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Cataluña parece movida -con los debates internos en Junts y el escándalo de las escuchas- pero creo que está evolucionando hacia un periodo de “política ilustrada” que, como saben mis lectores es aquella que no se plantea en términos de conflicto, sino de problema. Pere Aragonés no es Qim Torra ni Puigdemont. Y la idea de autonomía después de la pandemia, los fondos europeos y la guerra de Ucrania ha cambiado enormemente. La necesidad de resolver problemas dramáticos aparca reivindicaciones puramente ideológicas. La aparición de VOX también ha influido, por supuesto. A ese cambio de estilo colaboran también tanto el PSOE como el PP. La intervención de Feijóo en el Cercle d’Economia me parece muy relevante. Defendió que haya sentimientos de identidad catalana, pero no “como una forma de rebeldía arbitraria, sino como una manera de reafirmar lo que cada uno es”. “La identidad fecunda es aquella que puede sumarse a otras complementarse, enriquecerse, evolucionar y tender puentes”, resaltó. “La nacionalidad catalana debe recuperar el liderazgo”, su fuerza “estriba en la admiración que genera en España”.

Un PP dispuesto a reforzar el estado de las autonomías refuerza mi convicción de que algo está pasando en Cataluña y con Cataluña

Este es otro lenguaje. Supongo que han comprendido que el tema de la identidad o el tema de la nación no son relevantes. Lo relevante es la noción de Estado y los límites de la soberanía. Los autores de la Constitución de 1978 pensaban en una “nación de naciones”, aunque después no se atrevieron a decirlo con claridad. Fraga sostenía que “nación” y “nacionalidad” significaban lo mismo. Roca, que “nacionalidad” significaba “nación sin Estado”. Para Peces Barba, la nación, España, puede comprender en su seno otras naciones o nacionalidades. También Solé Tura pensaba que se estaba definiendo a España como una “nación de naciones”.  Herrero de Miñón, más sofisticado, distinguía entre “soberanía”, que solo la tenía la nación española, y la “autoidentificación”, que es lo que se llama “nacionalidad”.

La idea de pluralidad de naciones no era nueva en España que, al fin y al cabo, procede de un “Estado compuesto”. En “El político” (1540) Gracián escribe: “En la Monarquía de España, donde las provincias son muchas, las naciones diferentes, las lenguas varias, las inclinaciones opuestas, los climas encontrados, así como es menester gran capacidad para conservar, así mucha para unir”. Según el Diccionario de Autoridades (1726), “nación es la “colección de habitadores de alguna provincia, país o reino”. El escritor y economista catalán Antoni de Capmany i Montpalau, diputado en las Cortes de Cádiz en 1812, intentó hacer compatibles la “gran nación” y las “pequeñas naciones”. Criticaba la homogeneidad francesa. «En la Francia organizada, que quiere decir aherrojada, no hay más que una ley, un pastor, y un rebaño destinado por constitución al matadero. En Francia no hay provincias, ni naciones, no hay Provenza ni provenzales, Normandía ni normandos, se borraron del mapa del territorio y hasta sus nombres, como ovejas que no tienen nombre individual, sino la marca común del dueño. Aquí no hay patria señalada por los franceses, todos se llaman franceses al montón como quien dice carneros”. Defiende la diversidad española frente al Napoleón invasor: “¿Qué sería ya de los españoles si no hubiera habido aragoneses, valencianos, murcianos, andaluces, asturianos, gallegos, extremeños, catalanes, castellanos…? Cada uno de estos nombres inflama y envanece y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran nación, que no conocía nuestro conquistador, a pesar de tener sobre el bufete abierto el mapa de España a todas horas». En otros países también se utiliza el término “nación” con varios significados. Así, por ejemplo, el Reino Unido es un Estado compuesto de cuatro naciones: Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte. En Estados Unidos no tienen ningún problema en considerar que los americanos nativos son naciones: «The Hopi Tribe is a sovereign nation located in northeastern Arizona». Ya ven, los hopi de Arizona no solo son nación, sino nación soberana. Sus leyes son superiores a las de los Estados, aunque de menor rango que las federales. En Canadá se habla también de las First Nations para referirse a las naciones indígenas, con importantes cuotas de soberanía.

En fin, un PP dispuesto a reforzar el estado de las autonomías refuerza mi convicción de que algo está pasando en Cataluña y con Cataluña.

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