Mi experiencia me dice que es conveniente tener activados varios proyectos a la vez. Emprender un proyecto es como desplegar una antena que va a ser capaz de captar la información pertinente. Sin proyecto no hay antena y la información se pierde. En este momento tres proyectos se entrecruzan en mi cabeza. El primero es escribir la Historia universal de las soluciones, es decir, estudiar cómo la inteligencia ha ejercido a lo largo de la historia su facultad más importante: resolver problemas. Por su transcendencia, me interesan especialmente los problemas políticos, y el desarrollo de la inteligencia política necesaria para solventarlos. Necesitamos crear la inteligencia necesaria para enfrentarnos a las enormes dificultades y oportunidades que nos esperan. Esa inteligencia política tiene dos modalidades, (1) la que debe ejercer todo ciudadano y (2) la que deben poseer los ciudadanos que se dedican a la política, los gobernantes. ¿Qué tipo de gobernantes deberíamos formar? O dicho de otra manera ¿a qué políticos confiaría mi futuro?
Por si sola, la Historia no enseña nada, pero bien usada puede resultar muy útil en la toma de decisiones políticas.
Cuentan que un aspirante a político preguntó a Churchill qué debería estudiar para serlo, y que Churchill le contestó: Historia. Maquiavelo pensaba lo mismo. Sin embargo, los historiadores profesionales son reacios a sacar enseñanzas políticas de sus investigaciones. Piensan que las referencias de los políticos a la Historia son meramente retóricas y sirven para adornar la decisión tomada, no para ayudar a tomarla. El libro The Power of the Past, dirigido por Hal Brands y Jeremi Suri, reúne a politólogos e historiadores para intentar comprobar si la historia sirve para algo en un terreno particular: la política internacional.
La conclusión a la que llegan es la misma que he estado exponiendo en este Diario. Por si sola, la Historia no enseña nada, pero bien usada puede resultar muy útil en la toma de decisiones políticas. La Historia es la experiencia de la humanidad y con ella nos ocurre lo mismo que con nuestra experiencia biográfica. Haber vivido no nos proporciona ninguna sabiduría especial, si lo hiciera todos los octogenarios seriamos sabios y no lo somos. Pero podemos aprender de nuestra experiencia, si sabemos hacerlo. Pues lo mismo sucede con la historia.
¿Cómo puede ayudar el conocimiento histórico a los políticos? Los autores piensan que la principal herramienta es el “pensamiento analógico”. Pero las analogías, las semejanzas, puede conducir a decisiones acertadas o equivocadas, luego no son de fiar. Tomemos el caso de Múnich y la política de concesiones de Chamberlain. El miedo a ser débiles sobrevoló la política de fuerza aplicada por Lyndon B. Johnson en Vietnam, por el primer ministro británico Antony Eden en la crisis de Suez, y por Tony Blair y Bush en la guerra de Irak. El resultado fue desastroso. En cambio, a Truman le funcionó bien en la guerra de Corea. Para los autores, las analogías son útiles si no se toman como una solución, sino como el comienzo de un trabajo de análisis. “Las analogías pueden ayudar a tomar decisiones si son utilizadas como una invitación a una evaluación minuciosa y crítica, y no como un medio de evitar tan importante trabajo intelectual” (p.13).
Los autores dan mucha importancia a lo que llaman “sensibilidad histórica”, que puede capacitar a los políticos para descubrir “ventanas de oportunidad”. Es una especie de intuición parecida al “coup d’oeil” que Clausewitz atribuía a los grandes generales. (He tratado este tema en la entrada de 10.11.2022.- ¿Existe la intuición política?). Ernest May y Richard Neustadt comparan el modo de usar la historia el presidente Truman y de su secretario de Estado, el General Marshall, promotor del famoso plan que lleva su nombre. Truman aprovechaba sus lecturas históricas para centrar los debates. Marshall no tenía formación histórica y no basaba en ella sus decisiones, peo animaba a sus ayudantes a explorar nuevas oportunidades y a usar el conocimiento de los esfuerzos pasados para diseñar mejores políticas en el presente. En su famoso discurso de Harvard, presentando su plan de ayuda a Europa, no aportó detalles históricos, pero le interesó “una comprensión de cómo en el pasado las sociedades se habían esforzado en recuperarse de una guerra”. Sabía que las condiciones de sufrimiento y estancamiento económico alimentan los extremismos y la estabilidad, y que un desorden prolongado en Europa tendría consecuencias para EEUU. (Neustadt, R. y May, E., Thinking in Time: The Use of History for Decision Makers, Free Press, 1986).
La presencia de la Historia es constante en la obra de Henry Kissinger, político que dirigió la política internacional estadounidense durante más de ocho años y cuya influencia ha permanecido. En 1950 presentó su tesis doctoral en la Universidad de Harvard sobre el tema “The Meaning of History (reflections on Spengler, Toynbee and Kant” y sus biógrafos han sostenido que su admiración por Metternich determinó parte importante de su acción política, hasta tal punto que podría llamárselo un “neoMetternich”. El interés del personaje me anima a dedicarle el siguiente post.