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Dictamen sobre Dios

Autor(es)
José Antonio Marina
Editorial y ciudad
Anagrama, Barcelona
Fecha de publicación
2001
Páginas
276
ISBN
978-84-339-6760-2

Con «Dictamen sobre Dios» pretendo contestar  a tres preguntas: ¿podemos saber algo seguros sobre la existencia de Dios?; si no existiera ese objeto cultural en nuestro entorno, ¿lo inventaríamos ahora? ¿Inventaríamos la palabra “Dios” si no la tuviéramos? ¿Por qué?; y, por último, ¿es inteligente a estas alturas ser religioso?

El libro está estructurado en  dos partes: la primera revisa el origen de las religiones, su razón de ser y su desarrollo;  la segunda plantea la necesidad de crear “religiones de segunda generación”  que dejen atrás dogmatismos innecesarios, viejas fórmulas  y rituales sin sentido y acepten a la ética como único criterio evaluador de sus normas. Finaliza con el dictamen propiamente dicho, entendido como una opinión que se justifica públicamente, se somete a la crítica, y está dispuesta a rendirse ante una justificación más poderosa. Desde una posición de  observador objetivo,  realiza una investigación sincera y sin prejuicios previos de las diversas creencias religiosas apoyándose en textos de teólogos, filósofos y poetas, pero también analizando los escritos del cristianismo, el taoísmo o el  judaísmo o acercándose a creencias  tan lejanas como las africanas o las polinesias.

La historia nos ha dejado como herencia dos círculos: el sagrado y el profano. El primero se construye sobre la experiencia religiosa y se basa  en evidencias privadas; el círculo profano, cuya máxima elaboración es la ciencia, se corrobora por la experiencia y hace referencia a  evidencias públicas, universalmente repetibles y que permiten prever acontecimientos. Las complejas relaciones históricas entre ciencia, religión y ética se pueden solucionar desde la teoría de los dos niveles de la verdad (privado y público). De esta  teoría puede deducirse un principio ético de la verdad: en todo lo que afecta a los seres humanos o a asuntos que impliquen a otra persona, una verdad privada- sea individual o colectiva-es de rango inferior a una verdad universal en caso que entren en conflicto.  Es necesario que todas las iglesias acepten este principio porque es el punto de partida para fundar unas nuevas relaciones de  la religión con la ética y la ciencia

Esta distinción entre verdades privadas y verdades universales fue esbozada en mi primer libro, Elogio y refutación del ingenio. En él hablaba de lo que llamaba “verdades mundanales” (propias del mundo personal del sujeto), y las contraponía a las “verdades reales” (referidas a la realidad común).

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