Desde el Panóptico, la metodología está clara. Primero hay que comprender lo que sucede. Sólo después hay que evaluarlo y, por último, tomar decisiones y actuar. La comprensión exige al mismo tiempo distanciamiento (para no dejarse enredar) y empatía (para entender el entramado emocional en acción). A eso lo he llamado “visión gamma”. El astrónomo está sereno, aunque el telescopio gamma le presente un universo en ebullición acelerada. Así intento ver el gran casino político en que vivimos. La jugada de póker de Pedro Sánchez ayer fue brillante, pero aún no ha acabado. Confirmó mis sospechas de que el objetivo era la autoafirmación del personaje político (objetivo por supuesto respetable). Consiguió la unidad de su partido, la expectación nacional, el desconcierto de sus socios de gobierno (creo que Yolanda Díaz se percató bien del objetivo y no le gustó), y la irritación de la oposición. Todas estas variantes están incluidas en un clima compartido de sorpresa: ¿pero qué ha pasado? Me recuerda la impresión de inverosimilitud que nos produce a todos recordar el parón durante la pandemia. ¿Pero es posible que estuviéramos tanto tiempo sin salir de casa? Pues eso.
Pero Pedro Sánchez apuró la situación. Cerró la jugada afirmativa, y abrió otra expansiva. Se presentó como líder de la regeneración democrática de España. Fantástico. La víctima se sobrepone a su malestar e inicia una nueva empresa. El ave fénix renace de sus cenizas y promete emprender el vuelo. De nuevo, tiene al país esperando. ¿Hasta cuándo?
Y el asunto es que, en efecto, el país necesita una regeneración política. En Historia universal de las soluciones he insistido en la necesidad de pasar del “formato conflicto” al “formato problema”; de la “política ancestral”, reducida a mera lucha por el poder y su gestión, a la Gran Política concebida como búsqueda compartida de las mejores soluciones para los problemas que plantea la convivencia en la polis, en la ciudad. Aunque el planteamiento de la partida no me parece halagüeño, la esperanza es lo último que debe perderse. Si se pusiera sobre el tapete verde el tema de la regeneración, la partida podría tener un buen final. Continuo observando, mientras intento copiar a los grandes jugadores de ajedrez y me dedico a estudiar otras partidas para aumentar mi competencia. En este momento leo el libro de Dennis Reynolds The Six Great Summits, que comienza con la “partida” entre Chamberlain y Hitler, en Múnich. Les tendré informados, aunque es una lectura no apropiada para corazones sensibles. Sir Alexander Cadogan, subsecretario británico de Asuntos Exteriores, que intervino en una de esas cumbres -la de Yalta- comentó: “Siempre sucede lo mismo en estas conferencias. Los Grandes Hombres no saben de qué están hablando”.