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Comprender la esencia del poder tiene que ser una de las “asignaturas comunes” a todos los alumnos, vayan para gobernantes o no. La sociedad es un campo de fuerzas que interactúan. La noción de “campo” ha sido esencial para comprender los fenómenos físicos. Todo cuerpo está sujeto en su acción a un conjunto de fuerzas que proceden del campo, fuerzas a las que ese mismo cuerpo colabora. También lo es para entender los fenómenos sociales. La noción de “campo político” me parece imprescindible. El poder es una “función de campo”. Poder político es la capacidad de influencia que cualquier agente tiene en la conducta de los ciudadanos. Es evidente que el Estado, con su estructura legislativa, su monopolio de la fuerza, su organización administrativa, su capacidad recaudatoria, influye poderosísimamente en la vida de los ciudadanos. Por eso, conseguir ese poder posicional es la prioridad de quien quiere mandar. Con ello adquiere enormes recursos de influencia, que tiene que utilizar coaligándose con otros poderes, anulando a los competidores, dando premios, castigando, influyendo en las emociones y en las ideas. Eso es el ejercicio del poder.

El ciudadano debe comprender el juego de fuerzas a que está sometido. Sólo así podrá tomar decisiones responsables.

Pondré un ejemplo. El 6 de febrero de 2024, el gobierno español -entre otras tensiones- está sometido a dos presiones: las de Puigdemont y Junts, por un lado, y la de los agricultores que han bloqueado las carreteras por otro.  Comprender la complejidad de las fuerzas ha sido siempre parte de la inteligencia del gobernante. Ya tendremos ocasión de ver que a eso se refiere la confusa expresión “intuición política”. En la Academia del talento político pensamos que es parte de la “Inteligencia política” en general, también de la del gobernado. Y que el ciudadano debe comprender el juego de fuerzas a que está sometido. Sólo así podrá tomar decisiones responsables.

Para los alumnos avanzados, recordaré que la noción de “campo” aplicada al comportamiento humano fue elaborada por Kurt Lewin y por Pierre Bourdieu.