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Me resultó fácil averiguar por qué mi memoria me había hecho pensar en Ronald Dworkin. De nuevo me sorprendió la coordinación entre ella y mi archivo. Es una relación que me interesa observar porque es el núcleo del Proyecto Centauro. La memoria de cada persona se va construyendo en dos formatos, uno neuronal y otro externo (en este momento principalmente en formato digital). La buena interacción entre ambos va a ser el gran reto de la educación en los próximos años. Pero volvamos a Dworkin. El rastro me ha llevado a su libro Life’s Dominion: An Argument About Abortion, Euthanasia, and Individual Freedom. (Alfred A. Knopf, 1993), y al centro de su argumentación, por ejemplo, al tratar el aborto.  El problema -dice- puede plantearse en términos jurídicos de “derechos del feto y derechos de la madre”, o en término de lo que llamaba “sacralidad” de la vida. No emplea este término en sentido religioso, sino para designar el valor intrínseco de una cosa que merece ser cuidada por los humanos (incluía también las bibliotecas o las obras de arte). Me ha recordado a Séneca, que escribió: Homo res sacra homini. “El hombre es una cosa sagrada para el hombre”. Se trata de una valoración profunda, pero prejurídica, que debe orientar nuestro comportamiento para buscar la mejor manera de proteger ese valor. También nuestro comportamiento legislativo. He atribuido un papel parecido a la compasión. La actitud compasiva ante el que sufre ha sido siempre previa al reconocimiento de derechos y a lo largo de la historia ha ido presionando para cambiar las legislaciones.

Son ideas y sentimientos que han intervenido en la evolución de las culturas humanas. Un buen tema para la Psicohistoria. Las legislaciones que han reconocido “personalidad jurídica” a la Naturaleza, pretenden enlazar con una cultura ancestral. Marie-Angèle Hermitte habla de un “animismo jurídico” que se manifiesta en los enfoques indigenistas (por ejemplo, los maoríes de Nueva Zelanda), o en una forma religiosa o mística (como los ribereños del Ganjes) [M.-A. Hermitte, «Artificialisation des droits de la nature et droit(s) du vivant», en Descola P. (coor) Les natures en question, op. Odile Jacob, 2018, p. 265 et s). Pablo Solón Romero, estudioso del caso boliviano, comenta que las comunidades indígenas amerindias no se expresan en términos de “derechos” en el sentido occidental del término. El concepto de “derechos” es ajeno a su cultura ( Solon Romero, P. «Les droits de la Terre-Mère», en Des droits pour la nature, Paris, Éditions Utopía, 2016, p. 63). Cuando los representantes de la comunidad de Sarayaku fueron a Conferencia sobre el cambio climático COP 21, celebrada en Paris, para pedir el reconocimiento de las tierras que habitan en la Amazonia ecuatoriana no lo hicieron invocando la biodiversidad o la protección contra las compañías petroleras. Más que un espacio lo que había que preservar era la relación material y espiritual que los pueblos indígenas tejen con los otros seres que habitan el bosque viviente. Desde la planta más ínfima a los espíritus protectores de la selva son personas que viven en comunidad y desarrollan su existencia de manera análoga a los seres humanos” (Ph. Descola, « De la nature universelle aux natures singulières : quelle leçon pour l’analyse des cultures ? », in Les natures en question, op.cit., p.134). La editorial Crítica acaba de publicar el último libro de Karen Armstrong Naturaleza sagrada, en el que intenta recuperar las interpretaciones que acerca de la naturaleza han dado religiones, como el jainismo y su sentido del ahimsa o no violencia sobre los seres vivos.

La Ciencia de la evolución de las culturas debe conocer esta experiencia de la humanidad – y también su olvido- para comprender nuestros comportamientos presentes y mejorarlos.

 

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