existencia de Dios. Estas últimas no son concluyentes porque en general se basan en el principio de causalidad (todo lo que existe tiene que tener una causa) para a partir de ahí afirmar una excepción a ese principio (tiene que haber un Ser que no tiene causa, sino que es causa de todo).
Hay un último camino que me desasosiega: el de la iniciación. Buda no intentó convencer a nadie de sus creencias. No se empeñó en que los demás aceptaran lo que el veía desde lo alto de su contemplación. Solo indicó un camino: si haces eso, tu también lo experimentarás. Es decir, proponía un método para convertir su “verdad privada” en “verdad universal”. Su método, el óctuple sendero. El hinduismo y el taoísmo también imponen una vía práctica para acceder al Atman o al Tao. Su propuesta me inquieta porque como no he seguido el método que indican no sé si lo que dicen es cierto o no. El hecho es que, por ahora, ambos círculos no se unen. Sin embargo, es verdad, que la ciencia tiene planteados unos problemas que no sabe resolver, que son los mencionados por los autores del libro que comento, y que hace que muchos científicos no rechacen la religión, aunque tampoco puedan aceptarla dentro de una teoría científica. Un científico puede ser -al mismo tiempo que científico- religioso, pero no mezclar ambas cosas. Su trabajo científico, como dijo Laplace, no necesita la hipótesis de Dios. De hecho, históricamente la ciencia emergió cuando se separó de la religión, cuando afirmó que el universo funcionaba con sus propias leyes, y no por actos de voluntad de una divinidad. Pero el que esos problemas -por ejemplo, el del origen de la materia, o el de la evolución emergente de órganos de excepcional complejidad-, no afecten a su trabajo científico no quiere decir que deban eliminarse. Parece más inteligente una actitud de apertura y no de cerrazón. La ciencia solo puede decir: Hasta aquí llego. Pero no puede decir: y no hay nada más.
Pienso que los científicos podemos admitir una proposición que me parece analítica, es decir, que se apoya en la información contenida en la misma proposición. (Lo mismo que la proposición “un triangulo tiene tres lados y tres ángulos” da lugar a toda la trigonometría). Sería la siguiente: “Dada la existencia del Universo hay que admitir la autosubsistencia -la capacidad de acceder a la existencia por sí mismo- de una parte, o de todo el universo”. Esto hay que admitirlo sea el universo eterno o tenga un comienzo. Dice muy poco, pero apunta a una de las más antiguas definiciones de Dios: Ipsum ese subsistens. El ser que existe por sí mismo. Por ahora, la ciencia no llega más allá. No puede decir en qué consiste ese poder, si es una propiedad de la materia, o si es una propiedad de un ser diferente. Pero creo que tampoco puede negarlo. Es fácil advertir que esta proposición va en contra del principio de causalidad (todo tiene una causa), porque tiene que admitir que la existencia emerge en algún momento por si misma.
En Dictamen sobre Dios propuse una posible ampliación de esta idea, pero como se trata de una hipótesis particular, y no de algo que haya visto desde el Panóptico, no la menciono aquí.
La solución de primar lo objetivo frente a lo subjetivo está propuesta desde la razón, es decir desde lo compartido, no me atrevería a decir que totalmente objetivo, pero a un creyente que tiene a su alcance y utiliza la razón, esta le parece que es útil en tanto que se basa en su libre visión de las cosas, que a veces puede coincidir con la de los demás y otras no. De manera que nunca se puede convencer por la razón a quien pone por encima su fe irracional. Cuando se niega la experiencia religiosa o la mística se hace, no negando el hecho, sino su interpretación. Todo aquello que está supuestamente más allá, acaba en el más acá del lenguaje en cuanto se nombra. De forma que sí podemos hablar de ello podemos razonar sobre ello y ver como determinadas alteraciones del cerebro por ingestión de psicotrópicos o por accidentes que lo dañan, producen efectos semejantes a los que supuestamente conectan al místico con el más allá. Lo que se pone en duda es la interpretación que él da de su experiencia, pero este razonamiento no convence a quien utiliza la razón exclusivamente cuando apoya su fe ciega. Decía Goethe que allí donde falta una idea se coloca una palabra. Dios es la palabra que colocamos para tapar todo nuestro desconocimiento.
«Semejante» no es «igual». Muchas personas han tenido experiencias místicas y también han tomado drogas psicoactivas (precisamente buscando una reproducción de la experiencia mística espontánea) y aseguran que, pese a esa semejanza de la que usted habla, no se pueden poner al mismo nivel por varias razones. Por ejemplo, la experiencia mística suele traer consigo cambios beneficiosos y duraderos en el carácter, algo que no sucede con la experiencia»psicodélica». Le recomiendo el ensayo «Mitología materialista de la ciencia», del filósofo J. Soler Gil donde expone posibles refutaciones a los argumentos que usted indica. Saludos.
Hola José Antonio
Ya vi en Youtube el vídeo.
Como eres un buscador inagotable, yo te diría que hay una buena información en la web http://www.pathwork.org.
Las conferencias están en inglés y yo las he traducido con Google, más mi propio conocimiento del inglés.
Allí se explica paso a paso como vinimos a parar a este planeta Tierra.
De cualquier manera, yo no se si mezclamos los temas. Nosotros funcionamos con una mente limitada, la mente/ego. Ego/self y también creamos otra personalidad adicional que es el superyó. En pathwork, lo denominan Imagen Idealizada del self, o la máscara. Nuestra percepción de la realidad es dual, vida/muerte, placer/dolor/ y esto también nos lleva a la confusión. De manera que ¿esta percepción dual no hace que contrapongamos, ciencia/o Dios, en lugar de Ciencia/ y / Dios. Sin enfrentar las realidades, más bien sumándolas. Allí también dice que Cristo nació en Israel, pues fueron el primer pueblo monoteísta.
No se trata como dicen, el pueblo elegido.
No se trata de esto, se trata de que fueron el primer pueblo monoteísta, y bueno, pues Cristo se fue para allá.
Un saludo y muy agradecida por el panóptico. Marisa