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Ayer, durante la presentación en Casa del Libro de Alicante de  Historia universal de las soluciones, un oyente me preguntó mi opinión sobre la carta de Pedro Sánchez diciendo que estaba meditando si dimitir.  Se la di, porque había estado hablando de los movimientos tácticos de la política, considerándolos como bazas en la “partida de póker del poder”. Si utilizo el lenguaje del póker es con una finalidad analítica, no con un intento de desprestigiar este caso, que me interesa aprovechar como ejemplo pedagógico para la Academia del Talento Político. Permite mostrar una característica de la política ancestral, la que es mera gestión del poder, de la y diferenciarla de la Gran política, cuya finalidad es la resolución de problemas. Recientemente he leído el libro de Max Hasting, La crisis de los misiles de Cuba 1962. El mundo estuvo pendiente de una “partida de póker político” entre Jrushchov y Kennedy.

En este momento estamos presenciando distintas partidas abiertas, que convierten el mundo es un absurdo “casino político”

La política ancestral tiene las características del juego del póker. Los jugadores quieren la victoria, es un juego de suma cero, y para conseguirla tienen que ocultar las cartas que tienen, a sabiendas de que el poder real no es el conjunto de recursos que posees, sino el conjunto de recursos que el contrincante cree que posees. El jugador tiene que intentar predecir las jugadas del contrario, pero de una manera diferente a como lo hace el jugador de ajedrez. Este utiliza reglas lógicas, con las que aquel no puede contar. El oponente nunca debe saber si estás jugando de farol.

¿Cuál es la jugada del presidente Sánchez, persona de gran habilidad política? ¿Va de farol? El dato que me parece relevante es la demora. Es evidente que un gobernante puede sentirse agotado y dimitir. Pondré dos ejemplos: Adolfo Suárez y Jacinta Ardern, la ex primera ministra de Nueva Zelanda. Ninguno de los dos anunció que iba a meditar si dimitía. Lo meditaron en secreto y actuaron. Por eso digo que lo peculiar del caso Sánchez es decir que lo iba a pensar. Esa demora elimina la posibilidad de que sea un acto emocional impulsivo. En todo caso sería un intento de frenar un acto impulsivo, algo así como el “cuenta hasta diez” que nos recomendaban nuestras madres. Pero también esto conviene hacerlo en secreto. Salvo que Sánchez se haya dejado llevar por la cultura del vaciamiento de la intimidad en las redes y haya querido exponer en directo sus emociones. Pero me cuesta admitirlo en un político curtido.

Paso, pues, a pensar que anunciar una dimisión posible tiene otra motivación, que resulta muy interesante para un analista del “poder político”. Puede incluirse en dos estrategias. Ser un “globo sonda” o ser una “amenaza”. En un caso, pretende conseguir información para tomar una decisión. En el segundo, se quiere provocar una respuesta; es, pues, una finta coactiva.

La Gran política, la dedicada a resolver problemas, no está pendiente de estas estrategias de desgaste, adivinanzas, previsiones, favores, intenciones ocultas, tacticismos, fintas, faroles.
Un reto expresivo. Exponer un sistema complejos en piezas de tres minutos de lectura.

La jugada es demasiado arriesgada para que sea solo un “globo sonda”. Me inclino, pues, a pensar que es una amenaza, pero ¿qué quiere conseguir y de quién?. En el fondo de todas las estrategias del “póker político” está la reafirmación de la posición personal. Es un juego afirmativo del yo. ¿Quién son los otros jugadores? Unos dicen que los jueces, otros que la ciudadanía, otros que la opinión europea, a la que interesa seducir con vistas a un posible cambio de entorno político. En estos contextos, puede querer presentarse como víctima de un complot, es decir, seguir una estrategia parecida a la que está dando buen resultado a Trump, un gran jugador de póker político. O pretender eliminar la repetida idea de que es capaz de todo por mantenerse en el poder, cosa que nada consigue tan plenamente como una dimisión. Pero prefiero pensar que la advertencia va dirigida a su propio partido y a sus socios de gobierno. Estos han protestado porque se han olido una encerrona. Les ha lanzado el mensaje de que todo lo conseguido puede desaparecer con otro presidente, de manera que les interesa mantener sus compromisos. Por su parte, el partido ha respondido con una emotiva muestra de fidelidad. Todos con el presidente. ¿Ha sido una respuesta suficientemente reforzadora? Creo que sí.

No trato de participar en las quinielas. Parece que nadie, ni siquiera sus estrechos colaboradores, saben cuál será la decisión de presidente. El caso me interesa porque me parece un ejemplo de la política ancestral, del “juego del póker político”, que me interesa analizar. Comprendo que la ciudadanía lo contemple como si asistiera a un campeonato en el que no participa. La Gran política, la dedicada a resolver problemas, no está pendiente de estas estrategias de desgaste, adivinanzas, previsiones, favores, intenciones ocultas, tacticismos, fintas, faroles. Está fuera del “casino político”, donde todo lo que sucede es viejuno.

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