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Según una encuesta realizada el pasado agosto por The Economist y YouGov, un 43% de estadounidenses piensan que una guerra civil es posible en su país en la próxima década. Lo menciono como síntoma del clima en que se han desarrollado las elecciones americanas de MidTerm. La invasión del Capitolio, el que una gran parte de votantes republicanos sigan pensando que las anteriores elecciones presidenciales estuvieron amañadas, el ataque al marido de la presidenta del Congreso no son datos tranquilizadores. ¿Cómo es posible que sucedan cosas así en la democracia más avanzada del mundo? En otro Panóptico comenté un artículo de Ezra Klein – –“How Politics Makes Us Stupid. basado en las investigaciones de Dan Kahan (Universidad de Yale). (El Panóptico: ¿La política nos vuelve estúpidos?)

El mundo político es profundamente emocional. Eso es evidente en las campañas electorales en las que los mensajes están frecuentemente expresados emocionalmente, Por ejemplo, Kaid y Johnston analizaron el contenido de cincuenta años de anuncios políticos presidenciales y encontraron que el 84% apelaban a emociones. El análisis de Brader de 1.425 anuncios encontró que el 75% incluía fuertes contenidos emocionales. Este tono emocional influye en la atención del votante, en su evaluación y en su comportamiento.(Crigler,A.N. y Hevron, P.R. “Affect and Political Choice”).

La mayor parte de nuestras creencias políticas -y también morales y religiosas-  responden a procesos complejos, afectivos, de influencia social, incluso de preferencias caracterológicas, que sólo después de adquiridas se racionalizan. Por eso es difícil cambiarlas solo con razones.  Ibram X. Kendi, en su reciente libro Marcados al nacer. La historia definitiva de las ideas racistas en Estados Unidos concluye que los prejuicios racistas no proceden de falta de información, y que por eso las campañas basadas en aspecto meramente cognitivos no han sido nunca eficaces. Acaba imponiéndose lo que se denomina “razonamiento motivado”, que no tiene como principal finalidad alcanzar un argumento válido, sino convencer a los demás o a uno mismo de que se está en posesión de la verdad. (Kunda, Z: The Case for Motivating reasoning”, Psychological Bulletin, 108 (1990). Pp. 480-498).

Dan Kahan, en el artículo que mencioné antes –  Motivated Numeracy and Enlightened Self-Government, sacó una conclusión descorazonadora. Al abordar cuestiones políticas polémicas no es que los ciudadanos estén mal informados sobre las conclusiones de los estudios científicos, sino que muchos se cierran en banda a aquellos resultados que pondrían en peligro su identidad social si los aceptaran.

Parece que estamos encerrados en un laberinto sin salida. En otro Panóptico me he preguntado si es posible elaborar una vacuna contra la estupidez. Creo que sí, y que uno de sus elementos protectores es saber que nuestra inteligencia nos hace trampas muchas veces, como sucede en las ilusiones ópticas. Nos dice que dos líneas son diferentes y que, aunque las midamos y comprobemos que son iguales, continuaremos viendo una más larga que otra. Las “ilusiones políticas” son otro engaño, sobre el que deberíamos estar `prevenidos. Saber que podemos seguir haciendo caso a lo que nuestras emociones nos dicen, aunque las evidencias demuestren que son falsas.

 

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