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Contaba Ortega que había encontrado un libro con un índice extravagante: Capítulo 1.- De la existencia de Dios. Capítulo 2: De sus atributos esenciales. Capítulo 3.- Del reglamento de los alcaldes de villa y corte. Un salto parecido voy a dar, porque después de tratar temas fundamentales de la actividad política voy a dedicar varios post a los funcionarios, y a la Administración del Estado, aprovechando que el Instituto Nacional de la Administración Pública me ha invitado a pronunciar una conferencia, dentro de su plan de aprendizaje. Mi interés por este asunto viene de lejos. El año 2007 escribí el prólogo al libro Administración inteligente, de Díaz y Cuéllar y después he escrito frecuentemente sobre el talento de las organizaciones

Se equivoca quien relacione este tema con el aburrido papeleo, las oficinas tediosas y malhumoradas, las covachuelas, en las que trabajan los antiguos funcionarios, los del “vuelva usted mañana”, de Larra, sometidos a un giro incesante de “empleados” y “cesantes”, según cambiaba el color del gobierno. (Jordana de Pozas, L. “Bravo Murillo y los funcionarios públicos”). A mí me parece un interesantísimo tema de filosofía política. A mí y también a Hegel, quien en su vuelo hacia la Razón y la Idea encontró espacio y tiempo para ocuparse de los funcionarios y de la Administración del Estado. ¡Qué gran personaje!

Hegel es un exagerado, y las exageraciones no son disparates, sino que encierran una verdad ampliada excesivamente. Consideraba que la sociedad civil estaba compuesta de tres estamentos: los agricultores, los trabajadores de la industria y los funcionarios, a los que denominaba el “estamento universal”, porque se ocupa del interés universal.  Se convierte por ello en el “estamento pensante” que tiene que poner en práctica la eticidad universal, que es el objetivo del Estado. ¿Cuál es la parte de verdad de esta afirmación?

¿Dónde deberíamos situar a los miembros de la Administración del Estado, los civil servants, los funcionarios públicos?

Como saben, la Academia del Talento Político tiene dos Escuelas. Una, dedicada a todos los ciudadanos; otra, a aquellos ciudadanos que aspiran a gobernar. ¿Dónde deberíamos situar a los miembros de la Administración del Estado, los civil servants, los funcionarios públicos? Hegel se hizo la misma pregunta y reconoció que el funcionariado -la administración- no es el gobierno, pero forma parte del gobierno, no es el poder legislativo, pero forma parte de él, es sociedad civil, pero forma parte de la sociedad política. Tenía razón. Por eso he titulado este post LA DISPUTADA NATURALEZA DE LA FUNCIÓN PÚBLICA.