Al estudiar el odio como pasión política, mencioné los “haters”, los odiadores a través de las redes, pero no aproveché las informaciones que tengo en mi Archivo sobre la “ecología del odio”, es decir, el ambiente donde estas pasiones proliferan. Un documento de la ADL (Anti-Defamation League) señala que para combatir el odio en las redes es preciso conocer el ecosistema en el que prospera. Ha dibujado unos mapas de las conexiones entre los perpetradores, las víctimas, los amplificadores, y los mitigadores del odio.
Un “grupo de odio” es un grupo social que defiende y practica el odio, la hostilidad o la violencia hacia miembros de una raza, etnia, nación, religión, identidad de género, orientación sexual o cualquier otro sector designado de la sociedad. Su propósito principal es promover la animosidad contra las personas que forman parte de un grupo señalado. (Schafer, John R. MA & Navarro, Joe, MA. (Marzo de 2003). «The seven-stage hate model: The psychopathology of hate groups». FBI Law Enforcement Bulletin.) Tradicionalmente el odio se transmitía a través de los sistemas de educación formal o informal, mediante panfletos, mítines, o boca a boca, pero Internet proporciona unos medios de difusión nunca vistos. Las nuevas tecnologías han facilitado la constitución de “grupos de odio”, dotados de características contradictorias. No hace falta salir de casa para participar en ellos, y al mismo tiempo sus miembros pueden repartirse en el mundo entero. Sociólogos interesados en el tema se han preguntado por qué resulta tan difícil eliminar estas redes de odio, aunque muchos países tienen legislaciones contra los discursos de odio. Llegan a la conclusión de que hay una “internacional del odio”, compuesta de redes de redes. “Racimos (clusters) interconectados forman una “hate highways”, una autopista del odio, usando a veces la “puerta trasera” para volver adonde habían sido expulsados, o saltando de país, de continente o de idioma” (Johnson, N.F. et alt. “Hidden resilience and adaptive dynamics of the global online hate ecology”). Los “grupos de odio” son ambientes cerrados en los que se rumian las ofensas, se selecciona la información, se excitan los ánimos, se crea y recrea el objeto a odiar, se fortalecen los prejuicios, se difunden memes agresivos, se utilizan los sistemas de adoctrinamiento, proselitismo, clausura mental y emocional, que practican las sectas.
Un “grupo de odio” es un grupo social que defiende y practica el odio, la hostilidad o la violencia hacia miembros de una raza, etnia, nación, religión, identidad de género, orientación sexual o cualquier otro sector designado de la sociedad.
Estas redes tienen enlaces que a veces resultan sorprendentes y que responden a lo que he llamado “sistemas ocultos”. Desde un enfoque a partir de la teología, Juan José Tamayo ha escrito La internacional del odio (Icaria), la alianza entre la extrema derecha política y los movimientos cristianos fundamentalistas ha dado lugar al nacimiento de una nueva religión, la internacional cristoneofascista, que se alimenta del odio, crece y disfruta con él, lo fomenta entre sus seguidores y lo inocula en la ciudadanía. El odio se dirige contra la llamada “ideología de género” y el feminismo, los colectivos inmigrantes, las personas musulmanas, el movimiento LGTBI, la interrupción voluntaria del embarazo, el laicismo, el ecologismo, etc. Esto va unido al auge de la política autoritaria.
“El odio puede basarse en prejuicios aprendidos culturalmente, sin ningún tipo de experiencia directa que lo funde. Así funciona el odio al judío, al hereje, al homosexual, etc.”
Las políticas identitarias, en especial si se unen a actitudes “victimistas” desencadenan movimientos de odio. Da igual que sean de izquierdas o de derechas. Las reivindicaciones “woke” se considera que son progresistas, pero cultivan una cultura de odio hacia los agresores. El odio al “privilegio blanco” es paradigmático. La concepción del mundo de Putin -nacionalismo, religión ortodoxa, autoritarismo, homofobia, antiliberalismo—también lo es. Mi Archivo me recuerda que el “odio a los otros” suele estar acompañado por un “amor a los míos”, que relaciona el nacionalismo, el integrismo, las pasiones identitarias, la defensa de los valores, con el desprecio a los otros, y todo tipo de fobias hacia los diferentes. Tener un enemigo cohesiona al grupo, moviliza los antecedentes del odio: el miedo, la envidia, la repugnancia, la humillación, la ofensa. Todo inquisidor cree estar haciendo un bien a la humanidad, al purificarla.
La ideología del movimiento incel
Internet ha permitido la proliferación de “grupos de odio”, pero me ha interesado uno especialmente porque expone las frustraciones que están en su origen con una franqueza sorprendente. Me refiero al proyecto INCEL, abreviatura de involuntary celibate –celibato involuntario- una comunidad virtual de hombres sexualmente frustrados, que consideran que las mujeres -interesadas, superficiales, provocadoras y frustrantes- son las culpables y merecen un castigo. Pasan del “estar verdes” a “son veneno y me repugnan”. Forman parte de la galaxia MANOSFERA, un ecosistema online defensor de la supremacía masculina, un conglomerado de grupos online hostiles al feminismo, que incluye también sesgos racistas, y una preocupación continua por el hundimiento de la civilización occidental. Forman parte de el MGTOW (Men going their own way), el Movimiento por los derechos de los hombres, y el mencionado INCEL.
Talia Lavin, que se infiltró en una de sus redes con una personalidad ficticia, escribe: “Los inceles son un colectivo que se identifican como personas que carecen de vida sexual y que se reúnen en Internet para lamentar esa falta de intimidad sexual. Al mismo tiempo denigran a las mujeres que, en su opinión y de forma injusta, los someten a ese estado de carencia sexual. “Chad” y “Stacy” son palabras clave que usan los inceles para aludir a todos aquellos hombres y mujeres que, gozando de éxito en el terreno sexual y de una buena adaptación social, los oprimen y denigran” (La cultura del odio, Capitan Swing, 2021, p.115). “La fuerza motriz de los inceles es la soledad, nacida del aislamiento social y de la frustración erótica. Pero los inceles han transformado esos impulsos naturales en una visión integral y grotesca del mundo basada en dos pilares: la misoginia y el odio a uno mismo. Su odio a las mujeres indistinguible del deseo y la nostalgia, es visceral: También lo es el odio que proyectan hacia sí mismos y su desesperación” (p. 120). Tienen un lenguaje particular, que intensifica su insularidad. Los usuarios publican noticias de crímenes y asesinatos cometidos por mujeres para corroborar la tesis de que las mujeres son malvadas. Están embriagados por la libertad que les da un espacio donde son libres de expresar sus prejuicios con toda la violencia que se les antoje. No ocultan que su resentimiento esta provocado por su impotencia para conseguir atraer a alguien.
Los inceles se consideran víctimas de una discriminación por parte de las mujeres, que abusan de su posición. En una las redes pueden leerse una propuesta para liberar los intercambios sexuales de la dominación femenina y de su mayor facilidad para ligar. Estas son algunas de las peregrinas propuestas. “No se permitirá a las mujeres llevar maquillaje, es decir, mentir sobre “su” belleza”. “Las mujeres con más de 9 parejas sexuales deberán ser obligadas por el Estado a tener citas y mantener relaciones sexuales con inceles que no hayan logrado conseguir a ninguna mujer”. Mark Potok, del Southern Poverty Law Center (SPLC), dice que los foros están llenos de «puro odio a las mujeres sin atenuantes»
En alguna de esas redes se exalta la figura de Elliot Rodger, un joven de 24 años que en mayo de 2014 envió por correo electrónico a 34 personas un manifiesto de 137 donde denunciaba su propia virginidad y vilipendiaba a un mundo que le había negado lo que él consideraba un derecho innato. Era una arenga misógina. Publicó varios videos en YouTube. En el último, titulado “El desagravio de Elliot Rodger” expresaba la razón de su resentimiento: “Las chicas nunca os habéis sentido atraídas por mí. No sé por qué no os atraigo, pero os castigare por ello. Soy el mejor partido y, sin embargo, os echáis en brazos de tipos odiosos y a mí, el caballero por antonomasia, no me hacéis ni caso. Os voy a castigar por ello”. Ese mismo día, asesinó a seis personas y se suicidó.
Los inceles se consideran agraviados por las mujeres como totalidad. Son víctimas de lo que en la terminología “woke” se denominan “microagresiones”, agresiones que la víctima acusa, y que no necesitan que el supuesto agresor tenga intención de agredir o sea consciente de hacerlo. Talia Lavin piensa que confirman la tesis de que la misoginia sirve de “puerta de entrada a otros odios”, como los supremacistas blancos o racistas.
INCEL me parece un ejemplo perfecto de incubadora de resentimiento.
Fabuloso el escrito sobre el odio, que por desgracia esta presente en las redes y en el día a día. Gracias por sus escritos y ojalá nos ayuden a abrir los ojos y actuar con discernimiento.
A mí leer cosas tan coherentes, con afán de superación y aprendizaje y planteamientos de avance me dan la vida. Pero me la dan aquí, en mi casa, y con conversaciones con tres o cuatro buenos amigos. Toda esta situación de polarización que se dice claramente pero que me parece que no se quiere solucionar porque eso supondría que cada polo tendría que repensar y llegar a acuerdos con el otro, y para ello decidir y pensar en lo que es realmente importante y mejor para el conjunto, y a la vez esta iniciativa haría que otros los tacharan de no tener las cosas claras, de tener intereses ocultos etc. Volviendo al planteamiento de lo de mi casa, ahora mismo pensar y repensar, y escuchar a gente con intención de mejorar ellos y mejorar el mundo me da paz aquí dentro. Pero fuera no me está sirviendo de mucho…Así que me pregunto si esto no va a ser siempre un grupo minoritario como siempre ha habido. Sabemos que se pueden relacionar pensamientos de filósofos clásicos con actuales (en otros campos tampoco entiendo si no es por una ambición enfermiza que no se escuche a los expertos que ya, saben de antemano o pueden prever la mayoría de los desastres) diferentes circunstancias pero mismas reacciones. Y a nivel global no está ayudando mucho. Sólo se oye hay que cambiar esto, hay que cambiar lo otro, da igual que sea volviendo a modelos que no funcionaron en otro momento, porque a lo mejor tendríamos que pensar menos en cambios drásticos y más en mejoras. O nuevos sistemas que tengan en cuenta los fallos de todos los anteriores. Y pensando en mejoras colectivas. El respeto. Creo que siempre habrá y es necesario dos áreas. Una más íntima en tu casa, con tus pensamientos propios, gustos, intereses… Pero cuando sales a la calle las normas, son para convivir en paz, y se van creando para solucionar problemas reales que ya se han dado de un modo asiduo. Por eso aunque te fastidien o no te afecten o creas que estás por encima, ya ha habido gente que ha tenido que vivir injusticias y lucharlas hasta que se ha puesto ese límite. Y hay que respetar esas luchas. Si se dan condiciones para que cambiar algo sea beneficioso para la vida social teniendo en cuenta por qué se llegó ahí, pues adelante también. La libertad total no puede existir cuando te relacionas con gente, el límite lo marca el respeto, con cada persona tendrás más amplitud o menos. Pero tampoco lo veo algo negativo. Y esto también es histórico. Tú mente puede ser más libre, si lo trabajas, pero tus actos si trabajas la libertad de tu mente quizás hasta menos en determinados momentos. De este verano recuerdo una conversación con un grupo de tendencia woke, que efectivamente se creen lo justos salvadores del mundo pero son más de lo mismo, estaban hablando enérgicamente sobre algo «tremendamente injusto» para uno de sus grupos vulnerables y victimizados y dije: eso es verdad. Y siguieron inmediatamente señalando a lo «claros culpables» porque se quejaban de esto y de aquello y dije: es que eso también es verdad. Pero en ninguno de los casos es totalmente verdad para todos los individuos. Se callaron más bien con cara de fastidio y supongo que ganas de seguir con su discurso sin mí. Esto tampoco me da esperanza pero me voy a mi casa a leer y aprender, escuchar música, bailar, disfrutar de la bondad animal y quizás hacer un par de llamadas amables a buenos amigos.
Por cierto, yo también nací en Toledo, y es cierto que es «como nacer simultáneamente en una ciudad y una leyenda» un equilibrio maravilloso.