La noción de “capital social” va y viene en los libros de sociología. En ellos he podido encontrar hasta seis definiciones diferentes, lo que indica que se trata de un tema ineludible, pero esquivo. Putnam lo definió como “las características de la organización social, tales como las redes, las normas y la confianza, que facilitan la coordinación y la cooperación para un beneficio mutuo”. Fukuyama insistió en la confianza. Para Bourdieu es la red de las personas con las que se mantiene relación (amigos y colegas) y que pueden aportar poder e influencia. Coleman lo define como el conjunto de recursos sociales puestos a disposición de todos los ciudadanos, que aumentan la posibilidad de acción de los individuos. En general, la expresión designa los recursos de una comunidad para resolver bien los problemas de la convivencia.
En castellano, la expresión “capital social” resulta equivoca, porque suele emplearse para designar el capital constituyente de una Sociedad mercantil, por eso he solido utilizar “capital comunitario” o “capital político”. A partir de Historia universal de las soluciones insisto en que es un “capital heurístico”, porque está compuesto por los recursos que tiene una sociedad para resolver los problemas. Creo que de esta manera se puede precisar el significado. Una sociedad tiene ese capital si comparte valores de honradez, respeto, cooperación, compromiso ciudadano; si funcionan bien los modos de resolver conflictos sin necesidad de judicializarlos ; si una vez llegado a ese extremo, el sistema judicial funciona bien; si la sociedad tiene un nivel económico que permite una vida digna; si el sistema educativo sanitario y de protección social funcionan; si tiene instituciones – medios de comunicación, Universidades, ONGs- las que vigilen la calidad de la información, etc. Elinor Ostrom ha estudiado como los grupos humanos han resuelto el problema del uso de los bienes comunes, y la influencia que en ello tiene el “capital social” (Ostrom, E. y Ahn, T.K. “A Social Science perspetive on Social Capital: Social Capital and Collective Action”).
El “capital político” permite resolver, por su actitud vigilante y crítica, problemas que de otra manera resultan insolubles. Un ejemplo: la selección de jueces. ¿Quién vigila al vigilante? ¿Quién juzga al juzgador? Solo una presión social no polarizada, capaz de comprender la situación, críticamente orientada a la búsqueda de la justicia, e implacable con los tramposos, puede hacerlo. Una situación como la actual en EEUU debería ser analizada en la Academia: los seguidores de Trump no dan importancia a las mentiras y a los problemas legales de su candidato, es decir, el partidismo anula el sentido crítico y, en los responsables del Partido Republicano, el afán de poder. En el campo demócrata las cosas no van mejor. Biden y los responsables del partido no se han preocupado durante la legislatura de preparar un candidato. Todo esto pertenece a la política viejuna, enrocada en la búsqueda y gestión del poder. Vuelvo a recordar que los sesgos partidistas impiden la correcta formulación de los problemas y, por lo tanto, la formulación de soluciones válidas.
Objetivo prioritario de la Academia: aumentar el capital político de la sociedad.