Robert Wright es autor de un libro que me fascinó: Non Zero. The Logic of human destinity. Defiende dos hipótesis. La primera, que la humanidad ha buscado soluciones de suma positiva, y que eso ha dado lugar a los grandes cambios históricos. Me parece una hipótesis correcta. La segunda es más discutible: la humanidad tiene una meta, un Punto Omega al que se dirige, como sostenía Teilhard de Chardin. No me interesa tratar este asunto por ahora, porque quiero centrarme en las estrategias win-win, de suma positiva.
Mi Archivo me dice que he escrito sobre ello al menos en dos ocasiones. Una, en El Confidencial (26.12.2017) y otra en El Panóptico (25.4.2022). Lo que sigue está extractado de ambos artículos.
Desde que conocí su obra, John von Neumann ha sido uno de mis ídolos intelectuales. En un ‘ranking’ de inteligencias científico-tecnológicas del siglo XX, le situaría entre los tres primeros. Aunque no haya oído su nombre, cada vez que utiliza un ordenador está haciéndolo gracias a su trabajo. Solo podremos comprender su importancia si previamente comprendemos que las matemáticas están presentes en nuestra vida diaria, como una especie de hada madrina discreta y eficiente. Hoy solo quiero referirme a una de las creaciones de Von Neumann: la teoría de juegos, que estudia las mejores estrategias para tomar decisiones. Es, en realidad, una teoría sobre el comportamiento humano. Hay juegos de “suma cero”, en el que uno gana y otro pierde. Por ejemplo, el tenis, o el póker. Hay, en cambio, otros juegos de “suma positiva”, en los que todos ganan. Por ejemplo, el comercio o la democracia. Y otros, en cambio, en los que todos pierden. Un ejemplo, los enfrentamientos destructivos.
A lo largo de la historia, aparentemente los juegos de suma cero han sido muy frecuentes. Ha habido clases dominantes y clases dominadas, vencedores y vencidos, ganadores y perdedores. Eso hace que muchos autores piensen que esta es la estructura esencial de la política: amigo/enemigo, dominante/dominado, ganador/perdedor. Es la postura de Carl Schmitt y de sus abundantes seguidores, sobre quien veo en el Archivo que he escrito mucho. Lo último en El Panóptico (1.12.2022), que me recuerda que he escrito más. En mi Archivo los enlaces de Schmitt son plurales. Los menciono porque abren otras redes y relaciones, por ejemplo, remiten al auge de las políticas autoritarias. En El Panóptico escribí sobre “Rusia y Carl Schmitt”. Comentaba un artículo de Andrew Wilson publicado por el European Council on Foreing Relations titulado «Inside the Russian geopolitical mind: Pseudo-justifications behind the war in Ukraine” y el libro de David G. Lewis Russia’s New Authoritarianism: Putin and the Politics of Order’ que analiza la influencia de Schmitt en la Rusia actual, sobre todo a través de dos politólogos: Aleksandr Dugin y Vadym Tsymbursky.
El talento político es encontrar soluciones win-win, de suma positiva, en la que todos los participantes logren satisfacer parte de sus aspiraciones legítimas.
La conexión se amplía. En este momento se lee mucho a Schmitt en China. Gideon Rachman, en La era de los líderes autoritarios (Crítica 2022) escribe: “Fue una conversación con Eric Li, de la Universidad de Fudan, la que me alerto por primera vez sobre la moda de Carl Schmitt entre los pensadores autoritarios chinos y del resto del mundo. Li mencionó que había convencido a Aleksandr Dugin de que lo trabajara en su universidad; “¿Dugin no es fascista?” le pregunté intentando parecer más curioso que agresivo, “No” respondió LI “Pero le interesa mucho el pensamiento de Carl Schmitt”. ¿Qué significa eso?” añadí. “Todo es política”, dijo Li enigmáticamente. Más tarde me di cuenta de que la justificación para un gobierno autoritario se apoyaba en la idea de que no podían existir unas instituciones realmente independientes o tan siquiera una verdad objetiva. Todo es política” (p. 250). Tal vez esta frase explica que la obra de Schmitt haya empapado a ideologías tan diferentes. Tienen en común pensar que “todo es política”.
Le Point ha publicado una entrevista con el filósofo ucraniano Volodomyr Yermolenko, de la que cito un párrafo: “Los rusos no pueden ver el mundo según las relaciones horizontales, de asociación, y de cooperación. Para ellos, todo es vertical: usted es dominador o dominado. Cuando han comprendido que ya no dominaban el mundo han sacado la conclusión de que están siendo dominados, por lo tanto, en peligro, y que la solución era amenazar a los otros. En cambio, el mundo occidental está construido sobre el principio de “juego de suma positiva”: en cada transacción todo el mundo debe ganar algo, aunque sea posible que unos ganen más que otros. Los rusos practican el “juego de suma negativa”. Incluso si sufren, están contentos si sufren menos que los otros”.
Creo que es demasiado optimista al juzgar a Occidente. En 2007, Donald Trump dijo:” Mucha gente dice que un buen acuerdo es ese en que los dos lados salen ganando, Eso es una patraña. En un buen acuerdo sales ganando tú, no el otro lado. Se trata de aplastar al ponente y de sacar partido para nosotros”.
El tema de los juegos de suma positiva es central para el argumento de El deseo interminable. ¿Será la mejor solución para encontrar la felicidad política? ¿Es posible mantenerlos siempre?
Solo la Ciencia de la evolución de las culturas, al analizar la experiencia de la humanidad, puede responder a esas preguntas.