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Mientras terminaba de escribir los MATERIALES PARA UNA HISTORIA DE LA OBEDIENCIA he recibido una nueva edición del libro de Gabriel Albiac Sumisiones voluntarias, una crónica sobre la invención del sujeto político, elaborada mediante rigurosos comentarios de textos de Maquiavelo, de la Bóetie, Pascal y Spinoza, sabiamente escogidos. Ahora, cuando todos leemos demasiado aprisa, hay que aplaudir esa lectura lenta en que consiste un comentario.

Me han llamado la atención unos textos sobre el interés del tirano en embrutecer (abêtir) a sus súbditos.

Los teatros, los juegos, las farsas, los espectáculos, los gladiadores, las bestias extrañas, las medallas, los cuadros y otras bagatelas semejantes fueron para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbre, el precio de su libertad, los instrumentos de la tiranía

Pascal, en sus Trois discours sur la condition des Grands, utiliza una expresión curiosa: “roi de concupiscence”, “rey de deseos”. Considera que “lo que constituye el poder del soberano es la posesión -real o imaginaria- de las cosas que la concupiscencia desea”. Uno de los recursos del poder es, precisamente, la capacidad de premiar y eso significa satisfacer algún deseo.

Una de las características del tirano es que tiene que fomentar la constitución de un sujeto sumiso.

Para ello, debe reducir sus capacidades de elección y de acción. Un medio sencillo de hacerlo es mantenerlo en la ignorancia. Otro, impedirles salir de la pobreza. Cuando el filántropo ingles Robert Owen intentó convencer al gobierno austriaco de que adoptara algunas reformas sociales para mejorar las condiciones de los pobres, uno de los ayudantes de Metternich, Friedrich von Gentz contesto: “No deseamos que todas las grandes masas sean ricas e independientes. ¿Cómo íbamos a gobernarlas entonces?”. Francisco I se opuso al desarrollo de la industria. Quería una sociedad agrícola. En 1802, prohibió la creación de nuevas fábricas en Viena, y prohibió la importación de maquinaria hasta 1811.

Aristóteles, que conoció muy bien el proceder de los tiranos, resumió brillantemente los métodos que utilizaban para conseguir sus fines:

1

Producir el abatimiento moral de los súbditos, desmoralizarlos, corromperlos.

2

Fomentar la desconfianza de unos hacia otros.

3

Provocar el empobrecimiento de los súbditos.

Si el tirano aspira a limitar la capacidad de acción para dominar a sus súbditos, el gobernante democrático ha de hace lo contrario: aumentar la capacidad de acción de los ciudadanos. Empoderarlos. El Estado deja de ser entonces una amenaza para la libertad del ciudadano, para convertirse en un promotor de libertad.