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El piloto Carlos Sainz ha dicho que ahora podía conducir en competición sin pensar. Dada la complejidad de un bólido de F1 parece una exageración. Y, sin embargo, posiblemente es verdad. Para computar enormes cantidades de información y tomar decisiones rápidas el cerebro humano tiene que automatizar muchos procesos. Esta noticia me ha hecho pensar en un tema que estudié hace tiempo y que dejé aparcado. En términos populares se llama “intuición” a la posibilidad de comprender situaciones o de decidir instantáneamente, sin necesidad de reflexionar. ¿Es la “intuición” un concepto de “psicología popular” o soporta un análisis científico? En caso de que exista, ¿puede aprenderse? Mis conclusiones, sin duda provisionales, eran que, en principio, se puede dar una explicación científica del fenómeno y que se trata de una capacidad que puede desarrollarse.

Pero en este Diario me interesa un asunto más concreto: ¿Existe una “intuición política”? Es decir, ¿hay personas que tienen una habilidad especial para comprender las situaciones, distinguir lo relevante, captar posibilidades o aprovechar las oportunidades? El asunto me apasiona porque creo que es urgente que nos tomemos en serio la formación de los políticos. Es escandaloso que dada la complejidad de asuntos sobre los que tienen que decidir y la influencia que tienen en la ciudadanía, casi todos los políticos sean autodidactas o, lo que es peor, hayan aprendido a través de maquinarias sectarias de poder como son los partidos políticos. ¿Podríamos diseñar un modelo fiable de formación de los políticos que nos permitieran poner en manos nuestro futuro con menos riesgos? Tengo sobre la mesa dos interesantes libros publicados por Crítica, Personalidad y poder, de Ian Kershaw y La era de los líderes autoritarios, de Gideon Rachman, y aún no he recibido el último libro de Henry Kissinger Leadership. Tal vez empecemos a darnos cuenta de que estudiar los modos de gobierno, los mecanismos y trampas del poder, los sesgos del marco político, la desmedida influencia psicológica en esas profesiones tarea vital para la salud pública.

La formación del gobernante preocupó a nuestros antepasados, por lo que abundaron los tratados para la educación del príncipe. Iré exponiendo en este Diario parte de la información de mi archivo para ver si alguien se decide a elaborar una “pedagogía de la inteligencia política”. Hoy selecciono algunos sobre la intuición.

¿Le caracteriza al buen político o al buen gobernante disponer de una intuición especial para saber lo que debe hacer?

Napoleón hablaba del coup d’oeil como “ don de ser capaz de ver de un solo vistazo las posibilidades que ofrece la situación”.  La percepción de posibilidades es una importante función creadora de la inteligencia, en especial de la inteligencia emprendedora, política, o creadora en general, que ya mencionaré. Clausevitz usaba el término “genio” para designar la capacidad de tomar decisiones acertadas en situaciones difíciles, con una información inadecuada, gran complejidad, altos niveles de incertidumbre y consecuencias gravísimas en caso de fracaso”. Era una mezcla de inteligencia racional e inteligencia subracional, junto a las facultades emocionales que conforman y completan la intuición. Napoleón creía que era un don natural. Clausevitz, en cambio, que se podía aprender.

En ambos casos se trataba de intuiciones en el campo militar, pero ¿existen también en el dominio más complejo de la política?. ¿Le caracteriza al buen político o al buen gobernante disponer de una intuición especial para saber lo que debe hacer? El conocido politólogo Isaiah Berlin estudió al final de su vida los mecanismos del talento político. Las grandes figuras políticas, concluyó, eran capaces de “entender la naturaleza de un movimiento concreto, de un individuo particular, de un estado excepcional de los acontecimientos, de un ambiente extraordinario, de alguna mezcla rara de factores económicos, políticos y personales”. Se trata a su juicio de un modo de pensar parecido a la intuición: “Una capacidad para integrar una vasta amalgama de circunstancias en constante cambio, con distintos aspectos, a veces evanescentes, datos que se superponen constantemente, demasiados, demasiado rápidos, demasiado entremezclados para poderse comprender y entender y discernir, como si se tratara de un enjambre de mariposas distintas. Ser capaz de integrar todo ello es ser capaz de ver los datos (los que se identifican con el conocimiento científico y también los que dependen de la percepción directa) como elementos de un modelo o un paisaje único, con sus implicaciones, para apreciarlos como síntomas de posibilidades pasadas y futuras, es verlos pragmáticamente, esto es, en términos de lo que uno y otro pueden hacer o podrían hacer con ellos, y lo que ellos pueden hacerte a ti o a otros”.

La intuición se basa en la memoria y utiliza una enorme cantidad de información.

Malcolm Gladwell, en su libro Inteligencia intuitiva. ¿Por qué sabemos la verdad en dos minutos? considera que la intuición permite tomar decisiones acertadas utilizando menos cantidad de información. Creo que no tiene razón, y que eso convierte la intuición en un fenómeno casi mágico. La intuición se basa en la memoria y utiliza una enorme cantidad de información. Pero con eso no basta. Freedman en Estrategias nos proporciona un ejemplo estupendo al comentar el modo de gobernar de Robert McNamara, Secretario de Defensa con Kennedy y Johnson e impulsor de la guerra del Vietnam. Su gestión estaba obsesivamente dirigida por los datos. “Aunque al principio de su gestión fue celebrado como el paradigma de los métodos de gestión más modernos, para cuando salió del Pentágono en 1968 su enfoque ya había sido descartado por su implacable concentración en lo que podía medirse en vez de fijarse en lo que verdaderamente necesitaba entenderse”. Fueron críticas que McNamara acepto al final de su vida” (p. 723). El lema de El Panóptico me sigue pareciendo adecuado: Conocer para comprender, y comprender para tomas buenas decisiones. La comprensión es una tarea de síntesis que comparte algunos rasgos con la intuición.

La intuición es un modo de utilizar grandes bloques de información simultáneamente, en paralelo, aprovechando esta maravillosa facultad que tiene el cerebro humano. Y puede desarrollarse con entrenamiento. Martin Seligman, que fue Presidente de la American Psychological Association, puso un ejemplo biográfico que tiene gracia. Contó que había jugado unas 250.000 partidas de bridge, lo que le permitía intuir las jugadas de sus adversarios. (Seligman, M. y Kahana, M., “Unpacking intuition. A conjecture”, en Perspectives on Psychological science, vol.4, nº4, 2009, pp. 399-402). Gerd Gigerenzer en Decisiones intuitivas. La inteligencia del inconsciente (Ariel, 2009) y sobre todo Daniel Kahneman en Pensar rápido, pesar despacio, Debate, 2012) han relacionado la intuición con un tipo de   procesamiento no consciente de la información.

Continuaré exprimiendo mis archivos. Por ejemplo, para aclarar por qué perspicaces analistas de la competencia política señalan como prioritaria la capacidad de persuasión. ¿Les parece que se trata de una competencia cognitiva o emocional?

 

Únete Un comentario

  • Enrique Titos Martinez dice:

    Creo que la intuición política es una competencia sobre todo aprendida y no natural, aunque hacen falta unos talentos naturales.
    La intuición proviene de algo no totalmente racional versus algo que se siente. Pero ese sentimiento solo puede venir de un proceso de mucha repetición, experiencia, de forma que se ha asimilado convirtiéndose en semiautomático y precisando menores dosis de proceso de razonamiento, digamos tradicional.
    Hay otra dimensión en la intuición política y es la relación entre causa y efecto.
    Por ejemplo, podemos decir que Felipe González tenía una gran intuición política porque sus políticas fueron en su momento influyentes y exitosas.
    ¿Pero no fue su intuición la correcta porque tuvo la capacidad y valentía de llevarlas a cabo? Se suele decir que la historia la escriben los ganadores. ¿No significa que la intuición política se confirma a través de la acción política efectiva?

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