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Elogio y refutación del pensamiento Woke

Por 1 de septiembre de 2021julio 14th, 2022Art. El Panóptico, Número 35
Panóptico 35 El pensamiento woke Destacada Wokismo

El pensamiento “woke” surgió en los movimientos antirracistas estadounidenses, y se ha expandido en las universidades americanas, imponiendo en muchas de ellas una censura que ha sido denunciada en una carta publicada en Harper’s Magazine por un nutrido grupo de intelectuales prestigiosos (Noam Chomsky, Steven Pinker, Gloria Steinem, Margaret Atwood, Michael Ignatieff, Jonatahn Haidt, etc,). Esa ideología está siendo importada por las universidades europeas.

Recientemente, el presidente Macron la ha acusado de estar provocando una racialización de la sociedad francesa. También inspira algunas políticas de la izquierda europea, más centrada en temas de identidad que en temas de justicia económica. Intelectuales como John Gray la consideran un retoño del bolchevismo. Vivek Ramaswamy ha publicado hace unos días Woke, Inc.: Inside Corporate America’s Social Justice Scam, donde sostiene que el wokismo, en especial el “capitalismo woke”, del que luego hablaré, es el cáncer más peligroso que sufre la sociedad americana.

¿Tiene alguna incidencia en el panorama español? Creo que sí, porque podríamos considerar que el Ministerio de Igualdad es un “ministerio woke”

Con estos antecedentes parece arriesgado hacer algún tipo de elogio, por lo que tengo que justificar mi opinión. Desde el Panóptico el wokismo es un fenómeno digno de estudio, porque su rápida expansión pone de manifiesto -al igual que lo hacen todas las modas- su capacidad para sintetizar ideas, deseos, odios y esperanzas dispersas. Une las reivindicaciones de las víctimas con el interés por los temas identitarios, las ideas posmodernas sobre el poder y la verdad, y el resentimiento como poderosa motivación del humillado. Aspira a una “nueva justicia social”, sus seguidores se consideran Social Justice Warriors y hasta cierto punto -no más allá- lo son. Es un movimiento con sus luces y sus sombras, que no se puede rechazar ni aceptar en bloque. Por eso merece un elogio y una refutación. (Como ha dado origen a un “neolenguaje”, iré presentando en próximas entregas del Panóptico el primer Diccionario woke)

Todos podemos ser colaboracionistas sin ser conscientes de que lo somos.

Para comenzar, debemos precisar cuál es el contenido de este movimiento. La palabra “woke”, que procede de la cultura afroamericana estadounidense, significa literalmente “despierto”, “estar alerta”. ¿Alerta acerca de qué? Según el diccionario de Oxford, de las injusticias, del dolor de las víctimas. No puede haber causa más noble. Cuando escribí Biografía de la Inhumanidad  descubrí con horror la facilidad con que podemos habituarnos a cualquier injusticia. Todos podemos ser colaboracionistas sin ser conscientes de que lo somos. Por ello, “avivar la conciencia” me parece un buen objetivo.

La Historia, por ejemplo, se olvida casi siempre de las víctimas, o las convierte en una estadística. La ideología woke rechaza estas posturas y para ello insiste en la experiencia vivida por las víctimas, los oprimidos, los humillados, lo que Frantz Fanon, uno de sus predecesores, hace ya muchos años llamó “les damnés de la terre”, los parias. Suele decirse que la historia la escriben los vencedores. Cada una de las gestas históricas de las que presumen las naciones, está asentada en el sufrimiento de miles de personas. Un general se lleva la gloria de la victoria, pero lo más probable es que él no combatiera, que lo hicieran los “soldados desconocidos”. La existencia de los monumentos a estos soldados siempre me ha parecido el colmo de la desvergüenza y de la insensibilidad. Los muertos no eran desconocidos para sus familiares, para sus vecinos. Entonces, ¿para quién eran desconocidos? Para la Patria, para la Nación, para sus gobernantes. El wokismo censura esta idea como perversa e insultante. Solo las víctimas pueden sentir la experiencia de ser víctimas.

Hasta aquí, el movimiento woke merece un elogio. Se preocupa de las víctimas, de su terrible experiencia, reivindica su derecho a ser reconocidas, a no ser olvidadas, a ser indemnizadas. El movimiento Black Lives Matter (BLM) fue la manifestación woke más poderosa. En teoría, nadie honesto puede negar que una vida negra sea importante. En la práctica, las cosas son diferentes. Basta ver nuestra indiferencia con las muertes de los sudafricanos que mueren en las pateras. El movimiento generó un sistema ideológico más difícil de aceptar, pero que es necesario comprender.  La imposibilidad de sentir lo que la víctima siente se convirtió en la imposibilidad de entenderlo. La incomunicación se volvió así absoluta. Esta idea saltó a los titulares cuando la poetisa Amanda Gorman sostuvo que una autora negra solo podía ser traducida por otra persona negra. El movimiento BLM no se parece al que encabezó Martin Luther King para reivindicar la igualdad de derechos. Este aceptaba los principios de la democracia liberal y lo que pedía es que se extendieran a todas las personas, con independencia de su color.

El pensamiento woke piensa que la discriminación racial no es un fallo puntual de un buen sistema, sino que el sistema entero es perverso, está penetrado de racismo y por lo tanto es irrecuperable.

Es lo que dice la Teoría critica de la raza, núcleo ideológico del wokismo. La cultura occidental es blanca y ese pecado de origen corrompe todo su contenido. Los estudiantes de Yale rechazan los cursos de literatura porque los autores son mayoritariamente blancos. Un profesor de cultura clásica de Princeton, Daniel Padilla Peralta, niega legitimidad a su asignatura porque “a lo largo de los siglos ha justificado la esclavitud”.

La producción de “blanqueidad” está en la médula de los textos clásicos.

Por ello se exige que se les prive de su prestigio. De nada vale la brillantez estética si alumbra un mundo perverso. El mito del pecado original adquiere una nueva versión. La “blanqueidad” es su manifestación. La colonización, su culminación. Por eso, los descendientes de esclavos, los oprimidos, son los que ostentan la única legitimidad, y son ellos los que pueden ejercer una función purificadora. El indigenismo es la sabiduría aún no adulterada. La importancia de los “estudios descolonizadores” es una muestra. Los blancos son colonizadores inconscientes y es preciso que tomen conciencia de esa condición innata. Como adelanto de lo que luego diré, también la ampliación woke de los movimientos feministas piensa que todos los varones son machistas natos, sin que frecuentemente sean conscientes de ello, y que nuestra sociedad es “estructuralmente machista”.

Al estudiar la historia se descubren ciertos “módulos evolutivos”, que cuando se ponen en marcha funcionan con un férreo automatismo. Uno de ellos es el “módulo de la pureza”. Barrington Moore lo estudio en Pureza moral y persecución en la historia (Paidós). Cuando los miembros de un grupo se consideran los únicos puros, acaban imbuidos de una misión de purificación del mundo. Movidos por buenas intenciones, pueden convertir a la sociedad en un campo de reeducación. El éxito del wokismo ha hecho que muchas grandes empresas estén dando a sus empleados cursos para librarlos de la “blanqueidad”, de la “fragilidad de ser blanco”, que les hace ser inconscientes de su privilegio innato, de su racismo estructural. Tienen mucho éxito los organizados por Robin DiAngelo, autora de dos exitosos libros: White Fragility: Why It’s So Hard for White People to Talk About Racism,(2018) y Nice Racism: How Progressive White People Perpetuate Racial Harm.(2021). Ha aparecido lo que se denomina “capitalismo woke”, un ejemplo más de que el wokismo merece un elogio y una refutación. La esencia del “capitalismo woke” es exigir a las empresas una función moralizadora, y eso me parece bien, pero se trata de imponer la moralidad woke. Eso supone en algunos casos un control sobre los comportamientos de los empleados, para que sigan sus preceptos, lo que implica una especie de dictadura para el bien.

El dogma central es que vivimos en una sociedad binaria compuesta de oprimidos y opresores.

¿Cuáles son los preceptos del pensamiento woke?

El dogma central es que vivimos en una sociedad binaria compuesta de oprimidos y opresores. Esa es su estructura básica. No puede haber neutralidad ni comunicación entre ambos bandos. Lo demás no tiene relevancia. El movimiento tiene razón en sus reivindicaciones, pero aceptó para justificarlas una mala filosofía, que   lo ha llevado más allá de lo racionalmente aceptable. Se trata de la “filosofía postmoderna”, en especial la de Michel Foucault y Jacques Derrida, que ha tenido gran resonancia en las facultades de humanidades americanas. Adelantaré que gran parte de los excesos del wokismo se deben a un fracaso de las Humanidades (incluida la filosofía) como especialidad universitaria, que debe hacernos reflexionar, y que ha sido denunciada, entre otros, por Greg Lukianoff et Jonathan Haidt en La transformación de la mente moderna (traducción extraña del título original The Coddling of the American Mind’). El pensamiento postmoderno consideró que el motor de la historia era el poder, que no había posibilidad de un conocimiento universal, porque el conocimiento era una imposición de la clase dominante, que todo era creación social, que no teníamos forma de alcanzar la objetividad, y que necesitábamos “deconstruir” las gigantescas y peligrosas construcciones de nuestras certezas si queríamos ser libres. No bastaba con pequeños retoques: el cambio tenía que ser radical.

El wokismo en sus inicios era un movimiento antirracista, decidido a limpiar el mundo de la blanqueidad, origen de todos los males.

El modelo atrajo a otros colectivos oprimidos, en especial a los que eran discriminados por razones de género, orientación sexual, o por disfunciones físicas o mentales. Se multiplicaron las cátedras de estudios descoloniales, de género, de teoría critica de la raza, interseccionalidad, teoría queer, discapacidades y obesidad (disability and fat studies).  Los opresores eran los blancos, los hombres, la cultura patriarcal dominante. En virtud de la nueva doctrina del pecado original, no podía haber excepciones, todos eran pecadores. Si una persona decía “Yo no soy racista”, estaba en realidad aceptando que pertenecía a un sistema racista. Y lo mismo si decía que no era machista, o que quería la igualdad. La categoría de víctima se amplió al admitir las “microagresiones”, que podían ser realizadas sin que el agresor fuera consciente de ellas, y que no dependían de una acción objetiva, sino del sentimiento de hostilidad sentido por la víctima.

Si una persona decía “Yo no soy racista”, estaba en realidad aceptando que pertenecía a un sistema racista.

El problema de la descalificación en bloque de la cultura occidental -por ser blanca, patriarcal, machista, opresora, colonialista- es que al cancelarla se cancelan también sus grandes creaciones: la universalidad de los derechos, la razón como modo de verificar los conocimientos, la objetividad como esencia de la justicia, el pensamiento crítico. Hay que deconstruir la cultura actual y construir un mundo nuevo. Pero ¿con qué mimbres, con qué ideas, con qué certezas, con qué criterios?

El problema ha surgido en España con motivo de la ley trans.

El feminismo clásico reivindicaba la igualdad de derechos, mientras que los movimientos woke (LGTBI+) lo que desean es abolir cualquier distinción establecida por la cultura cis, incluida la de “mujer”. Un movimiento que pretendía ser crítico ha abolido toda posibilidad de crítica, porque ha negado la posibilidad de objetividad. Solo el poder da conocimientos. Esa es la tesis de Foucault que triunfa en el mundo woke. Lo importante es, pues, conquistar el poder. Pero, como he explicado en otros Panópticos, no hay en ello nada nuevo. Esa es la vieja política, la política ancestral. La que han sufrido las víctimas y que ahora, metidas en un círculo diabólico, acaban defendiendo. De nuevo desde el Panóptico reconozco otro módulo muy viejo. Los cristianos perseguidos por la intolerancia romana, reclamaban libertad de religión. Una vez convertido el cristianismo en religión oficial acabó creando la inquisición. La novedad de wokismo se anula a sí misma. En una carta publicada por estudiantes negros de las universidades de Pomona y Claremont, exponían con claridad estas ideas: “Históricamente, la supremacía blanca ha venerado el concepto de objetividad y ha proclamado la dicotomía entre lo “subjetivo” y lo “objetivo” con el fin de silenciar a los pueblos oprimidos, La idea de que existe una única verdad –“la Verdad”- es un constructo eurooccidental profundamente arraigado en la Ilustración, un movimiento que calificó a las personas Negras y Oscuras de subhumanas e inmunes al dolor,(…) En aquellos aspectos que ponen en peligro  nuestra existencia en el espacio público, la idea de que la verdad es una entidad que debe buscarse equivale a querer silenciar a los pueblos oprimidos” (Citado en D.Murray, La masa enfurecida, Peninsula,p.186).

Este rechazo a valorar la objetividad del conocimiento lleva a adoptar una postura anticientífica, que desprestigia las Humanidades por su defensa de estas posturas.

Como han sido aceptadas por la izquierda -más preocupada por temas de identidad que de igualdad-, como ha expuesto Fukuyama en Identidades, (Deusto), se ha podido extender la idea de que la izquierda actual es anticientífica y anti ilustrada. Eso es lo que animó a Steven Pinker a escribir un tomo de setecientas páginas en defensa de la Ilustración. Lo cierto es que las exageraciones woke han dado origen a criticas irónicas y a sucesos cómicos. Un ejemplo es el paródico libro Woke de Titania McGrath, seudónimo de Andrew Doyle, aparentemente escrito por una activista woke, que dice cosas como “La única manera de que respete a un hombre es cuando esté embarazado de un feto no binario” o “Como icono millennial a la vanguardia del activismo en redes, estoy excepcionalmente capacitada para guiarte a través de la apabullante multitud de conceptos que contiene la doctrina woke actual. En pocas palabras, soy mucho mejor persona que tú”. Otro ejemplo es el protagonizado por Peter Boghossian, James Lindsay y Helen Puckrose, que escribieron veinte artículos disparatados, los enviaron a revistas de humanidades, y consiguieron que varios de ellos fueran publicados, para posterior vergüenza de los editores cuando descubrieron el fraude. Alguno con títulos tan hilarantes como los siguientes.  “Entrando por la puerta de atrás; retando la homofobia, la homohisteria, la transhisteria y la transfobia del hombre hetero mediante el uso receptivo de juguetes sexuales penetrantes” (M. Smith (pseudonym) (2018). «Going in Through the Back Door: Challenging Straight Male Homohysteria and Transphobia through Receptive Penetrative Sex Toy Use»Sexuality & Culture. 22 (4): 1542), o “Reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad queer en los parques urbanos de perros en Portland, Oregon. (Helen Wilson (pseudonym) (2018). «Human Reactions to Rape Culture and Queer Performativity at Urban Dog Parks in Portland, Oregon»Gender, Place & Culture: 1–20. ). Una vez descubierto el engaño, las revistas retiraron los artículos.

Necesitamos rehabilitar la verdad y defender las Humanidades con más rigor

Una ocurrencia verdaderamente ingeniosa es el Postmodernism Generator («generador de posmodernismo»)  un programa informático que produce automáticamente «imitaciones cercanas» de la escritura posmodernista. Fue escrito en 1996 por Andrew C. Bulhak de la Universidad de Monash utilizando Dada Engine, un sistema para generar texto aleatorio a partir de gramáticas recursivas. (Bulhak, Andrew C. (1 de abril de 1996). «On the Simulation of Postmodernism and Mental Debility using Recursive Transition Networks»Monash University. Department of Computer Science Technical Report 96/264.) Recomiendo la lectura de alguno de los textos generados por este programa.

La conclusión de este Panóptico es que las buenas causas (y en su origen el wokismo lo era) no pueden defenderse con malas filosofías, que necesitamos rehabilitar la verdad y defender las Humanidades con más rigor, y que el universalismo de los derechos es la única defensa eficaz de las diferencias.

Únete 21 Comments

  • ¡Buenísimo! Soy de la opinión de que la claridad empodera y la confusión debilita, o sea que muchas gracias por aclarar conceptos, buena falta nos hace.

    • jose+antonio+marina dice:

      Estoy de acuerdo. Si no comprendemos lo que pensamos y decimos -y con frecuencia sucede así- estamos siendo manejados por los prejuicios, repitiendo consignas o eslóganes publicitarios o ideológicos.

    • Moisés dice:

      Nada hay nuevo bajo el sol. Una fusión química de capitalismo, materialismo histórico, puritanismo luterano y despotismo desilustrado, recalentado en el matraz del deconstruccionismo francés. Produce un residuo altamente tóxico, ya conocido como TOTALITARISMO, versión evolucionada de la teocracia, donde se ordena bajo un catecismo, lo que cada individuo debe pensar, y como, donde y cuando mimetizarse con esas estrictas pautas. Deberá manifestar, además, su sometimiento haciendo pública alharaca de esa doctrina y ejerciendo la noble función de delator, mediante la persecución activa, hasta la cancelación, de todo discrepante: ahora denominado, en lugar del antaño hereje o enemigo del pueblo, ODIADOR. Cambia la terminología, pero no las viejas esencias de los sistemas verdugo: OBEDECE o MUERE.

  • omar dice:

    En el marco de la evolución de las culturas, aquellas que han sufrido mayores avatares históricos (que en numerosos casos han implicado violencia) y han sido capaces de reflexionar sobre estos mismos (cuando tras luchas intrínsecamente internas han conseguido liberarse del yugo del poder y establecer una educación universal) han adquirido una especial sensibilidad por la vida humana. Además son capaces de reconocer sus errores. Nunca jamás en la historia anterior fueron las minorías reconocidas como lo son ahora.
    Sin embargo la filosofía woke esconde odio, rencor y anacrónica venganza conteniendo la semilla de los errores cometidos antaño.
    Como siempre deberíamos respirar y ver qué es común a todos los humanos: todos somos sufrientes y todos somos responsables del fracaso de Afganistán.

    • jose+antonio+marina dice:

      Es cierto que hemos ido adquiriendo una mayor sensibilidad hacia las minorías, Es cierto que eso se ha conseguido a través de procesos complejos y a veces dramáticos, piense en los movimientos esclavistas, en los derechos civiles en EEUU, o en los movimientos para conseguir el voto femenino, o condiciones laborales aceptables. Como sostengo en mi artículo el movimiento woke ha desbarrado porque ha adoptado una postura ideológicamente equivocada, la ideologia posmoderna que a mi juicio acaba deslegitimando todo lo que pretende defender.. Pero eso no debería hacernos olvidar que sus objetivos iniciales eran justos. Las construciones ideológicas sobre todo las alzadas sobre posturas identitarias suelen caer en la exageración. Llamo woke a la exageracion inaceptable de un objetivo legítimo. Por eso hablo tambien de «nacionalismos woke». Por eso creo que merecen un elogio y una refuación..

  • El Rastreador dice:

    La palabra “despertar” ha sido utilizada en movimientos religiosos, por ejemplo el “Great Awakening” de las iglesias protestantes a mediados del XVIII, porque implicaba una especie de conversión. “Estar despierto, consciente” es un modo deseable de vida. He leído la siguiente anécdota:” Un día, un Brahmán se encontró a Buda sentado en contemplación bajo un árbol. Le admiro su paz extraordinaria. ¿Eres acaso un dios? Le pregunto, No, respondió Buda y le explicó que había revelado un nuevo potencial en la naturaleza humana. Era posible vivir en este mundo de conflicto y dolor en paz y armonía con todas las criaturas. No era importante que le creyera; descubriría su verdad si practicaba su cometido, cortando sistemáticamente el egoísmo de raíz. “Recuérdame -dijo Buda al curioso sacerdote- como alguien que está despierto” (Karen Armstrong: En defensa de Dios, p. 364).

  • RUBÉN YAGO dice:

    Me podría recomendar algún libro o colección de artículos sobre la modernidad y la posmodernidad, a fin de que pueda hacerme una idea cabal de una y otra?…
    Muchas gracias

    • Puede empezar dice:

      Me resulta difícil hacerlo sin saber a qué nivel le interesa la información. Simplificando, la modernidad (no lo confunda con el modernismo, que es otra cosa) incluye los ideales de la ilustración: idea de progreso, poder de la razon, universalidad de las normas éticas, posibilidad de la verdad. Si tiene tiempo, le recomiendo el libro de Steven Pinker «En defensa de la Ilustración». La postmodernidad considera que la modernidad ha fracasado y que hay que moverse en direccion contraria. Tal vez le convenga comenzar por dos libritos de uno de los creadores de ese movimiento Jean-François Lyotard: «La condición posmoderna» (Cátedra) y «La posmodernidad explicada a los niños» (Gedisa). Un libro que presenta apasionadamente el debate entre ambas es el de Juan Jose Sebreli: «El asedio a la modernidad» (Ariel).
      Puede empezar consultando en la wikipedia «Modernidad» y «Postmodernidada» y luego continuar con los libros.

  • RUBÉN YAGO dice:

    Muchas gracias, me interesa en tanto en cuanto he estudiado arquitectura y no me identifico con la llamada arquitectura posmoderna, no así con la moderna ( Mies van der Rohe, Jacobsen y tantos otros…) y me gustaría profundizar en las ideas que se mueven detrás de una y otra al hilo de las vanguardias artísticas…
    Le agradezco sus recomendaciones.

  • Paloma835 dice:

    La búsqueda desinteresada de la verdad tiene una larga historia; su origen es previo a todas nuestras tradiciones teóricas y científicas, incluida la de pensamiento filosófico y político. Creo que se puede remontar al momento en que Homero decidió cantar las hazañas de los troyanos tanto como las de los aqueos, y exaltar la gloria de Héctor, el enemigo derrotado, tanto como la gloria de Aquiles, el héroe del pueblo al que el poeta pertenecía. Eso no había ocurrido antes; ninguna otra civilización, por muy espléndida que hubiera sido, fue capaz de mirar con los mismos ojos a amigos y enemigos, a la victoria y a la derrota, que desde Homero no se reconocieron ya como norma última del juicio de los hombres, aunque sean últimas para los destinos de las vidas humanas. La imparcialidad homérica tiene ecos en la historia griega e inspiró al primer gran narrador de la verdad objetiva, que se convirtió en el padre de la historia: Heródoto nos dice en las primeras frases de su relato que lo escribe «para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros… queden sin realce». Aquí está la raíz de la denominada objetividad, esta curiosa pasión, desconocida fuera de la civilización occidental, por la integridad intelectual a cualquier precio. Sin ella jamás habría nacido ninguna ciencia. (Arendt, Verdad y política. 1967)

    • Puede empezar dice:

      El papel de Grecia en la «historia de la verdad» ha sido extraordinario. Sobre todo porque a la objetividad que se intenta en los historiadores, se añadió la búsqueda de la verdad en los procesos judiciales, la lucha contra la superstición de la filosofía, y la teoria del conocimiento científico. Además estaba la busqueda de la «verdad política» en la democracia deliberativa griega, que es la que mas le interesaba a Arendt. Su idea de verdad es «cautelosa». Cree que el política apelar a la verdad lleva al totalitarismo, porque el conocimiento está en la multitud de opiniones en el espacio público. Por eso, Habermas la criticó diciendo que devaluaba el papel de la argumentación y que metida en el dominio de las opiniones no encontraba manera de distinguir las mejores de las peores.
      Creo que el gran descubrimiento de Grecia, por todos esos caminos, fué la razón crítica.

  • Paloma835 dice:

    El desprecio, rechazo, descreimiento, desinterés, por la verdad, objetividad, imparcialidad, la razón, al margen del déficit filosófico, fraude ideológico, de la posición desde la que se pueda llegar a fundamentar, propicia un desarme del sistema de valores tradicional y deja un arbitrario vacío, que ocupan frecuentemente movimientos reaccionarios, particularmente peligrosos en este tiempo, nacional populismos de variada compostura. En este vacío de estructura ausente de verdad, se crean las condiciones para la polarización identitaria y el totalitarismo de “baja intensidad”. Ya lo advertía Chomsky a propósito del auge de la autodenominada derecha alternativa, practicante orgullosa de la postverdad y las fake news, que aupó al fantasmagórico Trump a, ni más ni menos, que a la Presidencia del país más rico, poderoso y desarrollado del mundo, y que se ha propagado por todo occidente.
    Si todo se reduce a la lucha identitaria por el poder, la civilización occidental y la historia de la humanidad, se desvía por la ancestral senda de la barbarie, donde no se encuentra esa “curiosa pasión, desconocida fuera de la civilización occidental, por la integridad intelectual a cualquier precio. Sin ella jamás habría nacido ninguna ciencia”.

  • Puede empezar dice:

    El problema está en que la sido la misma filosofía postmoderna la que ha socavado los cimientos de la teoría de la verdad. Por eso, como expliqué en el Panoptico 27, necesitamos emprender una campaña para la rehabilitacion de la verdad.

  • María González Macías dice:

    En mi opinión, queremos integrar a las minorías porque cada uno de nosotros nos sentimos minoría, cada vez somos más conscientes de la complejidad como individuos. Nuestra identidad personal es cada vez más compleja, e incluso, más cambiante. Tememos el abandono y/o la discriminación. Nos sentimos tan diferente al otro que es más cómodo admitirlo todo; si se admite todo yo también seré admitido, es simplemente reciprocidad. Dudo que sea preocupación por el otro, las minorías se han convertido en el vehículo para asegurarnos un sitio a nosotros mismos en la sociedad.
    Es un placer leerle. Un saludo y mil gracias.

  • Vicent Gozálvez dice:

    En las Facultades de Educación se deja sentir con fuerza la sospecha a todo lo que se acerque al pensamiento occidental moderno y heteropatriarcal, etc. Una sospecha que golpea y que sufrimos quienes seguimos apostando por la herencia ético-política de la Ilustración. Un pensador de la complejidad y hondura de Bauman llega sin embargo a conclusiones que nos hacen pensar… y temblar. En «Vivir en tiempos turbulentos» (curiosa traducción de «Das Vertraute Unvertraut Machen. Ein Gespräch mit Peter Haffner», de 2017), el entrevistador le recuerda a Bauman lo que afirmó en «Modernidad y Holocausto», a saber, que la destrucción masiva de personas era producto de la modernidad y no sólo del nacionalsocialismo alemán, a lo que Bauman responde: «La modernidad no es la era del genocidio. Sólo permite que existan formas modernas para ejecutar un genocidio», gracias a la tecnología, la burocracia, el dominio de la naturaleza, etc. Ay, aún estamos dándole vueltas al significado y alcance de «modernidad». Muchas gracias, José Antonio, por estas reflexiones en el Panóptico, me ayudan a entender que el wokismo está detrás del tan extendido movimiento multicultural posmoderno, entregado a lo diferencial de forma dogmática, defensor de un etnocentrismo inverso, y que asume una idea cerrada de «cultura» impermeable al diálogo, la mezcla, la transformación y la creación. Enclaustramiento de cada cual en su condición cultural heredada y hermetismo. El conflicto social y global está servido. En fin, ¡qué necesaria es la vacuna de la interculturalidad como superación de lo multicultural!

  • Rodrigo dice:

    El wokismo es pura irracionalidad fascistoide y debe ser rechazado de plano. No hay nada bueno en ese marxismo cultural del que forma parte que merezca el más mínimo elogio, pues las mayores aberraciones siempre han contado con las buenas intenciones de no pocos. Al menos desde que existe la civilización occidental no ha habido violencia que no se haya justificado a sí misma mediante agravios previos o fatalismos oportunos, ni ingenuos inmunes a pastelear con ella, pero es la primera vez que un ataque manifiesto a los valores judeocristianos se disculpa en nombre de los mismos: la compasión hacia las víctimas es una idea netamente occidental y cristiana, “blanquista”, en la que cínicamente se escudan los enemigos de Occidente.
    No hay nada elogiable en la barbarie y la lenidad es un tipo de autoría. El wokismo es violencia y hay que rechazarla de plano con independencia de su intensidad o subterfugios. El marxismo cultural es una guerra declarada de las elites políticas contra la humanidad y sólo cabe una respuesta o legítima defensa de similar índole bélica. Sin paños calientes. Limitarse a refutar la irracionalidad comprendiéndola es como querer razonar con un loco que viene hacia ti blandiendo un hacha.

  • Gabriel dice:

    Muy buen artículo. Felicitaciones.

  • Jorge Camiro dice:

    ¡Me gusta! Qué importante que la Filosofía se vuelva activa de la forma más objetiva posible, los filósofos no tomamos posturas, siempre hemos sido los que cuestionamos la irracionalidad y la racionalidad, por eso estoy sorprendido la cantidad de Filósofos oprimidos por miedo a ser enfrentados por minigrupos también de filosofitos.
    Antes éramos la voz de lo racional cuestionando ambas vertientes, ahora sólo hacemos Historia de la Filosofía.
    Gracias por compartirlo y crear este Blog. Te empezaré a Seguir.

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