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Vox y la teoría de los sistemas ocultos

La hipótesis sostiene que los factores aparentemente distintos forman parte de una estructura, y que si se acepta uno de los eslabones, se está aceptando la cadena entera

La teoría de los sistemas ocultos proporciona un buen método para entender los movimientos sociales. Fenómenos como las modas, los cambios de creencias, las decisiones políticas, las preferencias electorales, no surgen por casualidad, sino que responden a motivaciones con frecuencia desconocidas. En ellos convergen factores muy diferentes, que parecen desconectados. La teoría de los sistemas ocultos sostiene que no lo están, que forman parte de una estructura, de un sistema, y que si se acepta uno de los eslabones, se está aceptando sin saberlo la cadena entera. George Lakoff, que ha estudiado los sistemas ocultos de republicanos y demócratas en Estados Unidos, se pregunta: ¿por qué posturas respecto a temas muy diversos van emparejadas? Por ejemplo, quien defiende el control de armas suele abogar también por el aborto y el ecologismo; y quienes quieren bajar los impuestos defienden mayor gasto militar y están contra el control de armas. Los archipiélagos proporcionan una buena metáfora de estas estructuras ocultas. Parecen islas autónomas cuando en realidad son cumbres de una cordillera sumergida.

Bannon, que ha mantenido contactos con Vox, decía a los partidos europeos de su ideología: “Vais a ganar, cada cual con su identidad y sus fronteras”

 

Cada una de estas islas tiene su geografía particular. El nacionalismo español lleva implícito que “mi nación es lo primero”, lo que afectivamente le une a otras propuestas nacionalistas, por ejemplo la de Trump o de los independentistas. Esto supone un reblandecimiento (no una negación) del proyecto europeo. Uno de los defensores a ultranza de Trump, Jack Posobiec, ha comentado el triunfo de Vox diciendo: “Make Spain great again!”. Estos lazos aclaran la aparición en escena de un personaje como Steve Bannon, antiguo asesor del presidente americano, que se ha asentado en Bruselas para iniciar lo que denomina The Movement, una iniciativa para unir el pensamiento nacionalista y ultraconservador europeo con el americano. En una entrevista en ‘Daily Beast’, Bannon, que ha mantenido contactos con Vox, decía a los partidos europeos de su ideología: “Vais a ganar, vais a tener Estado-nación, cada cual con su identidad y sus fronteras”.

¿Cuál puede ser el interés en fomentar estos nacionalismos? Creo que es doble. El primero, teniendo en cuenta que también Putin los alienta, es un deseo en ambos países —EEUU y Rusia— de afirmarse como poder mundial, lo que pasa por debilitar el proyecto europeo. El segundo es más ideológico. Se relaciona, por ejemplo, con la Fundación Heritage, que tiene en español la web libertad.org, y que trabaja para promover las políticas conservadoras en todo el mundo. En 2016 propuso a Trump una lista de 334 medidas, entre ellas bajar impuestos, eliminar regulaciones medioambientales, elegir a jueces conservadores, acabar con las políticas de género y defender la familia tradicional.

Imagen vox José Antonio Marina

El nacionalismo de Bannon y de The Movement, al que se ha unido ya Salvini, defiende la necesidad de recuperar y fortalecer la herencia judeocristiana, lo que supone sobre todo una oposición frontal al islam. En eso no tiene mejor compañero en Europa que el Partido de la Libertad del holandés Geert Wilders, para quien la oposición al islam es tema prioritario. Bannon, según noticias de prensa, mantiene contactos con movimientos católicos integristas, como el Instituto Dignitatis Humanae (DHI), el ‘think tank’ católico cuyo objetivo es fortalecer la cultura judeocristiana en Occidente. El presidente de su consejo asesor es el cardenal Raymond Burke, líder de la corriente opositora al papa Francisco y nexo de unión entre la derecha religiosa estadounidense y el Vaticano. Su director, Benjamin Harnwell, confirmó a Reuters que pretende poner en marcha dos programas con la ayuda de Burke y Bannon: uno de liderazgo para católicos ultraconservadores que aspiran a ocupar cargos políticos, y otro para la defensa de la vida, también con la colaboración del cardenal Renato Martino.

Abascal, en 2016, en un encuentro digital con los lectores de ‘Infovaticana.com’, dijo: «Nuestra identidad y la de toda Europa es cristiana, y eso hay que preservarlo porque nuestros valores son superiores y dignifican al hombre». En campaña, Vox ha dicho que quiere servir de canal para el voto católico. En eso coincide con casi todos los demás partidos de extrema derecha, que consideran la cristiandad el elemento central de la civilización occidental. El Fidesz del húngaro Viktor Orbán o el Partido Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kackzynski proclaman abiertamente la «superioridad» del cristianismo y promueven activamente los valores cristianos en la sociedad y la educación. No se trata de un movimiento religioso, sino de un movimiento identitario cultural, que es compatible con el laicismo o el agnosticismo. Está más cerca de Gregorio VII que de San Francisco de Asís.

Principios morales y patrióticos

En el caso de Vox, la actitud ante la familia tiene un sesgo especial. Con el pretexto de defenderla, arremeten contra la “ideología de género”

Es importante esa apelación a los principios morales patrióticos porque enlaza con la siguiente isla: la necesidad de políticas enérgicas en su defensa. El auge de las democracias autoritarias es un rechazo a lo que se considera un concepto de tolerancia suicida. Leo en un diario francés que una gran mayoría de los franceses está de acuerdo con la siguiente afirmación: “Necesitamos un gobernante fuerte para recuperar el orden”. La globalización produce miedo porque difumina la identidad, por ello fomenta la construcción de muros defensivos y el lenguaje bélico. En algunos mítines de Vox se canta el himno de la Legión. Por supuesto, la afirmación enérgica y dogmática de los propios principios hace mirar como ‘buenistas’, traidores y chaqueteros a quienes intentan negociaciones o pactos. ‘Tener principios’ significa una certeza absoluta en la tajante separación entre lo bueno y lo malo y la seguridad de estar en la parte buena. No tenerlos es dejarse llevar por cualquier cosa.

Este sistema (nacionalismo-identidad-cultura cristiana-rechazo al inmigrante basado en ‘principios’-defensa enérgica) se prolonga en la protección de entidades básicas como la familia. Mejor dicho, de un modelo de familia. Es interesante que George Lakoff sitúe en el centro de los sistemas ocultos de republicanos y demócratas dos concepciones distintas de la familia. Una basada en la obediencia, la disciplina y la responsabilidad personal; y otra basada en el cuidado, la empatía y la libertad. Pone como ejemplo la actitud ante las madres solteras. El modelo republicano piensa que son responsables de su situación, y que no merecen ayuda estatal. En cambio, los demócratas creen que merecen comprensión y ayuda. En el caso de Vox, la actitud ante la familia tiene un sesgo especial. Con el pretexto de defenderla arremeten contra la “ideología de género”.

En su origen, la ideología de género solo decía que a partir de la diferencia sexual las culturas han elevado construcciones ideológicas que atribuían a hombres y mujeres roles que eran sociales, pero que se hacían pasar por naturales. Es una verdad irrebatible. Un ejemplo: el articulo 57 del Código Civil español, vigente hasta 1975, obligaba a la mujer a “obedecer al marido”. La justificación que daba la ley era la siguiente: ”Existe una potestad de dirección, que la Naturaleza, la Religión y la Historia atribuyen al marido”. La unión de estas tres palabras —naturaleza, religión, tradición— está en el centro de la propuesta de Vox y creo que es la que enlaza, no con el franquismo, sino con una corriente social muy potente en aquellos años, liderada por el nacionalcatolicismo. Esa apelación a la ‘naturaleza’ para fundamentar una discriminación injusta que despertó una oposición justificada hacia cualquier norma que apelara a ese concepto. No solo en el caso de la mujer sino también en el caso de la homosexualidad, considerada un ‘vicio contra natura’.

Como en todos los movimientos defensivos e indignados, las posiciones se exacerbaron y algunos activistas acabaron diciendo que solo había género, es decir, construcción cultural, y no sexo definido. “Al afirmar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo —dice una defensora de esta ideología— el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras. En consecuencia, varón y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino” (J. Butler, ‘Gender Trouble: feminism and the Subversion of Identitity’, Routledge, New York 1990, pág. 6). Esta exageración no resiste un análisis riguroso. El hecho es que lo que comenzó siendo una justa protesta ante una discriminación injusta se integró en el paquete de libertades fundamentales. Con notoria precipitación se enlazó también con la insistente búsqueda de la identidad: ¿por qué no se va a elegir también la identidad de género?

La puerta de entrada a Vox puede ser variada, y quien la traspasa puede no tener conciencia de que está entrando en un sistema entero

El tema alarmó a los teólogos tradicionales católicos, porque habían fundado toda su moral en el concepto de ‘naturaleza’, con lo que esa propuesta atacaba su línea de flotación. Ratzinger escribió: “Con la ideología de género, el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo”. Además, el ataque procedía de las mujeres, lo que aumentó la desconfianza crónica hacia ellas de la Iglesia (no de la religión) católica. Hay otro aspecto relacionado que conviene tener en cuenta. Muchas mujeres que quieren llevar una vida familiar tradicional se sienten atacadas por una parte del feminismo que las considera traidoras a la causa, con lo que se sienten defendidas por Vox.

El eslabón perdido

El último enlace del sistema Vox es el más complejo. Defiende el neoliberalismo económico. Muchos neoliberales españoles elogian a Trump y también a Vox. Lo hacen fundamentalmente por su oposición a los modelos socialistas y comunistas, a los que consideran estatalistas y opresores de la libertad. La extrema derecha —que por su tendencia al autoritarismo y a la defensa de la nación debería defender un Estado fuerte— se acerca al sistema neoliberal por su enfrentamiento a las izquierdas, a las que considera epítome de todos los males: el buenismo, la tolerancia, el pactismo, el ataque a la familia, la defensa de la homosexualidad y de la ideología de género, el enfrentamiento con la religión, la negación de la responsabilidad individual para echarle la culpa de todo a la sociedad y, en último término, por considerarlas el gran enemigo de la libertad.

No puedo alargar más el análisis, pero pueden ver más información sobre este apasionante tema en mi blog.

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