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28.1.2023.- Los memes de mi memoria

Por 28 de enero de 2023enero 30th, 2023Diario de un investigador privado, Relevante

¿Quién piensa cuando yo pienso? Mi inteligencia generadora que es un híbrido de biología y memoria. Mi memoria, aprovechando los recursos de nuestro cerebro, es una activa asimiladora y generadora de información, de emociones y proyectos, que trabaja sin descanso, literalmente día y noche, ya que parece que durante el sueño se consolidan los recuerdos. Esos recuerdos no son fotos fijas, sino hábitos mentales operativos. La capacidad de jugar de Rafael Nadal se basa en su memoria muscular, adiestrada durante interminables horas de entrenamiento. Con el pensamiento pasa lo mismo. Mi Archivo me recuerda que sobre la “memoria creadora” escribí en 1997 un capítulo para un libro dirigido por J.M. Ruiz Vargas, uno de los expertos españoles en este tema (Ruiz Vargas, J.M. (ed.) Claves de la memoria, Trotta, 1997). Llevo, pues, muchos dándole vueltas a este asunto. No soy yo el único en identificar la inteligencia con una “memoria activa, operante”. Las investigaciones sobre “working memory” demuestran que correlaciona casi completamente con la inteligencia general, hasta tal punto que hay autores que las unifican (Colom, R. et alt. “Working Memory and intelligence are highly related construct but why?”, Intelligence, 36, 584-606). Piaget también las identificaba (Piaget, J. Memoria e inteligenciap.342).

Así pues, mi memoria activa es la que piensa cuando pienso, pero queda por resolver una cuestión: ¿cómo se ha ido construyendo esa memoria? ¿Cuáles son los engranajes de su fantástico mecanismo?

Intentaré analizar su genealogía. La memoria es una estructura viva que crece, se ramifica, hibrida, prolifera, establece redes novedosas y redes redundantes, en la que lo antiguo permanece, pero se transforma. La teoría de los “memes” que sostiene que los conocimientos se transmiten de modo parecido a los genes, intenta exponer metafóricamente este carácter evolutivo de la memoria. A pesar de la brillantez de esta teoría y de quienes la defienden, por ahora la utilizo solo por su carácter sugerente y metafórico. Comenzaré por la biología.  Joaquín Fuster es a mi juicio el más importante neurólogo español desde Cajal. He seguido su obra durante muchos años, y la repasé cuando en 2020 me pidió que escribiera el prólogo a su libro El telar mágico de la mente, una especie de biografía intelectual. Fuster es también autor de Memory in the Cerebral Cortex, del que en mis notas recojo dos temas principales: que “cada sistema neuronal tiene su propia memoria”, y que hay una “memoria filética”, la memoria de la especie, innata, que recoge las huellas de la evolución. Incluye programas implantados y transmitidos biológicamente.

A partir de esa memoria ancestral se va construyendo nuestra memoria biográfica, mediante la cual asimilamos el entorno. Iori Lotman y Boris Ouspenski, semióticos de la escuela Tartu-Moscú, piensan que la cultura misma es memoria, la “memoria no hereditaria de un grupo”, la cultura es un sistema de memoria colectiva y de conciencia colectiva. No es sólo una reserva de textos sino también “un mecanismo para su generación” (“Binary Models in the Dynamics of Russian Culture”, 1977). Así pues, en los sustratos fundamentales de mi memoria está la memoria filética y la memoria cultural, constituida por la asimilación del entorno social. En el mapa oculto de mi memoria aparecen varias alertas queriendo llamar mi atención. Las inspecciono someramente. Una de ellas se refiere al concepto de “personalidad de base”, que me interesó mucho hace medio siglo, y que emergió de las profundidades al escribir un post reciente. Entré en relación con ella al leer el libro de Michel DufrenneLa personalité de base- que me introdujo en el campo de la antropología social, con Linton y Kardiner en primera fila. Su tesis es que el nivel básico de nuestra personalidad es cultural. No piensan lo mismo un francés que un keniata, un cristiano que un musulmán, o un campesino de Baviera que un campesino chino o japonés. La segunda referencia me remite a la obra de Maurice Halbswach, en especial a La mémoire collective y a La mémoire collective chez les musiciens, “Lo más usual -escribe- es que yo me acuerde de aquello que los otros me inducen a recordar, que su memoria viene en ayuda de la mía, que la mía se apoya en la de ellos. (….) “Puesto que los recuerdos son evocados desde afuera, y los grupos de los que formo parte me ofrecen en cada momento los medios de reconstruirlos, siempre y cuando me acerque a ellos y adopte, al menos, temporalmente sus modos de pensar…Es en este sentido que existiría una memoria colectiva y los marcos sociales de la memoria (…). Podemos perfectamente decir que el individuo recuerda cuando asume el punto de vista del grupo y que la memoria del grupo se manifiesta y realiza en las memorias individuales.” (Halbwachs;2004[1925]:7-11).). En este momento cuando en España está en el candelero el tema de la “memoria histórica”, siento la tentación de recorrer este archivo, que me parece abultado. Lo dejo aparcado. En su libro sobre la memoria de los músicos, estudia la memoria colectiva de un grupo social determinado. Posiblemente este texto, que recupero ahora, ha influido en mi idea de tomar la “historia del arte” como un ejemplo de la evolución cultural, es decir, de la memoria cultural. Dejo este tema que me anima a irme por las ramas.

Un libro que tengo sobre la mesa me anima a una digresión. Josep Heinrich explica en ochocientas páginas, por qué los occidentales pensamos como pensamos. Resumiré su tesis en el próximo post.

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