Skip to main content

Ya saben que una herramienta es cualquier objeto físico o mental que amplia nuestras posibilidades de actuación. Hay por ello herramientas materiales y psicológicas. Las primeras sirven para dominar el mundo material y las segundas para ampliar o dirigir las funciones mentales. En el Tratado de filosofía Zoom traté este tema con detenimiento. Al estudiar El deseo interminable me he tropezado inevitablemente con el tema del dinero, uno de las creaciones humanas que despierta más deseos.  Es fácil comprender la razón. Su atractivo no depende de sí mismo, sino de su función de signo. Representa la posibilidad de conseguir muchos otros bienes y psicológicamente funciona como representación de todos ellos. En este sentido puede entender como una promesa de felicidad. Es una herramienta porque amplia nuestra posibilidad de actuar. El amor al dinero, la codicia, la libido possidendi, es un deseo presente en casi todas las sociedades a partir de un momento de su desarrollo, por eso tiene protagonismo en la historia de la felicidad.

Pero hoy quiero referirme a una herramienta más sutil: la deuda. Parece absurdo pensar en la deuda como una herramienta, pero cumple los requisitos. La deuda amplía las posibilidades de actuación de las naciones, las empresas y los particulares. No entenderlo provoca muchos errores económicos. Muestra muy bien el carácter de ficción simbólica que tiene todo el sistema monetario.  Ya lo había detectado Plutarco cuando hacia el año 100 d.C., decía de los prestamistas:” Se ríen de aquellos filósofos que afirman que nada se puede hacer de la nada, ni de lo que no tiene existencia. Pero con ellos aparece la usura a partir del no ser”. (Obras morales, 828f).

El crédito, que significa confianza, es la herramienta fundamental de expansión de cualquier economía. Es posible que el origen del dinero sea la deuda. Los billetes eran un compromiso de pago. En los billetes españoles hasta hace poco se podía leer: “El Banco de España pagará al portador la cantidad de…”, es decir, el billete era el reconocimiento de una deuda que el Banco de España tenía con el poseedor del billete. Rabelais hizo un “elogio de la deuda”, en boca del pícaro Panurgo: ” ¡Dios impida que deje de estar endeudado!”: “Debe siempre algo a alguien, y estará para siempre rezando a Dios para que tengas una vida larga, buena y llena de bendiciones. Por el temor a perder lo que le debes, siempre hablará bien de ti a todo el mundo, constantemente te proporcionará nuevas personas que te den préstamos, para que con lo que tomes prestado puedas pagarle, llenando su agujero con los despojos del otro”.

La “historia de las deudas” es una página importante en la evolución de las culturas. El problema de la deuda pública ha estado presente desde que los Estados se consolidaron. Todo han gastado más de lo que tenían, lo que les ha llevado a solucionarlo mediante exacciones, invasiones, latrocinios o mediante la deuda pública. Las guerras siempre produjeron grandes déficits a los Estados, hasta tal punto que Kant, en su libro Hacia la paz perpetua, sostuvo que para conseguirla había que abolir las deudas públicas.

La servidumbre o esclavitud por deudas ha sido una constante histórica, y es la forma de esclavitud más extendida en todo el mundo

Hay un tipo de deudas -que podríamos llamar “de supervivencia”- relacionada con la pobreza. Al leer Ordenar el mundo, la historia de las leyes de Fernanda Pirie, comprobé la importancia que han dado a este tema todas las legislaciones. La servidumbre o esclavitud por deudas ha sido una constante histórica, y es la forma de esclavitud más extendida en todo el mundo. Se da por ejemplo en algunas regiones rurales de la India. “Los campesinos libres -cuando se quedan sin dinero, cuando la cosecha es mala o cuando un miembro de la familia necesita medicamentos- tienen pocas opciones.  Ante la desgracia piden dinero prestado a un terrateniente local, pero como no tienen otras posesiones, deben poner sus propias vidas como garantía (…) La duración del vínculo es indefinida; el esclavo debe trabajar para el patrón hasta que este decida que la deuda está saldada. La deuda puede prolongarse dos o tres generaciones e incluso acrecentarse en función de la contabilidad fraudulenta del patrono” (Bales, K., La nueva esclavitud en la economía global, Siglo XXI, 2000, p. 18).

Todavía hay otra derivación de este asunto importante para mi investigación. David Graeber, un interesante antropólogo prematuramente desaparecido, en su innovador libro DEBT: The First 5000 years, 2012, nos da una pista: “Durante la mayor parte de la historia de la humanidad -al menos, de la historia de los imperios y los Estados- se ha dicho a la mayoría de los seres humanos que eran deudores”. Es decir, se les ha hecho “sentir que estaban en deuda” y que las deudas hay que pagarlas.  Si tengo una deuda “debo” algo, es decir estoy obligado a hacer algo, a devolver. La cultura japonesa, según la estudió Ruth Benedict, se relacionaba con el sentimiento de deuda. La palabra on abarca el conjunto de obligaciones derivada de la deuda total de la persona. Por ejemplo, el on imperial es la deuda que cada uno tiene hacia el emperador, la primera y más grande de las deudas que se recibe con enorme gratitud: “Por cada satisfacción que un hombre tenga en su vida -escribe Benedict- aumentará su on imperial. Es una deuda sin límites, imposible de devolver”.  En el cristianismo, la especie humana estaba en deuda con Dios por el pecado original, pero, según san Pablo “Dios, por su gran amor, gratuitamente nos declara inocentes, porque Jesucristo pagó todas nuestras deudas” (Romanos, 3, 24-25). En el Padrenuestro se reza: “Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.,

Tengo la impresión de haberme introducido en un laberinto con muchas galerías: la deuda tiene relación con el deber, y por lo tanto con todo el sistema normativo; y también con el poder, que utiliza ese sentimiento como herramienta para controlar a los súbditos; y con la reciprocidad, que es una de las más elementales formas de relación humana, y con la justicia que es “dar a cada uno lo que le es debido”. Y con el perdón de esas deudas, y con la diferencia entre deudas productivas y de supervivencia, privadas o públicas. Decididamente, voy a comenzar una Monografía sobre la deuda.