El poder no es una realidad estática, sino capacidad de acción. Utilizaré una definición sencilla y contundente: “Tiene poder quien puede controlar el comportamiento de otra persona”. Esto puede conseguirse de dos maneras: coactivamente o suscitando la obediencia del subordinado.
Tiene este tipo de poder quien puede ejercer cuatro competencias, y el alcance de ese poder depende de la amplitud e intensidad de esas capacidades, que son las siguientes:
Las herramientas para conseguir estas competencias son variadas, aunque no muy numerosas. Pensemos en el gobierno: dispone del recurso de nombrar cargos, de gestionar el presupuesto, de definir la política monetaria, de influir en la legislación y, como decía un zorro político, el conde de Romanones, el poder de hacer los reglamentos. El carisma, la persuasión, el sexo, la organización, la información son también herramientas que confieren poder, y estudiar su uso forma parte importante de esta asignatura. Entre esas herramientas, el dinero ocupa una posición señera, por su ubicuidad. Está presente en las cuatro competencias. Es un medio universal de dar premios o, mediante su retirada, de infligir castigos o de conducir a la asfixia del subordinado. Influye en las creencias por su capacidad de manejar medios de comunicación, financiar campañas de propaganda o de desprestigio, o de utilizar la colosal industria de la persuasión que las nuevas tecnologías han hecho posible. E igualmente puede facilitar el cambio afectivo, por ejemplo, mejorando el nivel de bienestar de la población. Incluso el poder coercitivo necesita dinero para mantenerse. La financiación de los ejércitos y de las guerras es una importante página de la historia de las relaciones entre dinero y poder.