“Woke” en su origen fue una consigna de los afroamericanos americanos, víctimas de una segregación secular, para mantenerse alertas ante las injusticias: “Stay woke”. Hay que despertarse. Ante la insoportable persistencia de las discriminaciones, se añadió “stay ungry”. “Estad furiosos”. No hay que resignarse. Era la expresión de un movimiento reivindicativo, con el que es difícil no estar de acuerdo. Se ha repetido con frecuencia que la historia la escriben los vencedores. Lo que pretende el movimiento “woke” es escribir la historia desde el punto de vista de las víctimas. Era lógico que otros colectivos que se sienten discriminados se unieran a él.
Sin embargo, en la actualidad, el término “woke” o “wokismo” se utiliza peyorativamente. ¿Qué ha sucedido? Una reivindicación legítima se convierte en woke cuando adopta una filosofía equivocada, que acaba por hacerla perder la razón. La protesta contra la “racialización” o el “indigenismo” acaba convirtiéndose en un racismo de nuevo cuño. Esta transformación se da también en el “nacionalismo woke”: una aspiración legítima acaba adoptando métodos inaceptables.
Estos son algunos de los rasgos que definen el “nacionalismo woke”.
Durante todo el periodo colonial, se creó el mito de “la carga civilizadora del hombre blanco”, cuya mezcla de sinceridad e hipocresía he estudiado en Biografía de la inhumanidad. Es indudable que la cultura occidental ha supuesto una valoración desmesurada de los varones blancos. Es indudable también, como acaba de explicar Thomas Piketty, que la revolución industrial y la dominación occidental del mundo en el siglo XIX y parte del XX se fundó en un sistema esclavista y colonizador. Y es indudable también que muchas naciones han intentado olvidar esas páginas tristes de su historia. Pero introducir una “cultura de la cancelación”, descalificar en bloque la cultura occidental por ser blanca, patriarcal, machista, opresora y colonialista, supone cancelar también sus grandes creaciones: la universalidad de los derechos, la razón como modo de verificar los conocimientos, la objetividad como esencia de la justicia, el pensamiento crítico, es decir, todo aquello que puede legitimar al mismo pensamiento woke.
El estudio de la Panóptica -la Ciencia de la evolución de las culturas– y su inclusión en los planes educativos, nos permitiría aprender del pasado, para lo que es preciso no cancelarlo, pero tampoco justificarlo ciegamente para defender orgullos nacionales.