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La pregunta plantea un interesante tema que solo la Psicohistoria puede resolver. Hay muchos libros escritos sobre cómo comienzan las guerras, pero pocos acerca de cómo y cuándo acaban, y por qué. Se terminan por derrotas, rendiciones, armisticios, treguas, tratados, falta de financiación. Esta escasez de estudios hace más interesante la obra de Hein Goemans, de la Universidad de Rochester, autor de War and Punishment: The Causes of War Termination and the First World War (Princeton University Press, 2000), que hasta donde se fue la primera monografía que estudió este asunto sistemáticamente. En mi Archivo tengo información tomada de un artículo de H.A. Calahan, “What Made a War Ends”, y otro de Donald Wittman, “How a War Ends”: A rational model Approach” (1979), menos ambiciosos. Goemans también es   coautor de Leaders and International Conflict (Cambridge University Press, 2011). Después de coleccionar un amplio banco de datos sobre las guerras desde 1816 a 1995, concluye que la personalidad del líder influye en su modo de mantener o terminar una contienda. Distingue tres tipos de gobernantes. Los demócratas, los dictadores y los lideres autoritarios que están a medio camino entre ambos. Según Goemans, los líderes demócratas tienden a responder a la información que les proporciona la guerra, y actúan de acuerdo a ella, bien para mantenerla la lucha o para buscar la paz. Aunque pierdan la guerra, pueden continuar en su puesto. Los dictadores, como tienen un control total de la situación pueden acabar la contienda cuando lo necesiten, sin importarles la opinión pública, porque su poder no se funda en ella. Después de la primera guerra del Golfo, Sadam Hussein asesinó a cualquiera que criticara su decisión. La posición más difícil es la de los gobernantes que no son ni demócratas ni dictadores. Son demasiado autoritarios para ser demócratas, pero no tanto como para ser dictadores. Estos líderes híbridos pueden empeñarse en seguir la guerra porque piensan que de perderla perderían su puesto o incluso la vida. Recuerda que el 17 de noviembre de 1914, cuatro meses después de haber declarado la Primera Guerra Mundial, el káiser Guillermo II reunió a su gabinete, que reconoció que no podían ganar la contienda. Sin embargo, la prolongaron inútil e indignamente durante cuatro años más. Según Goesman, “la razón fue que sabían que si la perdían podían ser expulsados del poder”. Tenían razón. Por eso, este tipo de líderes es muy peligroso. Piensan que actuando con más brutalidad acabará por cambiar la actitud el enemigo. En una entrevista concedida a The New Yorker, Goemans señala que Putin es un gobernante de este tipo intermedio -autócrata pero que necesita contar con la opinión pública- y que esto es lo que le hace más peligroso.

«Hay muchos libros escritos sobre cómo comienzan las guerras, pero pocos acerca de cómo y cuándo acaban, y por qué. Se terminan por derrotas, rendiciones, armisticios, treguas, tratados, falta de financiación»

Dan Reiter, autor de How Wars End (2009), completa la teoría de Goesmans al subrayar otros dos factores en la terminación de las guerras: la información que se tiene acerca de la fuerza real propia y de la del enemigo; y la confianza o desconfianza en que el otro respetará los acuerdos. Basa su teoría en el estudio de más de veinte casos, incluyendo la guerra civil americana, las dos guerras mundiales y la guerra de Corea. Ayuda a resolver alguna de las cuestiones más peliagudas de la historia militar, como por qué Lincoln promulgó la Proclamación de la emancipación; por qué los alemanes en 1918 reanudaron sus ataques en el Oeste después de asegurarse la paz con Rusia en el Este; y por qué los británicos rehusaron establecer la paz con Alemania tras la caída de Francia en 1940. Refiriéndose a la guerra de Ucrania, ha comentado que es una guerra anticuada: ”Artillería, infantería, brutalidad contra los civiles: eso pertenece al siglo XX”. Creo que es más antiguo aún.  El guion destructivo permanece siendo el mismo desde tiempos inmemoriales. Cambian la escenografía y el utillaje, pero las intenciones las emociones y las consecuencias son las mismas.

Donal Wittan hace una afirmación desoladora: Aunque racionalmente los dos contendientes piensen que sería mejor detener las hostilidades, la guerra puede continuar. Aunque no espere la victoria, una parte puede intentar causar el mayor daño posible con vista a una posible negociación.

“El coste de perder una guerra puede ser mayor para su carrera que los perjuicios causados por proseguirla”

La mayor parte de los investigadores considera que los políticos toman decisiones -en la guerra o en las relaciones exteriores en general- atendiendo a sus propios intereses y a la situación de la política interior. El coste de perder una guerra puede ser mayor para su carrera que los perjuicios causados por proseguirla. El presidente Nixon dijo que no quería ser el primer presidente en perder una guerra. Durante su primer mandato no quiso llegar a un acuerdo en Vietnam porque significaría admitir que EEUU había perdido la guerra, lo que podría dañar sus posibilidades de reelección. La baja intensidad de la guerra durante esos primeros años pretendió alargar la guerra para postergar el reconocimiento de la derrota.

El protagonismo de las personalidades -como también la importancia de las masas anónimas- es un tema nuclear de la Psicohistoria, que necesita aprovechar los conocimientos de la Psicología individual y de la Psicología social para aclarar los acontecimientos.

 

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