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El poder político está presente en toda la historia. Una de sus más puras manifestaciones es la guerra. Sólo el soberano puede declararla. Es una prueba de que el poder político tiene intereses diferentes de los del pueblo. El gobernante tiene que obligarlos o pagarlos. En algunos casos, movilizarlos emocionalmente contra un enemigo. Hasta la Revolución francesa, los ejércitos eran pequeños porque el soberano tenía que pagarlos. Pero cuando se implantaron las levas obligatorias, y el ejército se convirtió en “el pueblo en armas”, la situación cambió. El ejército napoleónico llego a tener dos millones de soldados.

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