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El poder no es una realidad estática, sino capacidad de acción. Utilizaré una definición sencilla y contundente: “Tiene poder quien puede controlar el comportamiento de otra persona”. Esto puede conseguirse de dos maneras: coactivamente o suscitando la obediencia del subordinado.

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Poder coercitivo

Se impone desde fuera del subordinado, sin contar con su aceptación o sumisión voluntaria. Al condenado se le mete en prisión, sin esperar su colaboración. Al soldado se le moviliza, aunque no lo desee. Es fácil hacer el repertorio de los instrumentos que confieren esta competencia. El Estado, definido por Max Weber como “el monopolio de la violencia”, sería en máximo representante de ese poder coercitivo. El poder coercitivo depende de la fuerza.
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Poder aceptado

 Es aquel que necesita algún tipo de aceptación o colaboración por parte del subordinado. “No se puede gobernar siempre apoyándose en las bayonetas”, dicen que dijo Napoleón. Este poder se ejerce utilizando un registro más amplio de recursos, desde la persuasión a la seducción, y se da en muchos niveles: en las relaciones de pareja, en las familias, en el trabajo, en las empresas o en las instituciones políticas.

Tiene este tipo de poder quien puede ejercer cuatro competencias,  y el alcance de ese poder depende de la amplitud e intensidad de esas capacidades, que son las siguientes:

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Capacidad de dar premios

2

Capacidad de infligir castigos

3

Capacidad de cambiar las creencias

4

Capacidad de cambiar los sentimientos

Las herramientas para conseguir estas competencias son variadas, aunque no muy numerosas. Pensemos en el gobierno: dispone del recurso de nombrar cargos, de gestionar el presupuesto, de definir la política monetaria, de influir en la legislación y, como decía un zorro político, el conde de Romanones, el poder de hacer los reglamentos. El carisma, la persuasión, el sexo, la organización, la información son también herramientas que confieren poder, y estudiar su uso forma parte importante de esta asignatura. Entre esas herramientas,  el dinero ocupa una posición señera, por su ubicuidad. Está presente en las cuatro competencias. Es un medio universal de dar premios o, mediante su retirada, de infligir castigos o de conducir a la asfixia del subordinado. Influye en las creencias por su capacidad de manejar medios de comunicación, financiar campañas de propaganda o de desprestigio, o de utilizar la colosal industria de la persuasión que las nuevas tecnologías han hecho posible. E igualmente puede facilitar el cambio afectivo, por ejemplo, mejorando el nivel de bienestar de la población. Incluso el poder coercitivo necesita dinero para mantenerse. La financiación de los ejércitos y de las guerras es una importante página de la historia de las relaciones entre dinero y poder.