La Filosofía puede acercarse al tema de Dios de dos maneras. He definido la Filosofía como la ciencia que estudia la inteligencia, sus creaciones, y los criterios de evaluación de esas creaciones. Una de esas creaciones es la religión, un fenómeno que se ha dado en todas las culturas que conocemos, por lo que podemos considerarla un “universal antropológico”, siempre que ampliemos el concepto de religión.
Una de las ventajas de aplicar determinados algoritmos de inteligencia artificial para la generación de conceptos es que el sistema tiende a detectar patrones y luego aplicarlos sobre un mar de datos, con el objetivo de predecir y conseguir nuevos contenidos. Detectar patrones es un aspecto clave de este proceso de IA.
Aprendemos con facilidad, y podemos anticipar situaciones y premios, y hacer proyectos. Pero no somos libres. Estamos, en efecto, movidos por deseos, motivaciones, emociones que no controlamos. Ocurre, sin embargo, que hemos concebido el “proyecto de ser libres”, de liberarnos.
Muchos avances que se producen en tecnología resultan útiles y atractivos, pero también producen cierta desconfianza. Un ejemplo es la inteligencia artificial (IA) generativa, que puede almacenar y combinar grandes cantidades de información, y razonar con ellas o sobre ellas, destacando el éxito de la aplicación ChatGPT, que lo hace extraordinariamente bien.