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21.3.2022.- Gammagrafía de la arquitectura

Sigo mi aprendizaje del análisis pasional de las actividades humanas. Hoy quiero tratar como ejemplo la arquitectura. Las primeras construcciones sirvieron para protegerse, pero al concentrarse en ciudades aparecieron tres tipos de edificaciones con diferentes fines, es decir, fruto de diferentes necesidades, deseos y proyectos: las murallas, los palacios y los templos. La vida cotidiana se desarrolló en un espacio arquitectónico estructurado en ámbitos diferentes por clases, funciones, y símbolos. Se construyeron edificios que ahora consideramos obras de arte, pero que en su origen posiblemente derivarían de impulsos más complejos. Por de pronto, en la genealogía de una obra arquitectónica descubrimos la convergencia de dos deseos: el del artista y el de su cliente. Ambos están, además actuando dentro de un campo social que influye en el “gusto” de ambos. A los sociólogos, esto les sonará a Pierre Bourdieu, con razón. En el artista se pueden detectar “pasiones estéticas”, que merecerían un estudio similar al que Elizabeth Badinter hizo de las “pasiones intelectuales” de los sabios ilustrados.

Creo que una “historia del arte iluminada por rayos gamma” nos permitiría comprender mejor el arte y, de paso, la naturaleza humana.

Sentían, sin duda, la pasión por el conocimiento, pero también el deseo de gloria, el afán de poder, la lucha por el reconocimiento. ¿Qué han sentido los artistas? ¿Cómo han interpretado su arte y su papel como artistas? Thomas Crow, en su obra Emulación. La formación de los artistas para la Francia revolucionaria, nos ofrece la respuesta para un periodo concreto.

Creo que una “historia del arte iluminada por rayos gamma” nos permitiría comprender mejor el arte y, de paso, la naturaleza humana. La arquitectura es un caso especialmente sugestivo, por la relación económica existente entre el artista y su cliente. Es posible que haya en el ser humano un cierto impulso constructor, que se manifiesta, por ejemplo, en las construcciones megalíticas que aparecieron en muchos lugares en épocas arcaicas. En Göbelki Tepe (Turquía) encontramos megalitos de los milenios cinco a octavo antes de Cristo. En las costas atlánticas europeas, a mediados del quinto milenio -es decir, cuando en estas regiones se ha iniciado la transición hacia el sedentarismo y la agricultura- aparece una práctica de enterramiento colectivo en cámaras construidas con grandes piedras. En Malta se construyeron en el quinto milenio, y en la India desde el cuarto milenio antes de Cristo.

La construcción de grandes monumentos es una constante universal. En América del sur se construyeron pirámides. La de 24 metros de altura de Salinas de Chao, cerca de Lima, data del 2000 a.C. En Sechin Alto hay grandes túmulos y plazas de 1700 a.c. La cultura nazca elaboro las famosas líneas, los geoglifos -enormes diseños en el terreno desértico que pueden llegar a tener ocho kilómetros en línea recta, sea como sea el terreno, llano o montañoso-cuyo significado se desconoce.

Obras de tales dimensiones representan para nosotros un mensaje cifrado, que solo la gammagrafía podría descifrar. ¿Qué son? ¿Qué significan? ¿Por qué se construyeron? Las comunidades que edificaron esas construcciones realizaron una enorme inversión en trabajo. Apenas se encuentran en ellas objetos de prestigio que reflejen la existencia de individuos destacados de alto rango, como ocurre en las pirámides egipcias. Por eso, algunos autores hablan de “culturas grupales”. Colin Renfrew las atribuye a “sociedades orientadas al grupo”. El resultado de su actividad es un monumento con un sentido social, que quizá pretende manifestar y proclamar a la propia comunidad su importancia como colectividad. Es muy posible que el gusto por los grandes proyectos colectivos no esté movido solo por la finalidad de la obra (enterramientos, templos, palacios, etc.), sino por el gusto mismo de colaborar en algo enorme. Trasladar grandes piedras simbolizaría la fuerza de la comunidad.

Encontramos una y otra vez el dinamismo inventivo, prolífico, incansable del ser humano. Sófocles, que ya habló del “furor constructor de ciudades”, consideró al ser humanos como deinos, porque no se detiene ante nada, movido por la hybris, por la desmesura. Deyan Sudjic, en La arquitectura del poder (Ariel,2007) escribe: “La construcción no solo tiene la finalidad práctica de dar cobijo, ni la de crear las infraestructuras modernas de un Estado. Aunque pueda parecer anclada en el pragmatismo, es una expresión poderosa y extraordinariamente reveladora de la psicología humana. Es un medio de hinchar el ego humano a la escala de un paisaje, una ciudad o, incluso, de una nación. Refleja las ambiciones, las inseguridades y las motivaciones de los que construyen y, por eso, ofreccree un fiel reflejo de la naturaleza del poder, sus estrategias, sus consuelos y su impacto en los que lo ostentan”.

Bajo los rayos gamma, la arquitectura nos muestra de nuevo el paso de los deseos a la creación cultural, que aparece, así como lo que es: el magma solidificado del volcán pasional. Dicho en términos más técnicos y menos retóricos: la objetivación técnica de unos deseos.