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18.5.2022.- Si no puede pronunciar “shibbolet”, está usted muerto

La historia se repite incluso en detalles que parecen triviales. En la Biblia leemos un sangriento suceso: “Los galaaditas se apoderaron de los vados del Jordán, enfrente de Ebraim y cuando llegaba algún fugitivo de Efraím diciendo “Dejadme pasar”, le preguntaban “¿Eres efraimita?” Respondía: “No”. Entonces ellos le decían: “A ver, di shibboleth” y él decía sibbolet pues no podían pronunciarlo bien. Entonces los de Galaad le apresaban y le degollaban junto a los vados del Jordán, cayeron en aquella circunstancia cuarenta y dos mil hombres de Efraím” (Jueces 12, 5-6).

Utilizar la pronunciación de una palabra como proceso sumarísimo para identificar a sus víctimas es un procedimiento usado en muchas ocasiones. En la noche del 18 de mayo de 1302, la milicia flamenca masacró a la guarnición francesa de Brujas. Entraron en las casas donde se albergaban las tropas francesas. Para distinguir a los franceses de los nativos pedían a los sospechosos que dijeran «schild en vriend» que significa «escudo y amigo», una frase de difícil pronunciación para un hablante francés. Casi todos murieron.

En la Guerra de la independencia de Colombia contra España, los rebeldes utilizaron el mismo método para diferenciar a los criollos y oriundos de los llegados recientemente de la metrópoli. La prueba pasaba por pronunciar el nombre “Francisco”. La clave para diferenciar entre ambos grupos estaba en sesear, pronunciando la primera “c” como una “s”, un detalle que marcaba la diferencia entre sobrevivir o ser arrojado al río Magdalena.

Durante la llamada “Guerra de la Triple Alianza”, en la cual Brasil, Uruguay y Argentina se enfrentaron a Paraguay, los soldados brasileños detectaban a los militares del país guaraní a través de la pronunciación de la frase “Cair no poço não posso” (Caer en el pozo no puedo). La no diferenciación de la “o” abierta con la cerrada suponía la ejecución inmediata para los espías paraguayos infiltrados entre las tropas brasileñas

En octubre de 1937, el dictador Trujillo ordenó a sus tropas la erradicación de la población de origen haitiano que residía en territorio dominicano. Para identificarlos entre la población dominicana negra y mulata, la policía de Trujillo exigía a sus potenciales víctimas que pronunciasen la palabra “perejil”. La lengua creole, hablada por los haitianos no tiene pronunciación suave de la “r”, lo que delataba a los perseguidos.  Asesinaron a unas 12.000 personas.

Durante la batalla del Pacífico en la II Guerra Mundial, los norteamericanos utilizaron la palabra lollapalooza, para identificar a los espías japoneses, que les resulta muy difícil pronunciar la “l” como los americanos.

Estos ejemplos son un divertimento sobre un tema importante que me intriga desde hace tiempo: las invenciones en paralelo, el hecho de que se produzcan creaciones parecidas, con independencia unas de otras. La agricultura apareció al menos en seis lugares de modo independiente. En cada caso, a partir de los vegetales que espontáneamente brotaban en cada zona: cereales y lentejas en Mesopotamia (11.000 a.C.), arroz, mijo, soja en China (9.000), maíz y alubias en México (6.000), boniato, patata en América del Sur (5.000), sorgo, mijo, arroz en África subsahariana (5.000). En el sureste de Asia, se cultivó el ñame, la caña de azúcar, el coco, cítricos y arroz, desde una fecha no bien determinada. Ese mismo paralelismo lo vemos en la invención de la cerámica, la decoración, la escritura, las religiones, las organizaciones políticas, etc.

Si pensamos en algo tan complejo como la escritura, resulta misterioso su comienzo. Apareció en Mesopotamia., y probablemente también de forma independiente en Egipto (3000 A.C.) y China (1300).  Desde muchos miles de años antes de que cuajara, algunas aldeas del Creciente Fértil, utilizaban tablillas para llevar el registro del número de ovejas y de las cantidades de grano. En los últimos siglos antes de 3000 comenzó el primer sistema de escritura. Diamond estudia las dificultades que tuvieron que resolver. (Armas, gérmenes y acero 252). Los indígenas mexicanos la inventaron antes del año 600 a, C.

Otra invención en paralelo es la aparición de grandes aldeas, algunas de las cuales acabarán convirtiéndose en ciudades. En el cuarto milenio aparecen cuatro grandes zonas urbanas, en la cercanía de ríos. En Mesopotamia -junto al Tigris y el Éufrates-, en Egipto -bajo la influencia del Nilo, en las orillas del Indo y en los loess del norte de China, junto al curso medio del Huang He. Un milenio más tarde, aparecieron complejos centros ceremoniales en Perú. North, premio Nobel de economía, por sus estudios sobre las instituciones, señala como constante cultural la necesidad de legitimar el poder. El poderoso necesitaba despertar respeto y no solo miedo.

Se trata, pues, de alcanzar el mismo objetivo, pero se hace por caminos diferentes, lo que da a la historia un aspecto novedoso y otro repetitivo. Pensemos en las religiones. Mircea Eliade, después de escribir obras enciclopédicas sobre ellas, quiso hacer una historia que se pudiera leer en pocos días, «ya que una lectura seguida es el mejor medio para poner de relieve la unidad fundamental de los fenómenos religiosos y, a la vez, la inagotable novedad de sus expresiones» (Historia de las creencias y las ideas religiosas, Planeta, Cristiandad, I, 16). Gwynne Dyer, en su historia de la guerra comenta la variedad de las formas de matar y la monotonía del fenómeno destructivo:

“Los habitantes de Dresde o Hiroshima en 1945 no sufrieron un peor destino que los ciudadanos de Babilonia en el año 689 a.C. cuando la ciudad cayó ante Senaquerib de Asiria, quien se jactaba así: “Arrasé la ciudad y sus casas desde los cimientos hasta los techos, las destruí y las hice consumir por el fuego. Tiré abajo y removí los muros internos y externos, los templos y zigurats construidos con ladrillos. Y luego destruí Babilonia, aplasté a sus dioses y masacré a su gente. Arranqué su suelo de raíz y lo arrojé al Éufrates para que el río se lo llevara hasta el mar”.

Dyer comenta con cierto cinismo: “Era un método de destrucción que requería una labor más intensiva que arrojar armas nucleares, pero el efecto era aproximadamente el mismo” (Guerra, 16).

¿Ocurre lo mismo con las grandes invenciones históricas? ¿Y con las naturales?

Las invenciones en paralelo se dan también en la naturaleza y en la creatividad individual. La evolución biológica ha resuelto un mismo problema de variadas maneras. Por ejemplo, la necesidad de captar información del entorno ha provocado el desarrollo de distintos sistemas sensoriales, desde los que podemos comprender por su semejanza con los nuestros a otros muy lejanos, como el radar acústico de los murciélagos, la magnetopercepción de algunas aves, o la electropercepción de algunos peces. El ojo fue inventado, al menos, siete veces. Los quitones, o cucarachas de mar, tienen miles de ojos en su caparazón. ¿Qué será “ver” como un quitón? El problema de la dispersión de las semillas, o de la necesidad de fecundación de las flores también ha producido variadas y creativas soluciones.

Respecto a la creatividad individual se da un fenómeno parecido. En 1922 los sociólogos William Ogburn y Dorothy Thomas descubrieron hasta 148 ejemplos de descubrimientos científicos hechos por diferentes personas, con muy poco tiempo de diferencia. El oxígeno fue descubierto en 1774 por Joseph Priestley en Londres, y por Carl Wilhem Scheele en Suecia. En 1610 y 1611 cuatro astrónomos diferentes –incluyendo Galileo- descubrieron las manchas solares. John Napier y Henry Briggs desarrollaron los logaritmos en Inglaterra, mientras que Joost Bürgi lo hizo en Suiza. La ley de conservación de la energía ha sido reclamada por cuatro personas distintas en 1847. Y la radio fue inventada simultáneamente alrededor de 1900 por Marconi y Tesla.

En este caso, los autores suponen que esas coincidencias prueban la influencia del entorno. Las ideas están en el aire y son inevitables. ¿Ocurre lo mismo con las grandes invenciones históricas? ¿Y con las naturales? Ojalá conociera las respuestas.

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