Dada la complejidad de los asuntos humanos, siempre se ha considerado que elaborar una Historia objetiva era una tarea de una dificultad casi insuperable. Cualquier hecho histórico aparece en un complejo sistema de relaciones que es necesario conocer. En último término, la única Historia respetuosa con esa complejidad sería la Historia universal. Hace pocos años apareció una Historia mundial de Francia, cuyo éxito animó a publicar una Historia mundial de Catalunya y una Historia mundial de España. El proyecto nació de una frase del gran historiador Michelet: “Hace falta una historia universal para entender Francia”. Lo mismo ocurre con las demás naciones. Necesitamos tener una ‘historia compartida”. Lo intenté en Biografía de la Humanidad, en la estela del proyecto kantiano de Historia universal desde el punto de vita cosmopolita.
Sin embargo, los aires soplan en dirección contraria. El movimiento “woke” niega la posibilidad de comprender la experiencia ajena. Todo reconocimiento de la objetividad o de una verdad universal se considera una trampa de los dominadores, La verdad de las víctimas solo pueden conocerla las víctimas. Un nacionalista español no puede entender lo que siente un nacionalista catalán o vasco, de la misma manera que estos no pueden entender a un nacionalista español. Igual sucede con los indigenistas. Solo sus miembros pueden comprenderlo. No hay posibilidad de una visión del mudo universal. Sería una versión intelectual de un nuevo imperialismo.
Creo que en este planteamiento se confunden dos conceptos: “Historia” y “Memoria”. La Historia pretende hacer una narración objetiva de lo que sucedió. La memoria, en cambio, es subjetiva. Es el modo en que una persona vivió una situación histórica. Pensemos en un partido de futbol. Es un hecho objetivo, pero la memoria que de él tienen los jugadores del equipo ganador y del equipo perdedor, o los partidarios de uno u otro, es diferente. No puede haber, por lo tanto, memorias comunes. Cuando se habla de “memorias colectivas” suele hablarse de creencias o experiencias compartidas por un grupo determinado, por ejemplo, de la misma edad, o de idéntica educación o clase social, frecuentemente homogeneizada por influencias mediáticas o educativas. Pero la Historia es diferente. Ella aspira a lo objetivo. Las memorias colectivas como fenómeno de psicología social son heterogéneas. No se pueden mezclar. Si hay dos o más Españas, es que hay dos o más memorias. En este momento, la memoria personal y la memoria colectiva de los catalanes independentistas son distintas de las de los catalanes no independentistas, o de las del resto de los españoles. La conclusión me parece evidente y sombría. Ni al nivel de la memoria personal ni al nivel de la memoria colectiva es posible la unificación de recuerdos. Es decir, no es posible el entendimiento. Sucede algo parecido en los conflictos de pareja. Con frecuencia, cada uno de sus miembros tiene una memoria diferente de la vida en común y está encerrado en ella.
La única solución es buscar un conocimiento del pasado que vaya más allá de esas experiencias psicológicas y nos proporcione un conocimiento objetivo de lo que ocurrió y de lo que ocurre. Trascender los recuerdos para alcanzar la historia. Poner entre paréntesis las emociones, puesto que es imposible eliminarlas, porque con frecuencia hacen que percibamos solo la información que las fortalece o satisface. Memoria y ‘ciencia histórica’ se mueven en niveles distintos. Subjetivo y objetivo.
Pondré un ejemplo que las recientes elecciones al Parlamento europeo ponen de actualidad. Europa ha estado fragmentada secularmente en naciones que luchaban entre sí y que elaboraban historias nacionales sobre esas contiendas, con frecuencia basadas en el odio al vecino. No podremos construir Europa si no sobrevolamos esos relatos nacionales y elaboramos la historia europea, que tiene que contemplar y explicar los enfrentamientos, las luchas, el sufrimiento injustificable, los heroísmos y los crímenes.
Mi propuesta para la Academia del Talento Político es, pues, introducir una Ciencia de la evolución de las culturas, que enfoque la historia como un proceso universal de necesidades, aspiraciones, proyectos, resolución de problemas, éxitos y fracasos. Todas las sociedades se ha enfrentado a los mismos problemas ( sobrevivir, aumentar el control sobre la naturaleza y sobre los humanos, expandir las posibilidades, regular las relaciones dentro de polis cada vez más grandes, crear arte, buscar consuelo en religiones, luchar por el poder), por ello debemos hacer una “historia heurística” que nos sirva a la vez para conocer la naturaleza humana, el modo como su inteligencia ha ido resolviendo los problemas, y el modo de elegir las mejores soluciones.