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El resentimiento en la política

La palabra resentimiento aparece por primera vez en francés en 1593 en Le dialogue du Français et du Savoyien de René De Lucinge, caracterizando el descontento de la nobleza hereditaria al ver ingresar en su clase a burgueses. En el siglo XVII designaba un sentimiento profundamente sentido, con frecuencia positivo. Podía ser un resentimiento de amor o de gratitud. En mis notas de lectura de Teoría de los sentimientos morales (1759), de Adam Smith, un libro no suficientemente valorado, encuentro muchas referencias al resentment. Lo incluye en su teoría del castigo. Está cerca de lo que algunos autores actualmente denominan “odio retributivo” (Murphy, Forgiveness and mercy, Cambridge, 1988, p. 109). Y también de la “justa indignación”. (Rodríguez Baños, J. (2017). Simpatía, resentimiento y perdón: un análisis del rol del resentimiento en la TMS de Adam Smith. Universitas Philosophica, 34(68), pp. 197-218). Smith se refiere a un “resentimiento adecuado” que sería el que juzgaría tal un “espectador imparcial”.  Las “más sagradas leyes de la justicia”, de acuerdo con Smith, son aquellas cuyo quebrantamiento demanda venganza y castigo. Primero, están las que protegen la vida e integridad del prójimo; luego, las que defienden su propiedad y posesiones y, finalmente, las que protegen los derechos personales y los contratos (Smith, A. (1982). The Theory of Moral Sentiments. Indianápolis: Liberty Fund. II.ii.2.2. p. 84). Rechazamos la insolencia y la brutalidad de la ira, cuando le damos rienda suelta sin freno ni control. Pero admiramos ese resentimiento noble y generoso que responde a las mayores injurias no con la cólera que puede animar el pecho del agraviado, sino con la indignación a que naturalmente dan lugar en el espectador imparcial […] ni desea infligir un escarmiento mayor que el que cualquier persona indiferente aprobaría de buen gusto. (TMS I.i.5.4. p. 24). Reaparece el rico campo semántico que esbocé en el post anterior: resentimiento, cólera, indignación, castigo, venganza.

Dos siglos después, Jean Améry, superviviente de Auschwitz, mantiene una postura parecida en su obra Más allá de la culpa y la expiación. Améry reivindica al resentimiento como una demanda ética. Es un sentimiento de fuerza viva y presente a la cual no le vale la superación del pasado. Le vale el cumplimento de la justicia a través del reconocimiento por parte del victimario de lo que hizo, así como sus esfuerzos para evitar que vuelva a suceder algo semejante. Es el encargado de despertar la conciencia de los verdugos.

Esta teoría del “justo resentimiento” fue oscurecida por la mantenida por Nietzsche en Genealogía de la moral (1887), de la que parten todos los análisis modernos de este sentimiento. Nietzsche piensa que el resentimiento es una pasión de esclavos, que para justificar su impotencia tienen que esforzarse en negar los valores nobles. La más alta esperanza de Zaratustra es que el hombre sea liberado de la venganza, esto es, que el resentimiento sea superado, lo que supondría una superación de la moral y de la metafísica que reconocen en él su origen. Del «hombre del resentimiento» nos dice Nietzsche que: “no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto, ni derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su alivio”. Marañón, que en Tiberio hace un estudio del resentimiento en un político, considera que el resentido es siempre una persona sin generosidad, que es la virtud contraria al resentimiento. “El resentido es, en suma, (…) un ser mal dotado para el amor; y, por lo tanto, un ser de mediocre calidad moral”, un ser aquejado de un complejo de inferioridad. Max Scheler colaboró también a esta interpretación peyorativa del resentido. A la impotencia le añade una referencia a la envidia, otro poderoso motor social. Por eso considera que las democracias, que fomentan la envidia, pueden también provocar el resentimiento. ” Habrá un alto grado de resentimiento en aquella sociedad en la que –“como la nuestra”, dice– los derechos políticos y la igualdad social públicamente reconocida, coexisten con diferencias muy notables en el ámbito del poder, de la riqueza y la educación verdaderamente efectivos. Esto es, una sociedad en la que cualquier persona puede compararse con cualquier otra en cuanto a sus derechos, pero no puede compararse de hecho (Scheler, 1938: 24).

Muchas ideologías del siglo XX son ideologías del resentimiento, pues las pasiones humanas son una herramienta de propaganda y su instrumentalización ha marcado nuestra historia. Mac Ferro ha mostrado la interacción entre el resentimiento individual y el colectivo. “Interiorizado, el sufrimiento de esos hombres y mujeres les corroe como un cáncer, El resentimiento que puede segregar es el precursor de la revuelta. Re-sentimiento, Re- vuelta, Re-volución, ese retorno de una herida del pasado la hace más presente que el presente” (Ferro, M. Le ressentiment dans l’histoire, Odile Jacob, 2007, p.198).

Daniel Chirot ha estudiado el papel del resentimiento en las guerras del siglo XX. (¿Why not Kill Them?) Arias Maldonado ha hablado del resentimiento y la democracia (La democracia sentimental).  Liah Greenfeld, en Nationalism: Five roads to modenity, Cambridge, Harvard University Press,1992,) defiende que el principio que ha regido el nacionalismo en el mundo moderno ha sido el ressentiment, que, según ella, es la senda de Nietzsche.  Consiste en “un estado psicológico fruto de reprimir los sentimientos de envidia y odio (envidia existencial) y la imposibilidad de satisfacer dichos sentimientos. Lo mismo piensa Marc Angenot. Krisham Kumar en Imperios dice que exagera   pero que acierta en el caso francés. Lo que causa el resentimiento francés en los siglos XVIII y XIX hacia Inglaterra son los repetidos éxitos del imperialismo británico. (437). Albert Sorel (1842 – 1906) en su libro L’Europe et l Révolution française, sostenía que los nacionalismos provocarían más guerras que las ambiciones de los reyes. “La avidez de las naciones es más áspera, sus triunfos más sus desprecios más insultantes que el de los príncipes. Despiertan también resentimientos más amargos y más duraderos. El individuo no es ya afectado en un principio abstracto, el Estado o la Monarquía, es afectado en su sangre y en su raza.  Las pasiones que antes solo agitaban a algunos individuos se adueñan de la masa del pueblo y se hacen más terribles cuando los espíritus de los que se apoderan son más limitados”.

En el resentimiento político se une la humillación con la impotencia, lo que puede provocar atentados terroristas, como una suerte de venganza. Orhan Pamuk cuenta que el día siguiente del atentado contra las torres de Nueva York, vio a pacíficos ciudadanos de Estambul manifestando su alegría. ¿Cómo entender ese fenómeno? “No es el islam, ni siquiera la pobreza, lo que engendra directamente el apoyo a los terroristas cuya ferocidad y habilidad no tienen precedentes en la historia humana; es más bien la humillación abrumadora que ha contaminado los países del tercer mundo” (Pamauk, O., «The Anger of the Damned»). Stephen Holmes, en su estudio sobre las motivaciones que podían tener los kamikazes del 11 de septiembre, menciona la formación progresiva de “un recit particulier de blâme”, un escenario de resentimiento que tiende a legitimar el castigo al enemigo americano.

Para la Psicohistoria resulta imprescindible comprender el papel del odio/resentimiento/deseo de venganza. Sin tenerlo en cuenta no podríamos entender sucesos como la guerra civil española. Miguel de Unamuno al final de su vida escribió unas cuartillas, a lápiz por las dos caras, y en el sobre que las contenía puso el título, El resentimiento trágico de la vida, y un subtítulo aclaratorio del asunto que trataban: Notas sobre la revolución y guerra civil españolas. Como ocurre con todas las guerras, y en especial las civiles, movilizan profundas pasiones. Al estudiar la violencia en la guerra civil española Laia Balcells señala la importancia de las emociones como la ira, que conducen a ella, pero añade dos puntos interesantes: la mayor violencia se da en los lugares donde más enfrentamientos previos a la guerra había habido y, en segundo lugar, que el deseo de venganza fue acumulativo, conforme fue avanzando la guerra. ”Si el periodo de preguerra ha sido violento y de confrontación, las emociones de venganza ya pueden estar presentes en las primeras fases de la guerra civil” (Balcells, L. Rivalidad y venganza, La política de la violencia en las guerras civiles, ICIP, 2020, p.72).

El resentimiento político se da también en épocas pacíficas. El libro La Haine, les années Sarko (Fayard) desarrolla una tesis precisa: toda la historia reciente de la derecha francesa está necrosada por el odio, las guerras por el poder, los negocios, y el rencor entre los participantes.

El resentimiento guarda una peculiar relación con el tiempo, lo que lo hace especialmente interesante para la Historia. Pero eso lo explicaré en el siguiente post.

 

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