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En La Coruña, invitado por la Fundación ABANCA, he hablado una vez más de la urgencia de darnos cuenta de que vivimos en una Sociedad del aprendizaje, en la que todos, a cualquier edad, tendremos que seguir aprendiendo para ser capaces de sobrevivir o de progresar en un mundo que cambia aceleradamente. Sin embargo, la dificultad de predecir esos cambios parece impedirnos saber lo que deberíamos aprender. A finales del siglo XIX, ante la complejidad de los problemas que el gobierno del imperio planteaba, la universidad inglesa pensó que la mejor solución era aprender griego y latín. En este momento creo que debemos aprender a resolver problemas.

Conocemos para actuar y la función principal de la inteligencia es dirigir bien la acción para conseguir las mejores metas.

Nuestra inteligencia no es el “nous” platónico, encargado de conocer la realidad, de reflejarla como un espejo. A pesar de su belleza, el conocimiento no es un fin en sí. Conocemos para actuar y la función principal de la inteligencia es dirigir bien la acción para conseguir las mejores metas. Para ello es necesario, por supuesto, tener la información adecuada y saber utilizarla, pero también es preciso gestionar las emociones, proyectar futuros posibles, evaluarlos, y poner en práctica las funciones ejecutivas que nos permiten decidir, iniciar, mantener el esfuerzo, dar la orden de parada. La vida está lanzada hacia el futuro, tiene necesidades y, en el caso humano aspiraciones, cuya satisfacción no es automática, porque depende de factores externos. Por ello, plantea problemas. Todos los organismos necesitan nutrirse y eso les fuerza a encontrar comida. Tienden a mantenerse vivos y por ello deben protegerse de fuerzas o enemigos letales. All life is problem solving, escribió Karl Popper.

¿Y cómo podemos aprender a resolver problemas?

Hay dos caminos:

(1) Estudiando cómo funciona la inteligencia humana.

(2) Estudiando cómo ha resuelto los problemas a lo largo de la historia.

Ambos métodos confluyen en la Psicohistoria en la que trabajo. Desde Cicerón, suele decirse que la historia es “magister vitae”, maestra de la vida (Cicerón, De Oratore, II, 36), pero sólo podrá serlo si la entendemos como un permanente planteamiento de problemas y soluciones.

Mi Archivo me recuerda que Arnold J. Toynbee organizó su oceánico estudio de las civilizaciones alrededor de la noción de problema. Como muchos jóvenes de mi generación, leí los comentarios de Ortega sobre Toynbee antes de leer a Toynbee. Lo mismo nos sucedió con muchos otros autores -los neokantianos alemanes, Spengler, Scheler- porque Ortega se esforzó por introducir en España todo lo culturalmente valioso que se estaba haciendo en Europa. Cuando volvió de su exilio en 1945 fundó el “Instituto de Humanidades”, donde impartiría sus cursos. La expectación con que se esperaban quedó en parte defraudada porque dedicó el primero a un tema que parecía secundario: Una interpretación de la Historia Universal: En torno a Arnold J. Toynbee. Hizo una severa crítica a Toynbee, sobre todo porque creía que fascinado por las “civilizaciones” daba poca importancia a la nación. Mi primera lectura de Toynbee se hizo, como digo, a la luz de Ortega.

Según Toynbee, el progreso estaba incitado por una serie de problemas planteados por el entorno que las sociedades debían solucionar. Cada una podía hacerlo a su manera. Pone como ejemplo el distinto modo de tratar el problema de la presión demográfica y el hambre por las ciudades estado griegas. Corinto y Calcis, colonizando tierras de ultramar. Esparta conquistando las tierras cercanas, lo que provoco guerras constantes. Atenas, diversificando su producción y exportando.

El enfoque me parece acertado porque lo que llamamos cultura es el conjunto de soluciones que una sociedad da a los problemas que la vida y la convivencia plantea a la inteligencia. Por ello es una proyección al exterior del modo de ser de los humanos. Los edificios de una ciudad -las murallas, las casas, las iglesias, los estadios, las escuelas, los mercados, las plazas, etc.- nos proporcionan mucha información sobre los seres que los han construido. Tengo que agradecer al viejo Dilthey que me enseñara que para comprender al ser humano mejor que la introspección es estudiar aquellas cosas a las que se ha dedicado a lo largo de la historia.

Al interpretar la historia como una sucesión de incitaciones, retos, problemas y sus soluciones, Toynbee se acerca a la psicohistoria. Por ejemplo, cree descubrir que la “facilidad” del entorno es enemiga de la civilización. (I, 144). Un entorno excesivamente duro, también lo es. Tito Livio ya se asombró de que la “dura campiña romana” hubiera permitido vivir a los creadores de un imperio. Su dureza les hizo salir a conquistar el mundo. En cambio, los habitantes de la dulce Capua se quedaron siempre allí y fueron conquistados por unos y otros. Aníbal permaneció con su ejército un año, y sus guerreros, acostumbrados a la facilidad no fueron ya los mismos. Heródoto cuenta que algunos personajes fueron a pedir a Ciro que aprovechara su poder para trasladar a su pueblo a zonas más acogedoras que los rocosos territorios de Persia. Ciro les autorizó a hacerlo, pero advirtiéndoles que acabarían siendo súbditos y no colonizadores, “porque las tierras suaves producen hombres suaves”. Toynbee recuerda la novela de Charles Kingsley (1819-1875), en que los habitantes del País de Trabajoduro (Hardwork) marcharon al país de Hazloquequieras (Doasyoulike) porque querían pasar todo el día tocando el birimbao. La consecuencia es que degeneraron en gorilas. Toynbee continúa: el rio Amarillo no era navegable ni en invierno por el hielo ni en verano por el deshielo. En cambio, en Yangtsé era más apacible. La civilización china nació junto al rio Amarillo. La cultura griega nació en la dura Ática y no en la suave Beocia. Para el imaginario griego, los beocios eran una gente rústica y atrasada. ¿Qué hicieron los atenienses con su pobre país? Convertirlo en educador de la Hélade. No podían vivir solo de aceite. Tuvieron que cambiarlo por el trigo escita. Para poder comerciar tuvieron que perfeccionar la alfarería y la navegación. La extinción de los bosques de Ática forzó a los atenienses a aprender a construir con piedras.

¿Coincide esta explicación con los datos que nos ofrece la Psicología? Tomás de Aquino recoge una larga tradición al dividir los deseos humanos entre los que tienden a bienes placenteros y los que tienden a bienes arduos. La psicología actual le da la razón. Junto al deseo de bienestar, de comodidad, los humanos podemos sentir el deseo de triunfo, de ampliar nuestras posibilidades. ¿Por qué se esfuerza tanto el escalador por alcanzar la cima?

La Psicohistoria nos permite comprender mejor la historia. Queda por saber si esa comprensión aumenta nuestra capacidad para resolver problemas presentes o futuros. Muchos historiadores lo niegan. La historiadora Jill Lepore, de la Universidad de Harvard, es tajante: “Los historiadores profesionales creen que mirar al pasado para explicar el presente no tiene cabida en el campo de los estudios históricos serios”. Creo que tiene razón. Se puede conocer muy bien la historia sin aprender de ella nada aplicable a otros dominios, pero tengo la convicción de que esto se puede conseguir si acertamos con el método. La pista nos la dio Voltaire, que acuñó la expresión “filosofía de la historia”: “La historia no se repite nunca. Los seres humanos, siempre”. Esta invariante es la que nos permite aprender.

En este momento estoy leyendo The Power of the Past, de Hal Brands y Jeremi Suri, un libro dedicado a estudiar cómo ha influido el estudio de la historia en la política exterior estadounidense. Ya les informaré.

 

 

Únete 2 Comments

  • Martín Eduardo López Mtz. dice:

    ¿La historia de la educación puede ser vista desde la Ciencia de las culturas, desde la psicohistoria?…Estoy en esa posibilidad como maestro de Ciencias de la educación y con un interés especial en el uso de la historia en la formación de nuestros estudiantes… Gracias por compartir.

  • jose antonio marina dice:

    Por supuesto. Forma parte esencial de esa historia. Lo que nos define es que somos la unica especie que educa a sus crias, y al hacerlo el aprendizaje (la educación es solo un prendizaje dirigido) se convierte en una tercera fuerza evolutiv, junto a la mutacion aleatoria y a la seleccion natural. En parte actua por accion directa sobre el aprendiz y en parte mediante la construcción del entorno (la cultura) Si no lo conoce, le recomiendo que lea algo sobre el «efecto Baldwin».

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