Skip to main content

Para corroborar el valor de una teoría es preciso comprobar su eficacia explicativa en casos muy diferentes. He dicho que todas las actividades humanas pueden comprenderse mejor si las interpretamos como búsqueda de soluciones. Tomemos una que parece alejada de esta dinámica problema-solución: la artística. Parece que la obra de arte es el resultado de la espontaneidad creadora del artista, pero creo que se comprende mejor esa actividad si se la considera una permanente resolución de problemas. Intenté este enfoque embrionariamente en la Historia de la pintura que escribí con Antonio Mingote.

Quería contarla como el despliegue de una “pulsión por crear imágenes” más bellas, más expresivas, más nuevas, más poderosas, lo que lleva al pintor a aprender del pasado para prolongarlo, aunque sea rechazando lo anterior. En su ya clásica historia del arte, E.H. Gombrich expresa la misma idea: El autor siempre encuentra problemas “en la solución de los cuales puede desplegar su maestría, incluido el problema de cómo ser original”.

Como ocurre siempre, los humanos actúan dirigidos hacia fines. ¿Qué pretendían los sapiens que pintaron las grutas prehistóricas? No pintaron para que sus obras se vieran, porque podían estar plasmadas en cuevas de muy difícil acceso. Podían tener un significado mágico, tal vez propiciatorio de la caza. En este caso, el problema sería como conseguir esos fines. Getzels y Csikszentmihalyi escribieron The Creative Vision: A longitudinal Study of Problem Finding in Art, (1976), donde resaltan la importancia que tiene para un artista encontrar el problema al que quiere enfrentarse.

Saco de mi Archivo textos de un libro que me impresionó cuando lo leí, a principios de los noventa, mientras escribía Teoría de la inteligencia creadora. Me refiero a Modelos de intención, de Michael Baxandall, (Blume, 1989). Estos son los textos que había copiado:

“Digamos que el creador de un cuadro u otro artefacto histórico es un hombre que aborda un problema cuya solución concreta y terminada es el producto. Para entenderlo intentaremos reconstruir tanto el problema específico, para cuya solución estaba diseñado, como las circunstancias específicas a partir de las cuales lo habrá abordado (p.30). Estudia desde este punto de vista tres obras: Dama tomando el té;  de Jean Simeon Chardin; El bautismo de Cristo, de Piero della Francesca, y el Retrato de Kahnweiler, de Picasso. El autor cita un texto del libro que escribió Kahnweiler sobre el pintor:”¡El comienzo del cubismo! El primer ataque. Desesperada lucha titánica con todos los problemas a la vez, ¿Con que problemas? Con los más fundamentales de la pintura; la representación de la tridimensionalidad y lo coloreado sobre la superficie plana. Pero “representación” y “comprensión en el sentido más estricto, más alto(….) Osadamente, Picasso empezó a resolver todos los problemas a la vez” (p.85).

La historia de la pintura debe contar esos problemas. Unos son técnicos: cómo conseguir reproducir más fielmente la realidad, como independizar la pintura de esa misma realidad, como ampliar los confines del arte. O bien, como conseguir los colores, o los aceites para fijarlos, asunto que interesó mucho a Velázquez. Otros problemas son personales: cómo diferenciarse de sus colegas y sobresalir entre ellos, cómo conseguir medios económicos para poder crear, cómo ser original, etc. Esa historia problemática habría de contar la conquista de la perspectiva, el interés impresionista por pintar el juego de la luz sobre el objeto, el deseo de los cubistas de resolver el problema de representar un objeto tridimensional sobre una superficie plana. Van Gogh cuenta a su hermano Theo sus esfuerzos por conseguir resolver el problema que le preocupa: “En mis nuevos dibujos comienzo las figuras por el torso y me parece que así adquieren más amplitud y grandor: en el caso de que cincuenta no bastaran, dibujaré cien, y si esto no fuera suficiente todavía, haré más aún, hasta que obtenga plenamente lo que deseo, es decir, que todo sea redondo y no haya de ningún modo ni principio ni fin en la forma, sino que haya un conjunto armonioso de vida”. Hokusai, el gran pintor japonés, escribió en el prefacio Cien vistas del Monte Fuji:

              “[…] a la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos, con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto, a la edad de 80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la esencia del arte. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos, poseerán vida propia […].

Explorando las redes del Archivo, encuentro muchas notas relacionadas con los problemas y con el arte de resolverlos: la Heurística. Me han interesado los cuatro tipos de problemas que identifica W. R. Reitman:

(1) Estado inicial bien definido y estado final bien definido también. Ejemplo: ahorrar energía en la calefacción.


(2) Estado inicial bien definido y estado final mal definido. Ejemplo: vivir mejor. ¿Qué significa esa expresión? ¿Tener más dinero, más tranquilidad, mayores satisfacciones sociales o afectivas?


(3) Estado inicial mal definido y estado final bien definido. Ejemplo: curar una enfermedad no diagnosticada.


(4) Estado inicial mal definido y estado final mal definido. Ejemplo: escribir una novela o pintar un cuadro. Estos “problemas mal definidos” (ill problems) tienen gran importancia en la creatividad. (Reitman, W: R. Cognition and Thought, 1965).

 

Deja tu comentario